Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

¡Sálvese quien pueda!

Todos, y sálvese quien pueda, nos solemos hacer propósitos que logren mejorar nuestra vida, y además está claro que son de lo más diversos, desde las intenciones de dejar de fumar, a adelgazar, sacar tiempo para hacer deporte… a no criticar a quien no se conoce. Propósitos que no siempre cumplimos, incluso los que nos proponemos más de una y dos veces. Yo me hice un propósito que hoy voy a incumplir, y mira que me fastidia, pero más me jode, con perdón, el motivo por el que lo hago.

Me propuse que no escribiría sobre el Covid, la pandemia y todo lo derivado de ella. Mi propósito se fundaba en que yo no tenía la más remota idea sobre el tema, que era absurdo hablar de lo que se desconoce ya que no aportaría nada, y para hablar por hablar ya estaban las redes. Y así ha sido hasta ahora.

Una situación no vivida hasta la fecha, como era una pandemia mundial en pleno siglo XXI, no era un asunto baladí. Nadie, en ningún sitio del planeta sabía cómo se debía actuar, y cuando digo nadie es nadie. Ni epidemiólogos eminentes lograban ponerse de acuerdo entre ellos, así que qué íbamos a esperar de los políticos. Y así hemos ido pasando los meses entre confinamientos totales a los parciales, dependiendo del sitio donde te ha tocado vivir. Pareció que al principio todo eran gestos de solidaridad, de confraternización con tu prójimo, con las víctimas, de aceptar que la salud personal y la ajena estaba por encima de todo. Pero al terminar la fase más dura, nos dimos cuenta de que todo era un espejismo, que la salud que importaba era la de cada cual y que sálvese quien pueda.

Empezamos ya a plantearnos que la coherencia no era la norma imprescindible en las decisiones que se iban tomando dependiendo siempre del número de contagios y muertes que se iban dando. Cada comunidad autónoma hacía lo que le parecía padeciendo las mismas cifras, y los ciudadanos que asumíamos los dictados a rajatabla empezamos a desconfiar y a pensar que nos movían dando palos de ciego. Muchos desembarcaron del sistema y se hicieron negacionistas, cuando entiendo que pudieran negar de la actuación política del asunto, pero negar que la gente moría y muere cada día por culpa de un coronavirus me parece estúpido.

Pasamos el verano, la segunda ola, el otoño y la tercera ola que no sabemos si el invierno acabó con ella o ya en primavera seguimos en ella. Y ya se habla de la cuarta cuando las vacunas se suponía que en verano nos iban a salvar casi definitivamente. Pero, ¿qué pasa con las vacunas? Pues ya lo estamos viendo, que todos nos mienten, desde las farmacéuticas hasta el último político que tiene competencias en el tema.

Las incongruencias covid, que siempre las hemos visto y a la vez asumido, se multiplican últimamente, lo de la movilidad entre ciudades, entre provincias, entre comunidades… esto es un no parar de reír y no echar gota. Los extranjeros, no solo los franceses a Madrid, se pueden venir a España sin problema, pero una persona española no puede venir a ver a sus padres porque vive fuera de la provincia de Córdoba. ¿Esto quién es capaz de explicarlo para que lo entendamos los seres mundanos? Al principio pensaba que el campechano Simón era de fiar, ahora me fío de él tanto como del campechano emérito.

Si a esas incongruencias sumamos las de la vacuna AstraZeneca las cosas empiezan a no tener nombre, podrían haberla llamado la Tarara, con tanto ahora sí, ahora no. Primero era como la Pfizer, valía para todos y encima no necesitaba tanta conservación en frío. Luego que no, que para mayores de 55 años ya no valía, así que a vacunar, por ejemplo al profesorado o policías, dejando atrás a los más mayores. Luego paralizan su uso por no ser segura. Luego cambian de nuevo y dicen que sí, que se le puede poner también a los mayores de esa edad, es más, en Alemania hasta la aconsejan para mayores de 60 años. Y todavía no habremos acabado de oírlo todo de la controvertida vacuna.

Mis compañeros docentes menores de 55 años ya fueron vacunados con AstraZeneca, debido a que estaban en el grupo de riesgo. Yo, que supero esa edad, me quedé a dos velas esperando que el Consejero de Sanidad, el campechano del culillo, me diera una solución con la mayor brevedad.  Por cierto, me estoy dando cuenta de lo poco fiables que son los que van de campechanos… Confieso que el detonante de romper mi propósito de mutismo covidiano ha sido enterarme de que docentes jubilados de 65 años, ojo, jubilados, ya han sido vacunados con esa vacuna, y que los siguientes serán los de aún menos edad, mientras que otros docentes como yo, en activo, que convivimos a diario con cientos de chicos y chicas, seguimos en el limbo, nadie se acuerda de nosotros. ¿Y esto quién me lo explica? ¿Quién ha sido el artífice de tal planificación? ¿Quién se hace responsable de tal injusticia? No lo voy a saber, los sanitarios le echarán la culpa al del culillo, el del culillo a la consejería del baloncestista o a la ministra canaria. En fin, todos unos inútiles de tomo y lomo que viven para mantener su poltrona.

La gente ya está harta, la gente sale a la calle en cuanto puede, llenan los bares y pasan de cuidar distancias y de ponerse mascarilla cuando dejan de consumir, la gente ya no quiere oír hablar de covid ni de pandemia. Y las mentiras de los políticos, su mala gestión y la falta de entendimiento entre ellos ha colapsado al personal. Con lo que ya estamos viendo estos días los resultados, una nueva subida, otra ola. Pero si todo esto lo puedo llegar a entender, lo que no me cabe en la cabeza es que dejemos de ser sensibles con las muertes que a diario deberían de estremecernos, porque un día, el que menos te esperas, a lo mejor es un familiar muy querido por ti el que está en esa lista de fallecidos. Al final hemos caído en el peor de los dichos, el siniestro ‘¡sálvese quien pueda!’.