Manuel Guerrero Cabrera
Entre todas las letras de nuestro abecedario, la hache (h) es una de las que menos simpatías despiertan en la escritura. Al menos así me lo manifiestan algunos contactos en correos electrónicos que la califican de innecesaria, cada vez que a alguien se le olvida y le indico cómo se escribe correctamente. ¿Se expresan mejor por ello? ¿Mejora nuestra lengua?
Lejos de emplear ejemplos y de realizar juegos malabares con hipótesis sin hache en torno a las palabras «ahí», «hay» o «ay», para responder estas preguntas; necesitamos esta grafía para pensar en la lengua y, por consiguiente, para ayudar al pensamiento de los que la utilizamos.
En su artículo «Ortografía y rigor» (1976), Fernando Lázaro Carreter comentaba que la ortografía se había relajado y que había surgido contrariedad hacia sus reglas, debido a una posible identificación de democracia, que daba sus primeros pasos, con ello; sin embargo, algunas de sus afirmaciones continúan presentes, pues «se prefieren las ideas simples a las complejas, el camino llano al áspero, y muchas veces, el orfeón que grita a la voz que razona» y sigue sin mejorar «la capacidad crítica para discernir entre lo sensato, lo opinable y lo insensato».
Por ello, en primer lugar, pensar en la lengua que utilizamos fomenta la educación de la mente y ayuda a la libertad del discernimiento, y para ello contamos con la ortografía que agrupa a muchos pueblos y su cultura. Porque, en segundo lugar, el pensamiento es la capacidad mental para decidir, dar sentido y descifrar las informaciones disponibles en el cerebro, lo que da lugar al razonamiento para el que se emplea destrezas verbales. Ya que, en último lugar, sin entrar a valorar qué es anterior (recomiendo los escritos de Piaget, Vigotski, Delay y Pichot al respecto), pensamiento y lenguaje están fuertemente relacionados.
La hache, sus normas ortográficas y las demás son necesarias para que nuestro pensamiento prospere, nuestra mente esté activa y nuestro razonamiento nos ayude a reflexionar sobre la lengua que utilizamos diariamente con el fin de comunicarnos y, sobre todo, de entendernos.
Manuel Guerrero Cabrera
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