REPORTAJE. Durante siglos el circo fue uno de los espectáculos más atractivos del mundo. Con origen en la antigua Roma, donde alcanzó una popularidad equiparable a deportes como el fútbol en la actualidad, y aunque con un sentido distinto al actual, evolucionaría con el paso de los siglos hasta convertirse en un espectáculo itinerante.
Ese carácter nómada ha marcado la actividad de los circos en los dos últimos siglos. En el siglo XIX el circo adquiere unos contenidos que llegan hasta el siglo XIX (con origen en las compañías ambulantes que proliferaron en la Edad Media), siendo una actividad que está presente en numerosas sociedades desde hace mucho tiempo.
La realidad actual del circo es muy diferente, en resumen ha vivido tiempos mejores. La televisión, Internet, las nuevas propuestas de ocio (entre otros factores) han reducido el elemento de sorpresa que el circo ofrecía siglos atrás. Ya no es tan atractivo para el público, no es el gran acontecimiento que llegaba a una ciudad y levantaba expectación. Pese a ello sobreviven algunos circos, y de vez en cuando en cualquier ciudad alguno llega ofreciendo su espectáculo, basado en el humor de los payasos, las actividades con animales y los malabares y trapecistas.
El Circo Arriola es uno los que pervive, una empresa familiar en pleno sentido de la palabra, ya que tres generaciones conforman el personal actual que compone una tradición (la de los Arriola) que lleva activa un siglo por diversos puntos del mundo, una trayectoria llena de peripecias y anécdotas que su responsable y cabeza de la familia, Alberto Arriola, recuerda sin nostalgia y con dosis de humor.
En total han sido seis las generaciones que han trabajado en el Circo Arriola, en Europa y América, durante más de un siglo. El hecho de no tener un lugar fijo de residencia, de viajar por diferentes países, da a los componentes de un circo, según Alberto Arriola "un carácter especial, cualquiera de nosotros habla varios idiomas, no porque los hayamos estudiado, sino porque había que aprender el idioma que se hablaba en los países donde hemos vivido y había que trabajar. Eso da una forma diferente de mirar la vida".
Con residencia en Valencia, confiesa que no ha pernoctado allí más de tres o cuatro veces: "las casas nunca me han gustado, parece que se me van a caer encima, y además con la sensación de que si estamos allí es porque no hay trabajo, así que mal asunto. Son formas de vida y cada uno tiene sus costumbres".
"Para nosotros no existe la palabra extranjero"
El bisabuelo de Alberto puso en marcha este circo, era un gimnasta que derivó en artista de circo tras un viaje a Rusia a principios del siglo XX. "Entonces no había carpas, se formaba un recinto con los carros y no se cobraba dinero por la entrada, normalmente comida, un pollo, arroz, así funcionaba. Hay que buscarse la vida y eso es lo que hemos hecho en mi familia, buscarla de esta manera", explica.
En 1946 la familia Arriola se trasladó a Estados Unidos, allí permanecerían hasta 1952. "Volvimos a América en 1965 y regresamos en 1987, luego hemos estado por toda Europa", recuerda Alberto mientras se afana en aplicarse maquillaje minutos antes de empezar la función diaria (poco más tarde actuará como payaso).
Arriola destaca que nunca le ha supuesto un problema no tener un sentimiento de pertenencia a un lugar concreto, dice que eso no le ha causado sentimientos de desarraigo: "no es tan difícil, mi mujer es de nacionalidad alemana, tengo una hija que nació en Turquía, mi hijo mayor nació en Valencia, mis nietos han nacido en Portugal, otro en Guadalajara, la última en Montilla, para nosotros no existe la palabra extranjero, cuando comemos cada día uno te pide la sal en español, otro contesta en italiano o en alemán, no existe el decir de dónde eres tú. Aunque sea algo que se dice mucho, la verdad es que somos ciudadanos del mundo, nos hemos criado sin una referencia. Me siento español esté donde esté, pero hay que adaptarse a donde uno está, tampoco extraño nada de otro sitio, y más con las comunicaciones actuales, simplemente nos adaptamos al lugar en el que estamos en un determinado momento". Curiosamente Alberto Arriola nació en Camas (Sevilla), aunque con seis meses ya estaba en EEUU.
Cuba, Chile o la República Democrática de Alemania: las entradas y salidas de algunos países no han sido siempre tranquilas para esta familia. "Estuvimos varios años en Cuba y cuando llegó Fidel Castro tuvimos que largarnos de allí en 24 horas, también nos cogió la revolución en Uruguay, cuando entró Allende en Chile también nos pilló allí, la situación era complicada, tuvimos que salir atravesando las carreteras de los Andes hasta Argentina, y nos fuimos con lo puesto, tuvimos que dejarlo todo allí, lo mismo pasó en Cuba, tuvimos que dejar hasta animales, lo perdimos todo", recuerda Alberto sin atisbo de rencor, porque añade que "son países que me gustan mucho, son países muy abiertos y alegres, es otra forma de vida, se vive más al día, muy diferente de Europa".
Sobre la evolución del circo en las últimas décadas, Arriola considera que sólo ha cambiado "en la forma de hacer las cosas, me gusta el circo tradicional, aunque todas las formas son respetables". La crisis ha afectado directamente, lo que se traduce en una reducción de personal hasta quedar sólo los integrantes de la familia: "es muy complicado salir adelante con la situación que hay ", reconoce Alberto.