En estos últimos meses han caído entre mis manos varios libros que cuentan historias humanas que he leído o estoy leyendo en vacaciones, narran hechos en parte reales, también en parte inventadas por sus autores/as, pero con un nexo en común, todas se desarrollan en conflictos bélicos, son épocas convulsas, conflictivas, destructivas y devastadoras para la humanidad de Europa, para España, para el mundo, no tan ajenas a nuestras vidas o lejanas como queremos o deseamos pensar y olvidar.
Relatos con políticas de talante inicialmente democrático, al que se han añadido pensamientos religiosos, intereses geo-políticos y económicos, invasiones silenciosas, provocativas y sin respuesta del país invadido. Líneas que se borran, fronteras en las que se vive de siempre, donde la gente nace, crece, trabaja en mezcolanza generacional, sin ese sentimiento estricto de pertenencia a un lugar y país único. Se comparten lenguas, costumbres, familias... Hasta que las ideas se radicalizan, las noticias sesgadas por los medios de comunicación en sus portadas diarias informan o exaltan, unas veces contando con medio-verdades, otras diseñando la mentira de las redes sociales e Internet, amenazas que se convierten en ofensivas realidades.
Libros con historias de guerras, de vidas que sobreviven batallas, luchan y/o sufren en las entrañas de nuestras ciudades, de nuestro continente, de nuestro planeta.
Lecturas que me han abierto la mente, que sacian en parte mi curiosidad de conocimientos, que nos conciencian y empatizan con otras realidades olvidadas en nuestra cotidianidad social, en el contexto de este verano, de la familia, de las ocupaciones y el ocio entre estos calores.
Libros como:
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La Lectura es el medio más eficaz para la adquisición de conocimientos ya que enriquecen nuestra visión de la realidad, intensifica nuestro pensamiento crítico, lógico y creativo, facilita nuestra capacidad de expresión oral y escrita.
Estas lecturas me han planteado preguntas. Me hacen analizar los problemas desde otra perspectiva entendiendo en parte el pasado, intentando comprender la actualidad. Buscar nuevas respuestas propias, escuchando lo justo a la diversidad informativa, variada y variopinta de las portadas periodísticas, televisivas o radiofónicas.
Y una vez valorados los problemas, las opciones, las posibles respuestas y soluciones dentro de mi modesto alcance... El intelecto me bulle, me lleva hasta nuevas encrucijadas éticas, sociales, políticas, económicas o religiosas en nuestra España, en nuestra Europa en conflicto, sin olvidar la Guerra de Ucrania, el pulso tirano- dictatorial de Rusia, las condicionantes de Argelia y Marruecos, los acuerdos o desacuerdos de nuestra estrellada Comunidad Económica por una globalidad y universalidad común...
Dichas lecturas me han llevado a nuevas preguntas:
- ¿Realmente queremos saber la verdad?...
- ¡Ya que seguro, se vive más feliz, sabiendo poco, sin cuestionarse nada!...
- ¿Tal vez no saber o no querer saber esa una ventaja siempre?
- ¡O una forma de ser, de actuar, de filosofía de vida!...
Y acabo, porque la respuesta no puede ser otra que: Sencillamente la desconexión de la realidad a ratos, de la verdad permanente, te permite olvidar y vivir en paralelo otras realidades.