Voy a hacer un parón en mis reflexiones bioéticas para dar mi opinión sobre un tema que suscitó mi compañero de periódico Julián Valle Rivas con un artículo reciente titulado “De usted, por favor”.
Huelga decir que no pretendo plantear una polémica ni mucho menos tratar con menos respeto a este compañero cuyas opiniones me parecen dignas de toda consideración, aunque no las comparta.
Es cierto que el tuteo ha venido a nuestra época de la mano de la ordinariez y de la falta de educación. Pero tiene un valor que vale la pena buscar. Me refiero a que el tuteo facilita la confianza. Es verdad que hay quien no sabe moverse correctamente en el terreno de la confianza y la confunde con el impudor o la chabacanería hasta el punto de hacer realidad lo que dice el refrán de que “el exceso de confianza da asco”. Frente a esas personas parece adecuado marcar unas distancias con el fin de que no las sobrepasen, porque alcanzan la corrección estando lejos o calladas.
Dejando a salvo lo anterior, sin embargo mi apuesta es por el tuteo, porque introduce un factor de confianza que me parece conveniente en la vida social. El mismo trato ya nos dice cuales son los límites que no debemos sobrepasar, pero esto último no es cuestión simplemente de unas formas externas, sino de la virtud de la prudencia y de la oportunidad, que también se aprenden con la vida. Tuteo no necesariamente ha de significar ordinariez o mala educación. La educación no es solo cuestión de fórmulas, sino de una actitud y actuación de la persona en la vida social.
Tampoco entiendo que haya que tratar sistemáticamente a todo el mundo de tú. Lo que propongo es que, roto el saludo inicial y tras un poco de conversación, a poco que se vea que la conversación toma un tinte distendido, lo conveniente es pasar enseguida al tuteo, porque el tuteo facilita la confianza. Me parece que en la vida social hemos de tender a construir puentes en vez de levantar barreras.
Otra cuestión a tener en cuenta es el lugar de nacimiento y donde uno se ha criado. En Andalucía, y concretamente en Córdoba, se usa más el usted que en otras zonas como Madrid, de donde procedo yo. Cuando mi madre vivía y yo iba a verla con frecuencia a Madrid a acompañarla, íbamos a comer a un restaurante cercano a su casa en el que las camareras, unas chicas de veintitantos años, trataban a mi madre, de noventa, tuteándola con toda naturalidad. A mi me parecía bien, y a mi madre pienso que también, por cuanto era una muestra de confianza y simpatía que no iba en detrimento del respeto y del buen trato.
Es verdad que nuestros padres trataron a sus suegros de usted, y lo mismo nuestros abuelos con sus padres…, pero vivimos en el siglo XXI y es constatable que la mayor cercanía entre generaciones es un bien que hay que valorar. Quizá la asignatura pendiente es el respeto, que hay que hacerlo compatible con esa cercanía, pero no destruyendo esta. Entiendo que el tuteo no solo manifiesta confianza, sino cariño, lo que pasa es que hay que saber querer, que a querer también se aprende.
Yo suelo tratar de tú a todo el mundo, en especial a los curas, a quienes tengo un especial cariño. Y me encuentro incómodo cuando alguien me trata de usted, aunque no me molesta, porque me da la impresión de que esa persona no quiere tener amistad conmigo. Mi honor, en cuanto mío, no me importa. Me importa la salvación de mi alma, pero no mi honor. En esto también me alegro de no haber vivido en épocas pretéritas.
Antonio Moya Somolinos
Arquitecto
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