Los relatos del padre Brown de G. K. Chesterton, de la Editorial Acantilado y en traducción de Miguel Temprano García, los considero el justo homenaje a un maestro de la novela negra y, a la vez, también a esa otra Cataluña abierta a las culturas, una Barcelona «flor de las bellas ciudades del mundo», sin nacionalismos de cerrazón premeditada.
En estos pestilentes tiempos en los que se encuentra sumida la España política del juego sucio, la mentira, el bostezo, la corrupción de “coge el dinero y corre”, más masters y tesis de discutido valor intelectual y social, lo mejor es refugiarse en la lectura de autores que nos pueden proteger de la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan y esos otros que aspiran a desgobernarnos mucho más. Ya en los años de muchacho apasionado de la lectura de tan peculiar autor, me fueron alumbrando el camino para que la niebla no me envolviera en silenciosa ceguera del simple súbdito de poderes prefabricados.
Y tras mi inolvidable Julio Verne, La isla del tesoro y aquello que me fue posible en años de escasez y de escuelas, no hablemos de bibliotecas municipales, palabra desconocida en los pueblos de los crueles cincuenta, el azar me puso en las manos como libro abierto a todas horas el primer tomo de las Obras Completas de G. K. Chesterton editado por José Janés, Barcelona 1952, que le compré a un vendedor de libros de ideas republicanas, que iba de pueblo en pueblo vendiendo obras de alta calidad un tanto clandestinamente, pues los jefes locales del Movimiento Nacional, de gatillo ligero, de la dictadura eran tipos de una incultura feroz.
Cautivado por ese autor del más fino e ingenioso humor, a la largo de los años continué leyéndolo aquí y allá, hasta que me llegó la suerte de la saga del padre Brown, que fue publicada en Inglaterra entre 1915-1935 por Acantilado, con el esmero que la caracteriza ya en el año 2008, cuya lectura ofrece acertados juicios humanos y críticos que muestran su valía intelectual, dentro de esa fama biográfica de tan desordenado y distraído personaje, pero de razonamientos siempre dignos poseídos de la razón y la justicia. “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia.” Los podemos definir como retratos morales que se encuentran en todos sus relatos policiacos de dedicada a la novela negra, moderna y original en la forma de abordar los muchos casos que presenta ese protagonista deshilachado y, como en otro mundo desde el que analiza el presente, "Los únicos relatos modernos que pueden calificarse de morales son los relatos de crímenes".
“Las vidas de los ricos son en el fondo tan aburridas y monótonas, sencillamente porque ellos pueden escoger lo que ha de sucederles. Están aburridos porque son omnipotentes... La cosa que mantiene la vida romántica y llena de ardientes posibilidades es la existencia de esas grandes limitaciones vulgares que nos obligan a todos a enfrentarnos a las cosas que no nos gustan o que no esperamos.” Porque para Gilbert Keith Chesterton apoyado en la razón de su catolicismo crítico y exigente base literaria de creación, que se adentra a tan curioso cura investigador con los más sencillo y diversos métodos y juegos literarios, llenos de humanidad y humor los que caracterizan sus criterios de la novela negra desde un ángulo totalmente moderno: "Son probablemente los únicos libros que siguen basándose en el esquema tradicional de la verdad y el honor tal como los entendían todas las grandes civilizaciones del pasado. Lo demás son apologías más o menos persuasivas del perjurio o presentaciones más o menos atractivas de la traición", ahondando en el interior de sus personajes, buenos o malos. Manteniendo sus firmes criterios por encima de todos los azares de la vida en la realidad o la ficción. Para este inmenso escritor su obra muestra con suave tenacidad los criterios humanos de la razón y la justicia, las repeticiones de su filosofía nunca nos llevan al cansancio y a la pérdida de la razón y el estadillo simple de la sorpresa.