Quizá haya quien no sepa que la revolución francesa hizo caer a la monarquía, encarnada en ese momento por Luis XVI y su esposa María Antonieta. No eran mala gente, pero habían perdido un poco el sentido de la realidad, pues cuando poco antes de la revolución le comentaron a Luis XVI que el Estado estaba literalmente en bancarrota, al monarca no se le ocurrió otra cosa que subir los impuestos. La opulencia de Versalles le impidió ver que esa medida no era quizá la más adecuada, pues en París, esto es, a 30 kilómetros, la gente moría de hambre literalmente en las calles. Ese despiste o pérdida de cabeza, los revolucionarios se lo hicieron pagar haciéndole perder la cabeza totalmente, es decir, con la guillotina. Y a su mujer, también.
Quizá al contar esto haya quien al momento haya pensado en el país de abajo de Francia, o sea, en este país. Y no en siglos pasados, sino en el momento presente.
La crisis, lejos de terminar, sigue ahí. Aquí. Y abarca la macroeconomía y la microeconomía, porque todo está relacionado.
Yo no soy economista, pero tengo una idea clara. Si va mal la economía, hay que ver lo que entra y lo que sale, como si de un líquido se tratase. Si el caudal de entrada es mayor que lo que se va por el sumidero, vamos bien. De lo contrario, vamos mal, y con seguridad, el recipiente se terminará vaciando, tarde o temprano.
En 1936 España iba mal. Ahora va mal también. La diferencia está en el hambre, como con los franceses. En 1936 había hambre; ahora no. Mientras no haya un hambre generalizada, podemos aguantar que el recipiente se vaya vaciando. Pero eso tiene un límite. El límite está en el grado de fortaleza que adquiera el hambre.
También podemos pedir prestada agua de otra manguera para evitar que el recipiente se vacíe. Pero hay que devolverla, como todo lo que se presta. Es la deuda pública. Aunque parezca mentira, la deuda pública hay que devolverla. Y con unos buenos intereses.
La deuda pública es injusta, porque son impuestos a nuestros hijos y nietos. Es una hipocresía dejarles unos ríos limpios y endeudarlos hasta las cejas.
La otra alternativa son los impuestos y las multas, pero esto tiene malos efectos, aunque no se haya llegado al hambre.
En España, el 55% de lo que gana el español medio se va en mantener al Estado. Llegará un momento en el que una mayor presión impositiva no logrará revitalizar el país.
La solución es sencilla: O recortamos el caudal de salida del recipiente o aumentamos el caudal de entrada. Los recortes no son ni buenos ni malos, pero deben existir para acomodar las salidas a las entradas. Hay que analizar qué es lo básico y qué es lo prescindible. El Estado del bienestar es imposible cuando tenemos unos gastos y unas estructuras superiores a lo que nos podemos permitir.
No se trata de farolear con demagogia: Tenemos una estructura de país de ricos cuando no lo somos. Las comunidades autónomas, los más de 8000 municipios, las diputaciones, etc. son estructuras caras para un país que no las puede soportar y que van en contra de los signos de los tiempos, en donde la administración electrónica hace superfluo un acercamiento físico de la administración a los administrados, que además se ha manifestado, a la postre, de peor eficacia que una administración centralizada.
La deuda pública del Estado es ya 1,2 billones de euros, aproximadamente un 20% por encima del PIB, lo cual es absolutamente insoportable. Aparte de la banca, que le ha comprado al Estado un porrón de deuda pública, el mayor comprador es China. Quizá ello tenga que ver con la proliferación de tiendas de chinos. Por ejemplo, en Sevilla, el 21% del comercio está en manos chinas, mientras los comercios españoles van cerrando uno tras otro.
Quizá haya quien no vea con buenos ojos a Donald Trump. No hay que olvidar que a Donald Trump no lo hemos elegido nosotros, ni es presidente de ninguna comunidad autónoma. Lo han elegido los norteamericanos como presidente para ellos. Quizá ello explique que haya bajado decididamente, y mucho, los impuestos a sus compatriotas y haya puesto aranceles a los productos extranjeros.
No se si será bueno o malo vender el propio país a los extranjeros, al estilo Fernando VII, ni se las condiciones en las que habrá entrado en España tanto comercio chino, pero así están las cosas.
Dicen que las empresas en España, con tanto comercio extranjero, están exhaustas. El 25% del impuesto de sociedades pesa mucho. La supervivencia está muchas veces en las facturas falsas. Claro que, eso genera IVA. Pero no es un 25%, sino un 21%. Con esa diferencia, algo se puede hacer, ya que no hay ganancia.
Los autónomos lo tienen muy mal también, sobre todo el futuro, ya que la baja base de cotización de ahora se traducirá dentro de unos años en unas pensiones de pordioseros.
Quizá lo mejor es sumergirse. Así está el 24% de la economía española, la cual protagoniza unas consecuencias paradójicas: Gracias a la economía sumergida, el paro no alcanza cotas próximas al hambre, y por tanto, a la situación prerrevolucionaria. Además, "gracias a la economía sumergida", los impuestos de ese 24% los pagamos los que no nos podemos escapar de soportar la presión fiscal, por lo que pagamos nuestros impuestos y los de ellos. No está mal esa "solidaridad".
¿Las pensiones? En tiempos de Franco, cuando se creó la Seguridad Social, cada jubilado estaba sostenido por 6 trabajadores en activo. Hoy la proporción ha bajado da 1,8 trabajadores activos por jubilado.
Desde 2016 el crecimiento vegetativo del país es negativo. Y ya no hay tantos rumanos como antes para hacer los trabajos que los señoritos españoles no quieren hacer mientras cobra todo tipo de subsidios para estar callados.
Con el tiempo, nuestras infraestructuras se nos van a quedar obsoletas, pues van estando sobredimensionadas. Pongo por ejemplo que, hoy día, hasta el último pueblo tiene un colosal polideportivo o una piscina de agua caliente gratis. Como nuevos ricos.
Hablando de infraestructuras, veo que la construcción de carreteras se ha detenido. Pero hay que mantenerlas para que no se queden hechas unos zorros.
La sanidad es algo ya insostenible. La gente ya no se conforma con ir al médico de atención primaria. Va a urgencias, aunque sea por un arañazo al caerse de la bici. Actualmente, en las urgencias del hospital Reina Sofía de Córdoba se tardan unas 4 horas en atender a los "urgentes".
La educación, no digamos. Las matrículas han caído en picado, sobre todo en la universidad. Hay muchos profesores que llevan meses sin cobrar. No se pueden mantener facultades con 30 ó 40 alumnos ni universidades de pueblo o de barrio. Las 74 universidades de este país son algo de opereta, comparadas con la media docena de ellas en países mucho más desarrollados que nosotros (Bélgica, Holanda, etc.).
El gobierno, sostenido por 84 diputados, necesita de Torra para sobrevivir. Torra necesita las delegaciones de voto de Puigdemont que el Supremo ha denegado: Esquerra ha empezado a petardear a Torra. Si este apoya a los independentistas, no apoya a Sánchez; si apoya a Sánchez, los independentistas se le van en el Parlament.
Mientras tanto, Sánchez se va de excursión haciendo viaje tras viaje, a cuenta del erario público, mientras no comparece para nada ni en el parlamento ni ante la prensa. Y su mujer, no contenta con el trabajito que le ha salido poco después de llegar a la Moncloa (¡Qué casualidad!), ya lleva gastados unos 500.000 euros en decorar la Moncloa a su gusto, que parece ser diferente que el que tenía Rajoy.
Ya que he hablado de Cataluña, quizá haya quien se acuerde que el año pasado hubo más de 3000 empresas que abandonaron su domicilio social en esa comunidad. Pero quizá ignoren cuántas lo han abandonado en lo que va de año. Yo se lo digo: Aproximadamente 2700 empresas cuando faltan menos de tres meses para el año que viene. Parece que esto se nota en esos territorios, aunque por aquí no nos enteremos.
Sí, lo mejor será subir los impuestos, como decía Luis XVI. O como dice Pablo Iglesias, a quien parece que los aires de su Villa Meona de la Navata le sientan mejor que los aires insalubres de Vallecas.
Hay algo que está claro: Gracias a sus votantes, Pablo Iglesias vive ahora mejor que antes, aunque sus votantes, gracias a él, siguen viviendo igual que antes.
Eso de ser capitalista no está mal. En la Navata, con ese casoplón de 660.000 euros (más caro que el ático de Luis de Guindos) estoy seguro que Pablo Iglesias estará dando trabajo, quizá no a tantos como Luis XVI, pero sí a media docena (o más) de empleados, mayordomos, criados, productores, trabajadores, domésticos, cortesanos o como quiera llamarlos.
Como Pablo es un chico listo (es un profesor de universidad, un PNN, como se llamaban en mis tiempos) y seguro que sabe mucha historia, estoy seguro de que les dará bien de comer a sus empleados. Un salario justo, no lo se. Su compañero Echenique parece que no les pagaba la Seguridad Social a los suyos. Pero por lo menos, que no pasen hambre, que eso garantiza que no habrá revoluciones en Villa Meona.
¿Qué le hubiera pasado a Pablo Iglesias si viviera en Versalles a finales del XVIII?
¿Qué le hubiera pasado a Luis XVI si viviera hoy día en Villa Meona?
Si no tienen pan, que coman piedras.
Por cierto, ya nadie habla de la necesidad de cambiar de sitio el féretro de Franco. Con lo interesante que era ese asunto y los problemas estratégicos que hubiera solucionado.