Ya se han pasado las elecciones municipales y autonómicas y con el batiburrillo que nos hemos desayunado, no se si tomarme la píldora del día después, la del antes o la del mes próximo. Las mayorías absolutas, pese a que permiten gobernar con total impunidad, parece ser que se llega fácilmente al endiosamiento, y no es del todo bueno, ya que las democracias consisten en escuchar las voces de los votantes, que al fin y al cabo, somos los que les pagamos el sueldo, y no olvidar que no es solamente la economía, aunque en esta ocasión fuese lo más importante, sino también legislar de forma coherente con los planteamientos llevados en el programa por el que muchas personas les votaron.
Teniendo en cuenta que hace años nos llamó Henry Kissinger “cafres políticos”, poco hemos avanzado, pues si tuviésemos un razonamiento de estado, si nos sintiéramos identificados con nuestro país e insignias nacionales, bandera, himno, etc., todo fluiría más o menos acorde a las circunstancias del momento, como ocurre en otros países de nuestro entorno, pero en gran medida me temo que esto no va a ocurrir aquí.
Me duele mucho reconocer que la envidia y el rencor deben estar enquistados en nuestros genes y a la menor ocasión, se rompe el tumor. Aquí no se gobierna con la cabeza sino con las tripas y la bilis lo emponzoña todo. En principio estaba la izquierda y la derecha, luego apareció el centro moderado de una ideología o de otra, y los extremos que se pasaban por ambos lados. Hasta ahí la cosa era más o menos fácil de llevar, unas veces gobernaban unos y otras los otros. En la actualidad es altamente complicado. Han aparecido partidos políticos de debajo de las piedras en multitud.
Hay que tener en cuenta que la corrupción tan extendida en nuestra España desde hace muchos años, la llevan a cabo personas, que no, ni siglas ni partidos políticos, y se ha comprobado que la corrupción no pasa factura, a no ser que sean personas del PP, ahí si, el cordón o muralla hecho al centro derecha, todos contra él, es muy difícil de superar como no sea con mayorías absolutas, y entonces volvemos a lo mismo del principio.
Cuando empezábamos a levantar cabeza, otra vez marcha atrás, porque no veo claro que una coalición tripartita o cuatripartita como va a tener que hacerse en muchos sitios, vaya a dar resultados beneficiosos para nadie, solo para aquellos que ostente el poder, es decir, la casta, tan criticada por los que luchan para encaramarse en un sillón dentro de la misma.
Sería mucho de agradecer, que los dos grandes partidos y los emergentes que han entrado con fuerza, se pusieran de acuerdo, aunque sea la primera vez, en gobernar de manera estable generando confianza tanto dentro como fuera del país, no haciendo bajar la bolsa, ni creando incertidumbre en los inversores, ni dando coces a diestro y siniestro, como otras veces ha ocurrido, para poder salir de la crisis en la que estamos todavía inmersos.
Hay que ir de frente aunque te partan la cara, pues el ponerse de perfil deja al descubierto los relieves más indeseados.
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