Manuel Guerrero Cabrera
Me he demostrado a mí mismo lo de que poco aprieta quien mucho abarca. He ido repartiendo mi atención entre varios asuntos y no todos han podido llevarse a cabo por completo. Así, tengo comenzados tres artículos (y este hace cuatro) para este diario, pero todos inacabados y, es más, no puedo dar fe de que este cuarto llegue al final. Algo similar le pasaba al mayordomo Betteredge en La piedra lunar de Wilkie Collins, que tiene el encargo de contar lo sucedido con el diamante, pero cada vez que empezaba a hacerlo, sus ansias narrativas lo llevaban por los cerros de Úbeda.
Precisamente, de la carretera que nos lleva hacia allí, la A-318 (y A-316), hablaba en uno de esos artículos al referirme a las mejoras de las que hay en la Subbética, aunque algunas otras precisan de arreglo, como la que une Cabra con Los Llanos, la conocida como de las Erillas. Así, comentaba que estas mejoras no habían llegado a los conductores y a determinadas señales; en los primeros se ve en que no hay acuerdo en cómo conducir en las glorietas y en las segundas en la confusión (señales que enuncian carreteras que se denominan de otra manera) o que abruman por el exceso de información (las salidas de la superglorieta que se toma para ir a Los Santos o al centro comercial).
En otro artículo hablaba de la confusión, en este caso, mental y desafortunada de David Bisbal respecto a lo que sucede en Egipto y de su preocupación por las pirámides, símbolo de toda una civilización. Dejando a un lado que sus palabras parecen ser de todo menos inteligentes, hacía referencia a lo que su generación ya ha perdido de conocimiento y, peor aún, lo que las más recientes siguen perdiendo; jóvenes para quienes la práctica del uso de la memoria de Sherlock Holmes (el de Conan Doyle) es su bandera, pues el mejor detective del mundo, tras aprender y reflexionar, asentaba o borraba de su memoria ese conocimiento. De ahí que no me sorprenda que Holmes no recuerde cómo es el sistema solar.
También de jóvenes hablaba en el tercer artículo, precisamente de los involucrados en la muerte de Marta del Castillo y de María Esther de Arriate; donde me preocupa la edad de los presuntos asesinos. Con el doble de su edad, yo solo he matado moscas y a la de ellos tenía claro que matar a una persona era, como poco, gravísimo. Me llama poderosamente la atención que algunos se sumaran, con hielo por sangre, a la búsqueda de los cuerpos antes de ser arrestados, como si lo que hubieran hecho, hubiera pasado en un tiempo alternativo o no fuera con ellos. El bueno e inteligente del Padre Brown (creación de Chesterton) ya avisaba de que «en lo que hace, el hombre siempre deja su tortuosa huella» y, por esto mismo, no pueden quedar impunes.
Decía el logoterapeuta Víktor E. Frankl que el hombre «es el ser que siempre decide lo que es», por esto mismo, solo los lectores decidirán si esto es un artículo, aunque abarque mucho y apriete poco en los detalles e, incluso, aunque parezca inacabado.
Manuel Guerrero Cabrera
Poeta y filólogo
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