Dado el título del artículo sería coherente hablarles del grupo que lidera el murciano Diego Cantero y que se llama así, Funambulista. Descubrí su música hace algo más de un par de años y desde entonces ya está en mi lista de preferidos. Música de autor que se adapta al pop como anillo al dedo y que se mezcla con el rock sin ningún problema. Mi descubrimiento llegó al ponerme mi hijo alguna de las canciones de su disco Dual, en el que Funambulista creó canciones para compartirlas con artistas de la talla de Dani Martín, Rozalén, India Martínez, Pablo Alborán o Antonio Orozco entre otros. El disco no tiene desperdicio, escuchas una canción y te gusta, pero es que escuchas la siguiente y te crees que te gusta más, y así hasta la última.
Sé que Funambulista no es muy conocido por el gran público, por supuesto que tiene sus seguidores, pero no sale en El Hormiguero y no le dan mucha cancha ni en televisión ni en las radios, pero si tienen ustedes la oportunidad, oigan y opinen.
Podría seguir hablando de su último lanzamiento, Esa luz, y darle un repaso a toda su carrera, pero no, no porque no se lo merezca ni porque no me apetezca escribir algo alejado de la política, sino porque hay por ahí otro funambulista llamado Pedro Sánchez que ocupa el cargo de presidente del gobierno y que me preocupa muchísimo su estado permanente en la cuerda floja, no por él, sino por el país que lleva a su espalda.
Desde que entró en la presidencia, por la puerta legítima de atrás sin pasar por las urnas, Sánchez ha visto dimitir ya a dos de sus ministros, y tiene otros dos que también han cogido la pértiga para, en su particular cuerda floja, tratar de llegar al final de la legislatura.
Sánchez demuestra día a día que se le da bien lo de andar por las alturas guardando el equilibrio, preside un gobierno que no es capaz de aprobar los presupuestos, que está atenazado por los independentistas catalanes, y yo diría que también por los vascos, que intenta gobernar a golpe de decreto, siempre que el mismo tenga el VºBº de sus socios, de todos sus socios, lo que le cuesta a los españoles un buen pico. Hace unos días conocimos el pastón que le va a dar a los catalanes y vascos para tenerlos medio contentos.
Y así seguimos un día tras otro, sin avanzar y en ascuas, presos de la temeridad de un funambulista que, eso sí, va a exhumar los restos del dictador Franco, todo un justo logro que no tenía urgencia ninguna y que se ha vendido y se va a seguir vendiendo como algo inconmensurable. Y veremos, por cierto, si no le sale el tiro por la culata, porque a lo peor lo entierran en la madrileña catedral de la Almudena y ahora va a servir de punto turístico.
Por otro lado, los inefables hechos acaecidos ayer en Cataluña no han tenido ni siquiera unas severas palabras de repulsa por parte de Sánchez, comprendo que cueste entender y hablar de algo tan surrealista, pero el atentado contra la democracia que ayer se produjo no puede quedar en el vacío, por muy funambulista que el presidente del gobierno de España sea. Un presidente del gobierno catalán que anima a las masas violentas para que actúen creando pánico en el propio parlamento catalán no tiene sentido político alguno, a no ser que esa persona sea un descerebrado, que está claro que lo es, pero me temo que también ha actuado enalteciendo la violencia y eso debe estar penado, tanto o más que los borregos independentistas que atacaron e hirieron a las fuerzas del orden. Después de un año las cosas no están mejor que estaban en esa parte de España, ya se oyen voces pidiendo de nuevo el 155, no sé si son exageradas, pero me preocupa seguir así. El fugitivo sigue a sus anchas en Bélgica junto a algunos cobardes más, y Junqueras preso sin juzgar. Esto no es serio, se sigue jugando con el Estado de Derecho y con la lenta Justicia, y se está convirtiendo en algo habitual, algo normal. Alguien debe poner coherencia ante tanta locura política, no será Sánchez, no se me ocurre quién pudiera…
Ayer eso, hoy la nada, qué pasará mañana, es vivir sin rumbo, sin timonel, viendo al barco hundirse mientras su capitán sigue sosteniendo en sus manos la larga pértiga que le ayuda a mantener un equilibrio que se muestra más y más inestable a cada paso que da.
Se necesitan elecciones con premura, el clima empieza a ser irrespirable y el personal ya no se distrae con fútbol y rock and roll, se tensan tanto las cuerdas que pueden llegar a romperse, esperemos que el alambre del funambulista aguante y no caiga al vacío, a mi parecer no estaría mal que alguien le dijera que se dejara de gaitas, dejara el equilibrismo y nos llevara a las urnas.
Está claro que por una cosa o por otra no voy a escribir nada que no huela a política, el otro día mi compañera de columna, Carmen Muñoz de Águeda, escribió un bonito artículo, La carta, y me dije, pues me apetece hacer algo así para salirme del asfixiante mundo político y escribir otras cosas que también me rondan y que siempre se quedan en el tintero. Otra vez será.