Me parece que vamos mal con el asunto de Cataluña. Según se acerca el 9 de noviembre se ponen las cosas más feas. Y esto pasa por la razón que vengo apuntando desde hace mucho tiempo: Somos un país poco serio. Un síntoma de seriedad en los países es el cumplimiento de las leyes, de los contratos y de los compromisos: “pacta sunt servanda”, los pactos son para ser cumplidos. Pero no, aquí lo que prima es el patio de Monipodio, la trampa, el fraude, la mentira o el chantaje; en una palabra, la falta de seriedad, por calificarlo benévolamente.
A estas alturas, a nadie le extraña ya que haya quien piense, por ejemplo, que los diputados de la minoría catalana en el Congreso son unos señores que van de Cataluña a ver qué rascan en Madrid y a dar un poco por culo a los que no tienen, como ellos, el carisma de ser nacionalistas; cuando realmente, es decir, legalmente, los diputados de la minoría catalana son representantes del pueblo español “en” Cataluña, pero representantes “del Estado”, que tienen el honor de ser parte del poder legislativo del Estado, poder emanado del pueblo español en quien reside la soberanía.
A estas alturas decir esto que acabo de decir puede resultar exorbitante…, pero no es más que el artículo 1 de la Constitución, que puede resultar exagerado porque se han oscurecido los conceptos, se ha perdido el significado de las cosas.
La política catalana ha alcanzado un paroxismo y un enrarecimiento tal que aquello parece una jaula de grillos. A Arturo Más, desde hace mucho tiempo, le importa un pimiento la sanidad, la educación, los servicios sociales, las infraestructuras, etc. Como si de un gran masturbador a lo Dalí se tratase, solo tiene obsesión por estar continuamente haciéndose pajas con el cerebro en el que solo cabe el monotemático discurso de la independencia catalana, mientras Cataluña está hecha unos zorros tal que no la reconoce ni la madre que la parió, lo cual aseguran con pena y frustración los propios catalanes, viendo cada vez más empobrecida a Cataluña en todos los sentidos.
Ya llevamos varios meses desde que el pasado 12 de diciembre Arturo anunció el referendum del próximo 9 de noviembre. Desde entonces todas las noticias sobre Cataluña giran en torno a esta inmensa cagada de la que parece que no pueden salir los políticos catalanes. ¡Qué coñazo!
En esto que pasa, me parece que Arturo no es el único que tiene la culpa porque a este individuo le han dejado ir demasiado lejos en sus delirios. Soy de la opinión que, no desde ahora, sino desde hace ya bastante tiempo, los presidentes de la Generalitat han avanzado mucho más de lo que la ley les permite. Hace ya bastante tiempo que el presidente del Gobierno—no Rajoy ni Zapatero, sino Aznar—debería haber aplicado el artículo 155 de la Constitución o el código penal por delito de sedición. Al menos eso es lo que se le ocurriría a cualquier persona seria que se crea eso del imperio de la ley y no quiera verse envuelta en una espiral de sinrazón como la que le llevó a declarar en Cataluña el Estado de Guerra a Niceto Alcalá Zamora en plena República. Deberíamos aprender de la propia historia.
A mí me parece muy bien que haya quien quiera que Cataluña se independice de España. No comparto esa opinión, pero me parece muy bien que haya quien la sostenga. Pero lo que es intolerable es que defienda esa postura—que es inconstitucional—desde las instituciones del Estado cuando para ostentar ese cargo público ha prometido o jurado la Constitución. Quien hace eso es un vulgar chorizo de mierda, que ni tiene palabra ni honradez ni hombría de bien, sino que está al nivel de un chufla.
Pero lo grave de todo esto es que abunda tanto en nuestro país el incumplimiento de lo prometido y de lo pactado que ya nadie se plantea reclamar seriedad a estos señores porque la impunidad ante los incumplimientos hace que por el solar patrio campen estos especímenes con la misma soltura que un perro vagabundo que se va cagando donde le place sin nadie que le recoja los excrementos o que le de un correctivo, por creer que en el mundo no hay ley que le limite en sus expresiones fisiológicas.
Yo creo que corregir esta espiral va a ser difícil porque tampoco se ve en general un deseo decidido por cortar con este modo de ser que tan atrás nos está dejando respecto a otros países europeos. Además, el sistema parece que engendra tipos como Arturo, que son como una pesadilla para la mayoría de los españoles, pero inexplicablemente tienen sus seguidores, que les jalean y les votan. Así les va y así nos va.
Antonio Moya Somolinos
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