A pesar de que sobre la Guerra Civil española se ha escrito muchísimo, no deja de sorprendernos que muy a menudo veamos en los escaparates de las librerías un nuevo libro que trate sobre algún aspecto de la guerra del 36 del que hasta ahora nadie se había ocupado. Tal es el caso del último libro publicado por el profesor del Instituto Marqués de Comares de Lucena José Luis Casas Sánchez, titulado Por lealtad a la República. Historia del canónigo Gallegos Rocafull (Barcelona, Editorial Base, 2013).
En principio, lo más llamativo de este libro es que en él se nos da a conocer la biografía de un sacerdote singular de cuya figura hasta ahora nadie se había ocupado en profundidad. ¿Dónde estriba dicha singularidad? Veamos.
Si tuviéramos que escoger el momento más trascendental para los españoles, a lo largo de todo el siglo XX, no hay duda de que éste sería el 18 de julio de 1936. Pues en torno a ese día multitud de españoles tuvieron que decidirse entre agregarse a los militares que se sublevaron con las armas contra la II República, o por el contrario permanecer fieles a la legalidad constitucional republicana que los españoles se habían dado tras la caída de la monarquía borbónica de Alfonso XIII.
Por lo que se refiere a los miembros eclesiásticos de la Iglesia católica, de sobra es conocido que la mayoría de ellos se adhirieron sin vacilación a las huestes de los franquistas, si bien, hubo sacerdotes, una minoría de los mismos, que permanecieron fieles a la República, a la legalidad vigente. Tal fue el caso, precisamente, del canónigo de la catedral de Córdoba don José Manuel Gallegos Rocafull. El cual decía que su decisión de permanecer junto a la República no solamente no era incompatible con su fe, sino que sus “deberes de católico y español le exigían respetar la legalidad, defender a la patria agredida, socorrer al débil, odiar la guerra, reclamar el reino de la justicia, salvar vidas humanas”.
Llegar a estas conclusiones tuvo que ser difícil para aquel sacerdote que con su decisión de permanecer junto a la República se apartaba de la línea trazada por sus superiores jerarcas, y seguida por sus compañeros en el sacerdocio, aunque tras profunda reflexión concluyó que no podía abandonar a los más débiles, tal como expresaba en uno de sus libros:
Cuando digo que he elegido al pueblo, digo que he elegido sus ideas, puesto que muchas de las que sostiene me parecen singularmente justas. No digo tampoco que he elegido sus violencias, ni tampoco sus excesos, a pesar de que los justifico en muchos casos. Cuando digo que he elegido al pueblo, digo simplemente que sólo a él he elegido, con su ser atormentado, con sus necesidades, con sus miserias, con sus pobrezas, con su formidable fuerza vital y su esperanza de redención
La postura adoptada por Gallegos Rocafull ante tan trascendental decisión, como era de esperar, no fue comprendida por sus superiores eclesiásticos, ni entre sus iguales, hasta tal punto que fue vilipendiado, expulsado de su tierra y condenado a divinis, con lo que se le privaba de poder ejercer su labor pastoral de sacerdote; sin duda, esto último es lo que más le hizo sufrir, dado que Gallegos nunca renunció a sus creencias religiosas ni a permanecer en el seno de la Iglesia católica.
Lógicamente por razones de espacio no es posible que me extienda aquí sobre las vicisitudes biográficas de este singular sacerdote, ni que hablemos de la amplitud y riqueza de su formación moral y cultural en el más amplio sentido, las cuales se pueden seguir en este libro espléndido de nuestro admirado historiador José Luis Casas. Pienso que quienes se interesen por la lectura de esta obra no dejaran de sorprenderse cuando conozcan algo más sobre quien fue don José Manuel Gallegos Rocafull, un sacerdote fuera de lo común, del que hasta ahora nada o muy poco conocíamos.
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