No es necesario hacer un panegírico de lo que es Andalucía, no lo pretendo, sólo quiero expresar el sentimiento que me embarga un día tan señalado en mi calendario como es el Día que conmemora la lucha de una tierra por no ser menos que otras, tampoco más, en esta España plural.
Los que ya tenemos unos años recordamos los dos momentos álgidos en esa lucha. La gran manifestación del 4 de diciembre del 77, que terminó tristemente con la muerte de García Caparros por una bala fascista, y el 28 de febrero del 80 que, tras una agotadora jornada electoral, concluyó con que Andalucía iniciaría su camino autonómico como las comunidades que se llamaron históricas. Era ir por el artículo 151 de la Constitución, la vía rápida con más competencias en el autogobierno desde un principio, y no como proponía el gobierno nacional de Suárez que quería la vía lenta del 143. Hecho que le costó a UCD quedar sentenciado en nuestra tierra y el comienzo de su marcha atrás.
Por entonces, las ganas de ponernos al día, de salir de la opresión y el catetismo franquista era tal que las calles se llenaron de banderas verdiblancas, se forjó un sentimiento de tierra históricamente maltratada y sin embargo rica como ninguna. No queríamos volver a ser la cenicienta de las autonomías y por eso los gritos de libertad e igualdad salían por las ventanas de las casas.
Mis hijos se preguntan qué pasó para que con aquellos condicionantes no surgiera aquí un partido nacionalista andaluz fuerte que llevara la voz de los andaluces al parlamento nacional y rascara todo lo que pudiera al estilo de los vascos y catalanes. Y la respuesta es bien sencilla. Aquí no tuvimos un líder claro que manejara el timón con brío en este barco, aquí el que partía la pana era Felipe González que a la par era el secretario general de todos los socialistas de España. Y nos creímos que él iba a estar siempre, y que sin necesidad de regir un partido nacionalista iba a defender nuestra tierra no dejando de ser lo mismo que las demás.
Confiamos en un PSOE y puede ser que nos equivocáramos, porque a la postre hemos visto que los gobiernos nacionales donde estos gobernaron dejaron de darle a Andalucía lo mucho que les dieron a vascos y catalanes, ya que éstos eran la bisagra para la gobernabilidad estable. Y confiamos en el PSOE para gobernarnos a nosotros mismos, y bueno, qué voy a decir que no sepamos, tantos años de mandatos convirtieron a esta tierra en su cortijo dando lugar a corruptelas que hoy todavía se están juzgando (no solo los ERE…).
La letra de nuestro himno, … por España y la humanidad, nos tiene marcados y nos hace ver que no hemos servido para ser nacionalistas andaluces, y las últimas elecciones, que han dado la viabilidad a un gobierno de derechas por primera vez, lo ratifica.
El partido andalucista ha sido el fracaso más claro para explicar también todo lo anterior. Un partido nacionalista andaluz, pero no independentista, que empezó siendo el Partido socialista andaluz y que de pronto se quedó en Partido andaluz, nunca he sabido a qué se debió ese cambio. Con líderes que se enzarzaban en luchas internas por el poder y que no sabían transmitir a los andaluces su esencia, quizás porque no la tenían. Hoy es un partido desaparecido.
Me duele que esta mañana la prensa nacional no tuviera ninguna noticia donde se hablara del Día de Andalucía, solo el coronavirus y la mesa de negociación con los independentistas catalanes copaban las portadas. Me duele y me fastidia que todavía hoy tengamos que seguir pidiendo que Andalucía no ande para atrás como los cangrejos. Me duele que las cifras de parados estén en mi tierra en las cotas más altas. Me duele que la educación en Andalucía siga premiando lo privado en lugar de lo público. Me duele que la voz de Andalucía no esté en el Congreso de Madrid, pidiendo lo que nos merecemos, ni más ni menos. Me duele que el Día de Andalucía se celebre sin tonos reivindicativos y se hayan convertido en días donde lo políticamente correcto salga en las fotos. Me duele ser andaluz, y no por ello renegar de España, y que España siga mirándonos como la tierra de las playas, el jolgorio y la siesta. Me duele Andalucía porque no hemos sabido llevarla a donde se merece y sus hijos siguen emigrando porque seguimos siendo una tierra sin oportunidades.
Ojalá algún día mis hijos, o los suyos, no sientan mis dolores. ¡Viva Andalucía!