“Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien”
Groucho Marx
Ilustrísimos señores, señoras, señorías, “padres y madres de la Patria”, hago mía la frase del magnífico Groucho para dirigirme a Ustedes, a todos ustedes, para expresarles mi indignación por el desprecio que muestran, ignorándola, a toda esa población que por suponer una minoría, una nada rentable bolsa de votos para cuando a ustedes les interesa, es decir, cada cuatro años (si no hay elecciones anticipadas) y que para sus cálculos “políticos”, no son nada fructiferos, pues solo suponen gasto, y de acuerdo con sus criterios, estamos en tiempo de recortar, pero claro, recortar especialmente en aquellas partidas, o en aquellos colectivos que suponen mas bien poco conflicto social.
Es poco creíble su aparente interés en las clases menos favorecidas, entre las que no se encuentran las familias con niños que padecen en cualesquiera de sus múltiples formas de patologías, una discapacidad más o menos grave. A estas alturas parece mentira que en todo el corpus legislativo que nos han regalado los distintos gobiernos que hemos padecido, nacionales y comunitarias, las cuales en su afán de protagonismo, llegan a la esquizofrénica situación de repetir, duplicando o triplicando la misma obligación del sufrido ciudadano, en un determinado deber (contributivo casi siempre), no se haya llegado a legislar a nivel nacional o cuando menos comunitaria, una Ley de Atención Temprana que permita independizar de los vaivenes políticos la situación de las familias con niños con problemas en su desarrollo o riesgo de padecerlo, asegurándoles una continuidad en el tratamiento al que tienen derecho, si señorías, óiganlo bien, TIENEN DERECHO, y que garantice su continuidad. Del mismo modo, cabe decir otro tanto del aspecto educativo con una Ley de Educación Inclusiva.
Les recomendaría encarecidamente, señorías, que tomaran contacto con el pueblo al que se supone que deben servir y que es la razón de su ingreso en la política, a la que acceden “con actitud de servicio y ánimo de servir al ciudadano, al contribuyente que les paga su sueldo”, paseando y visitando los diferentes CAITs,…. ¡¡ Ah ¡!, ¿que no saben que significa CAIT?, perdón: Centro de Atención Infantil, Temprana, o bien los colegios que entre su alumnado tienen niños con NEE, ¡¡ Ah ¡!, ¿que tampoco saben que significa NEE?, perdón nuevamente: niñas y niños con Necesidades Educativas Especiales.
Si en algún momento, durante su legislatura (recuerden que son cuatro largos años), sufrieran un ataque de honestidad y se dieran ese paseo que les he recomendado, comprobarían la angustia, la desesperación, el sentimiento de abandono y de burla que sienten las familias ante el ir y venir de una ventanilla a otra en las que no falta el “vuelva usted mañana” de Larra que viene padeciendo, tratando de que sus hijos e hijas sean atendidos adecuadamente, recibiendo el tratamiento y atención que se les ha prometido sucesivamente mediante Decretos que no se cumplen, Órdenes que tampoco se cumplen, Protocolos demenciales que obligan a familias que han sufrido una merma significativa en sus ingresos debido a que uno de sus miembros (si los dos trabajaban) ha tenido que dejar el trabajo para atender a su hijo o hija con una determinada discapacidad o disfunción, no pueden modificar su situación ante la administración cuando están en el primer ciclo de Educación Infantil porque los plazos se han establecido de modo que no se puede tener en cuenta la última declaración de la Renta al tener que presentar la documentación correspondiente antes de que éste termine. Familias que a estas alturas de curso, aún no tiene asignado un monitor o un Logopeda o un Pedagogo Terapeuta o un auxiliar para atender las necesidades de su hijo o hija, porque la Consejería de Educación correspondiente tiene a bien no enviarlo, lo que obliga a las familias más atrevidas a ser la propia madre, en general, a realizar esas tareas de apoyo con su hijo en el colegio, si, señorías, no pongan el grito en el cielo diciendo que eso no puede hacerse, pero….., ¿qué quieren que haga esa madre viendo que a su hijo o hija, no le cambian los pañales, o no le alimentan por sonda, o no le inyectan la insulina necesaria porque no tiene el centro el técnico correspondiente? No les pido que se pongan en su lugar, porque, señorías, “tienen el corazón de piedra”. Si tuvieran un corazón de carne, ya habrían solucionado esto hace bastante tiempo, porque bastante han tenido.
Se permiten censurar la lucha que sostienen día a día Asociaciones y Plataformas compuestas por familias, y profesionales acusándolas de que lo único que hacen es criticar la acción del gobierno de la Comunidad (hablo de Comunidad porque las competencias de Sanidad y Educación están transferidas a las mismas y por tanto son las responsables de la situación en su respectivo territorio o más bien diría “reino de Taifa”) cuando lo que hacen las mismas es presentarles la realidad que están viviendo las familias, con datos objetivos y por tanto comprobables, no son ideas, o sueños, no, son datos que están ahí, sobre la mesa y que pueden comprobarlos y contrastarlos cuando quieran, haciendo además oídos sordos a las propuestas repetidas una y otra vez de la conveniencia de una Ley de Atención Temprana y una Ley de Educación Inclusiva, que no exclusiva; capaz de incluir no excluir como ocurre ahora muchas veces por falta de personal o preparación suficiente, con vista al futuro de estos niños y niñas, asegurando a las generaciones venideras una Atención Temprana y una Educación Inclusiva que les equipare como ciudadanos de pleno derecho.
No pueden ustedes, señorías, hacerse idea de la generosidad de estas familias que ante la realidad que se les presenta cada día, aún tienen confianza en que ustedes, señorías sean capaces de tomar conciencia de la situación y volver la cara hacia ellos, hacia estos pequeños que no suplican, exigen con toda dignidad, porque desde el mismo momento de su nacimiento están luchando por ser hombres y mujeres competentes, y escuchen lo que tienen que decirles: que les permitan hablarles de su experiencia y de su realidad, de modo que ustedes, señorías, sean capaces de dar respuesta adecuada a estos ciudadanos a los que se supone es su obligación servir.
No les agradezco nada, porque nada tengo que agradecer. Su egoísmo y su ignorancia nos añade una angustia más a la de cada día, pues cada día es distinto del anterior, es una lotería en la que no sabemos que “premio” vamos a conseguir. Tampoco confío en que esta carta haga mella en esa concha con la que recubren su dignidad de parlamentarios o senadores, de modo que me despido de ustedes, señorías, con la esperanza de que algún día tengan un fuerte ataque de cordura.
Atentamente,
Manuel Sánchez
Abuelo de una niña de dos años con una enfermedad rara.