Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Bola de cristal

Me gustaría tener una bola de cristal—y que funcione—para poder saber con exactitud qué tiempo va a hacer, aunque pensándolo bien, con estos satélites americanos tan precisos llega un momento en el que uno echa de menos cierta aventura y sorpresa de la que íbamos bien servidos cuando para saber el tiempo futuro solo teníamos el calendario zaragozano, que fallaba más que una escopeta de feria.

Me gustaría tener una bola de cristal—y que venga provista de unas buenas instrucciones—que me vaticinara, puesto que nada es eterno en este mundo, cuándo coño se va a terminar el fútbol, cuando llegaremos a vivir en un mundo en el que el fútbol no exista, de la misma manera que hoy vivimos muy bien sin las batallas de gladiadores o sin los juegos en los que se entretenían los griegos a excepción de cuatro tíos corriendo de un punto a otro.

Me gustaría tener una bola de cristal—y que no le falten las pilas—para poder saber cuándo llegará el día en que podamos decir en este país que la crisis “is over”, porque vengo advirtiendo que los políticos que están en el poder—tanto cuando estos eran del PSOE como con los del PP—siempre le ponen fecha al inicio del final o se apresuran a ver brotes verdes donde los agricultores de verdad—el pueblo llano—solo ve un erial cada vez más baldío y con menos trazas de entrar en una situación de lo que podríamos llamar simplemente normalidad. Es decir, en una sociedad en la que los políticos no fuesen demasiado ladrones y sinvergüenzas; en donde el dinero público se gestionase con respeto al público; en donde no nos toquen demasiado los cojones con los impuestos; en donde reine, si cabe, algo, solo algo de sentido común.

Me gustaría tener una bola de cristal—que esté bien reseteada—porque tengo un tremendo interés en saber dónde y cómo vamos a terminar con las autonomías, porque eso es ya un cachondeo que empieza a tomar tintes surrealistas con el agravante de que el surrealismo se nos está contagiando a todos y nos vamos olvidando de que el surrealismo puede venir bien a la hora de admirar los cuadros de Dalí, pero que hasta el mismo Dalí—los más jóvenes no recuerdan a este genial pintor y menos todavía cómo era—en el aspecto personal se cuidó muy mucho de tener la cabeza muy bien amueblada. Quiero decir, que tenía bien claro que los experimentos, con gaseosa, o como mucho en el lienzo de un cuadro. Pero ni hablar de llevar el surrealismo a la organización de un país, salvo que nuestro ideal sea estar jodidos pero contentos y como-tontos.

Me gustaría tener una bola de cristal—si es de colorines, mejor—en la que pudiera ver la fecha en la que la Unión Europea se va al carajo. Hay políticos que tienen la osadía de decir que la Unión Europea es un camino ya sin retorno, pero me parece que son tan zoquetes que no han leído apenas nada de historia y no saben que esa frase la han repetido todos los que poco tiempo después han visto caer imperios que parecían más sólidos. Por darle una fecha, yo creo que cuando me jubile en 2023 la Unión Europea puede muy bien haberse ido ya a tomar por culo, aunque también puede que aguante un poco más. Los ingleses, que no son tontos, ya están preparando las maletas para dar el portazo en 2017. Y en cuanto a los demás, ya veremos, porque este engendro cada vez se parece más a un inmenso culo que se va llenando de mierda…hasta que estalle.

Me gustaría tener una bola de cristal—y que sea de una buena relación calidad-precio—y poder ver en ella las consecuencias personales y sociales de una civilización como la nuestra que no solo permite, sino que acepta y favorece el aborto. Desde los albores de la humanidad ha habido abortos, pero nunca la sociedad se ha organizado para promoverlo científica y técnicamente como ahora, con unos resultados tan espeluznantes. Por ejemplo, en España, desde 1985, llevamos ya millón y medio de abortos, una proporción significativa de asesinatos que en lenguaje castellano se llama genocidio, y de los gordos; equivalente a varias veces el número de muertos de la guerra civil, que al igual que esta, ha dejado en la cuneta al menos a un millón y medio de mujeres, no viudas, sino madres parricidas con la conciencia destrozada de por vida y un buen reato de enfermedades psíquicas consiguientes, mientras los matasanos abortistas—no merecen llamarse médicos—se van de rositas con los bolsillos forrados. Estoy convencido de que, del mismo modo que a nivel personal la conciencia no dejará vivir durante el resto de la vida a quien haya participado en un aborto, desde el punto de vista social la sociedad pagará también caro—ya lo está pagando—este crimen colectivo. Creo firmemente en la necesidad de un equilibrio ecológico en todos los órdenes de la naturaleza. Ese millón y medio de españoles que desde 1985 hasta hoy tenían que estar circulando por nuestra tierra, eran necesarios para nuestra sociedad. Repito: eran necesarios. Y han sido eliminados. Su muerte también es un daño social. Son muchas las cosas que podían haber aportado a nuestra sociedad, aunque solo fuera un incremento en el producto interior bruto, y no solo eso, por supuesto.

Me gustaría tener una bola de cristal—por supuesto, con bastantes megapixels—para ver el batacazo al que va abocada la sociedad europea al constituirse como sociedad confesionalmente atea. Quizá el aborto sea una consecuencia de dar personal e institucionalmente la espalda a Dios. Estoy expectante, porque siempre ha habido ateos individuales, pero solo en los tiempos que corren una sociedad, la europea, se proclama institucionalmente atea. Nunca ha pasado esto y verdaderamente tengo una tremenda curiosidad en ver cómo acaba. Creo que puede acabar como el rosario de la aurora, es decir, disolviéndose, como Babel. Lo que no se es si yo llegaré a verlo o me moriré antes. Creo que me moriré antes, aunque nunca se sabe: hay cánceres galopantes que van más rápido que las estimaciones de los médicos.

Me gustaría tener una bola de cristal—que indudablemente tendría que tener unas prestaciones especiales—y poder asomarme al interior de, aunque solo fuera uno, un ser humano. Sé que en esta vida me está vedado porque de lo contrario sería Dios, y que tengo que conformarme con asomarme—y no es poco—a mi propio corazón y aprender ahí lo que son las cosas buenas y las malas, y extrapolar de alguna manera que los demás corazones humanos padecen las mismas pasiones buenas o malas que el mío. Sin embargo, advierto que esta extrapolación da un resultado más bien pobre porque intuyo que toda la humanidad encierra muchas más pasiones que mi pobre corazón. ¡Cómo me gustaría conocer al hombre! ¡Cuánto podría aprender, para imitar lo bueno o para escarmentar en lo malo!

Si alguien encuentra una bola de cristal en la que se encuentre esta prestación, que no dude en avisarme a mi correo electrónico o enviándome un sms. Estoy dispuesto a comprarla al precio que sea, incluso pidiendo un préstamo bancario (aunque dudo que me lo den). Que conste, no es la simple curiosidad lo que me mueve.

Comentarios

Enviado por Alaska el

Sr. Moya, todo eso desaparecerá justo después de la desaparición de las religiones, incluyendo la católica, y de todas las "sectas" financieras surgidas alrededor de ellas. Me lo dice mi bola de cristal. Mantengámonos a la espera.

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