Hace poco he terminado de leer la biografía de Felipe V que tiene por autor a Henry Kamen, cuyo prestigio es reconocido por todos. He podido observar algo que también he observado en Juan Carlos I y en las pocas semanas que lleva reinando Felipe VI, a pesar de que las circunstancias de estos reyes han sido diferentes. Ese factor común observado es que los tres monarcas citados tratan mejor a quienes les resultan más lejanos que a los cercanos.
En el caso de Felipe V se observa un mal trato hacia Castilla en relación a la multitud de franceses e italianos que pululaban en las altas esferas de la Administración, el ejército y el comercio en la primera mitad del XVIII en España. Ese mal trato se manifestaba en la presión fiscal, el esfuerzo que se le exigió en las varias guerras que tuvieron lugar durante el reinado y en el nulo caso que se le prestó a Castilla a la hora de llevar a cabo un papel relevante en la gestión pública. Al fin y al cabo, Castilla era siempre fiel al monarca y se le podía tratar con desprecio porque la fidelidad estaba garantizada, pasase lo que pasase.
Juan Carlos I también ha seguido esa política, y no le ha ido mal según su punto de vista, pues con ella se ha logrado mantener en el trono 39 años aunque al final estuviera, no quemado, sino chamuscado. Si Juan Carlos ha sido rey, lo ha sido gracias a Franco, que era monárquico y que lo nombró sucesor en 1967. Lo que cambió Juan Carlos fue el modo de ser rey, logrando con Suárez y Fernández Miranda virar hacia una monarquía democrática en la que cupieran todos, fachas, rojos y centristas, y ponerse él encima de todos. Sin embargo todos sabemos que los rojos ni le tragan ni le han tragado nunca, porque por su propia naturaleza son mayormente republicanos. De ahí que Juan Carlos haya tratado con un coqueteo permanente a los representantes de la izquierda, y a los de la derecha que les den por culo. Pido perdón por simplificar tanto, pero dicho en pocas palabras creo que las cosas han sido así en síntesis.
Felipe VI ha empezado más o menos así. No es que la derecha deba identificarse necesariamente con la religión y la izquierda con la irreligiosidad. Evidentemente la realidad es más rica. Pero no menos cierto es que entre la gente de derechas hay sociológicamente más personas que tienen a la religión como algo importante en su vida. No estoy hablando de la religión católica sino de la religión en general. También es cierto que los monárquicos españoles actuales respiran hacia la derecha más que hacia la izquierda. Todo esto lo sabe el rey actual. Quizá por eso ha comenzado su reinado con una ceremonia en la que no ha habido ni una sola alusión a Dios, lo que supone un claro gesto de coqueteo con la izquierda, en cuyas filas hay un índice mayor de irreligiosidad, puesto que con la derecha no es necesario coquetear pues están en el bote.
Las actitudes de estos reyes me recuerdan a la de ciertos esposos infieles que se prodigan en atenciones hacia sus amantes en un afán de permanente conquista que no practican con sus respectivas esposas porque estas últimas, ya se sabe, están en el bote. Con este modo de actuar, los referidos monarcas demuestran que lo único que les mueve en esta vida es mantener las posaderas en el trono. Sus fidelidades no se dirigen hacia sus buenos súbditos, sino hacia ellos mismos. Desconocen lo que es el agradecimiento. Carecen de amigos porque no aman a quienes les aman, sino a quienes pueden poner difícil su permanencia en el trono, los cuales evidentemente jamás corresponderán a esos halagos y como mucho pagarán con la abstención.
Podríamos preguntarnos ¿Cuántos amigos ha hecho Juan Carlos en 39 años? Probablemente ninguno. Quizá ese es el precio de mantenerse en el puesto cuando tantos han caído a su alrededor. Quizá el precio es tener compromisos y no amigos. Al decir amigos no me refiero a toda esa nube de soplapollas que rodean al rey en todo el territorio nacional mayormente vinculados a cierto periódico. Muy caro sale mantenerse como rey…
Yo sin embargo pienso que para todo dirigente es fundamental preguntarse quienes son sus milicias, con quien cuenta; no vaya a ser que, como dice el refrán, “el exceso de confianza da asco”, y a base de ningunear a los amigos llegue un momento en el que experimente el abandono de amigos y enemigos, los últimos porque son enemigos y los primeros porque se han cansado de ser amigos.
Pienso que la III República Española vendrá por la derecha, cuando la derecha deje de ser monárquica y se baje del guindo cayendo en la cuenta de que monarquía y democracia son conceptos antagónicos y no es preciso mantener al Borbón para ser un país plenamente democrático. Al rey le puede pasar que de tanto ningunear a la derecha llegue un momento en el que la derecha devuelva el ninguneo a la corona. Si no, al tiempo.
Antonio Moya Somolinos.
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