Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Reinventarse o morir

Si algo tengo claro a estas alturas de mi vida es que el cambio es lo único constante.

Me costó mucho aceptar que esa es la única rutina que la vida impone, por mucho que nos empeñemos en mantener nuestra zona de confort sin modificaciones.

Hay situaciones que me llevan a internarme en este tipo de reflexiones y es que la vida es como un río en continuo movimiento. Nosotros somos las rocas que habitan el fondo, las que cubren las orillas, esas que van siendo modificadas sin poder hacer nada al respecto. Eso somos, elementos de la naturaleza transformados por experiencias, por momentos que nos van convirtiendo en personas distintas casi a diario.

Así mismo la sociedad, como concepto que engloba a ese grupo de humanos de cada país, región y provincia, también va cambiando. Somos tan evolutivos como el mismo lenguaje que no cesa de adaptar nuevos vocablos, derivados de nuevas situaciones que la tecnología, por poner un ejemplo, impone como necesario. Internet ha conseguido, aparte de acercarnos o alejarnos (según cada cual), que la gran mayoría tenga acceso a toda la información que circula por la red, lo cual hace casi imposible que términos como “resetear”, “wifi”, “hackear” o cualquier palabra relacionada con internet sea conocida por todos.

La globalización es lo que tiene, todo está a mano y accesible para todo el mundo. Sin embargo, y pese a tanta información y tanta tecnología, el ser humano a veces se empeña en quedarse atascado en el pasado, preso de creencias desfasadas y limitantes que nada tienen que ver con los buenos modales o los buenos valores. Si el lenguaje cambia, si la naturaleza demuestra en sus ciclos de vida y muerte el constante cambio al que nos sometemos, ¿por qué todavía hay gente que sigue con mentalidad decimonónica? Creo que no adaptarse al ritmo que marca la vida va contra natura y solo conlleva un daño para sí mismo, pero también para su entorno.

No hace mucho llegó a mis oídos la historia de un chico que al declararse homosexual ante sus padres tuvo que dejar su casa y su pueblo. La importancia del qué dirán, me imagino, la frustración o el enfado por parte del padre, consiguió que el chico tuviera que separarse de su familia como un apestado. Al cabo de los años su padre falleció y él volvió a su casa, con su madre y el resto de su familia, intentando recuperar el cariño que se le negó, pero con la firme convicción de que debía ser respetada su identidad que lejos de desmoronarse se fue fortaleciendo cada vez más. Al volver quiso que sus vecinos lo vieran tal cual era y organizó un pequeño espectáculo en el que acompañado por una canción protesta de fondo, bailó con unas alas en su espalda que le daban un aspecto fantasioso y muy drag. Oportuna alegoría a esa libertad que tanto había necesitado.

La reacción del público asistente fue cariñosa y animada, felicitándolo e integrándolo en su pequeño círculo de nuevo. No hay nada peor que sentirse desterrado del lugar donde te criaste desde niño. Este es solo un caso que sirve de ejemplo de incomprensión e intolerancia, que desgraciadamente es muy común y que puede destruir más de una vida de un solo golpe.

Afortunadamente, el ser humano evoluciona. Da escalofríos de solo pensar que desde el Neandertal no se hubiera avanzado nada. Habrá quien piense que mejor nos hubiéramos quedado tal cual, pero no, eso es inviable, el ser humano tiene cerebro y lo tiene para algo más que para ocupar espacio. Lo que sí es cierto es que cada generación critica a la anterior y a la que le sigue, en esa actitud queda demostrado el cambio, en esa actitud se aprecia la velocidad a la que la vida nos somete.

Tiempo es tiempo que se va y no vuelve…

Por eso, apelo a todas las generaciones a ser compasivas con las demás, porque, en resumidas cuentas, solo somos productos de una época que nos marca y nos hace reaccionar de determinada manera. Por eso, en lo que se refiere al tema sexual, a la tendencia que cada uno elija, creo que debemos ser respetuosos y no cerrarnos a entender lo que la vida va manifestando. Como siempre digo, que viva el amor, siempre que la conducta sea respetuosa y decorosa, que de acciones malas estamos inmunizados y nos resulta más escandaloso un gesto de amor que un asesinato en directo.