Un año más, estamos en Navidades y ya vemos los Belenes, la propaganda con los juguetes que los pequeños pedirán a los Reyes Magos, y ese frío que debería de llegar y que aún no ha llegado y que acompañado de agua es tan importante...
Fuera del tema religioso, en el que prefiero no entrar, al menos en este artículo, son fechas en las que nos acordamos de nuestros seres queridos. De nuestra familia, de nuestros amigos, de las personas que están y de las que ya no están. Y yo me pregunto, ¿hacen falta realmente estos días para que nos acordemos de la gente a la que queremos?, ¿es necesario que se nos “recuerde” que tenemos a nuestro alrededor a muchísimas personas que son importantes para nosotros?
A lo largo de la vida, y desde que nacemos, van apareciendo personas que tienen algo que ver con nosotros. Los amigos de la infancia, esos con los que pasas tus primeros años de vida, con los que juegas, con los que aprendes y te diviertes tanto. Esas excursiones con el colegio, la preparación de las fiestas de fin de curso, las primeras salidas los fines de semana... Está claro que la infancia es la etapa más feliz de una persona.
Pero, poco a poco, nos vamos haciendo mayores y pasamos a la época más importante y complicada: la adolescencia, esa etapa tan temida por los padres y tan ansiada por nosotros, para luego... ¿qué? En esta etapa llegan los amigos del instituto, que pueden ser o no los mismos que los de la infancia. Seguimos con las salidas los fines de semana, empezamos a crear nuestras pandillas y grupos de amigos... Y, por supuesto, encontramos a nuestro primer amor, ese que creemos que será para toda la vida. Esa persona con la que nos sentimos bien y cuyo bienestar sólo nos lo puede proporcionar ella.
Luego viene ya la etapa de la adultez. Se pretende tener trabajo, formar una familia y tener un cierto bienestar socioeconómico. Eso es lo que solemos buscar en esta etapa, a veces sin éxito. Y aquí los amigos siguen aumentando, pueden ser los mismos que los que teníamos en la infancia y adolescencia o, por el contrario, personas a las que vamos conociendo en el trabajo o como vecinos, los que comparten nuestras aficiones, los padres de los compañeros de nuestros hijos, etc.
La vida va pasando demasiado rápido, sin darnos siquiera tiempo a ser conscientes de lo que está sucediendo. Y hay ocasiones en las que creemos que tenemos unos amigos que nos durarán para toda la vida, en los que confiamos plenamente y creemos que ellos confían en nosotros. Y de repente, ¡¡zas!!, nos dan un palo. Un palo duro de esos del que nos cuesta recuperarnos. Seguro que todos los que estáis leyendo estas líneas sabéis de qué tipo de personas estoy hablando. Esta gente que yo, sinceramente, sólo puedo calificar con el nombre de “falsa”. Nos hacen creer que son personas que nos quieren de verdad y que estarán siempre con nosotros, pero cuando menos nos lo esperamos nos traicionan y dolorosamente nos hacen darnos cuenta de que no son como realmente creíamos.
¿Y de los amigos por el interés? ¿Quién no ha conocido a alguien que decía ser nuestro amigo en una determinada situación por conveniencia y que luego si te he visto no me acuerdo? Para tomar unas cañas siempre hay amigos, y para un café también. Pero, ¿y para cuando estamos mal y necesitamos alguien a nuestro lado? Yo tengo muy claro que, en esos momentos, el círculo de amigos se reduce al mínimo y sólo quedan los amigos de verdad, los que siempre están ahí, los auténticos.
Yo no soy una persona que tenga muchísimos amigos, ni tampoco lo pretendo. Soy una persona que tiene grandes amigos y muchos, pero que muchos conocidos. Hace unos años habría dicho que las personas que sin ser de mi familia formaban parte de mi vida eran todos mis amigos... ahora ya no lo tengo tan claro. Por supuesto que no les deseo ningún mal a quienes ya no están en mi círculo, ni muchísimo menos, pero prefiero mantenerlos alejados de mí y pretendo ser feliz con los amigos que ya conocía y con los nuevos que estoy conociendo.
Es cierto también que las personas que sean nuestros amigos no tienen por qué pensar siempre como nosotros, eso es un error muy común, e incluso diría que eso es lo bonito de la amistad, seres diferentes que sean capaces de decirse las cosas a la cara, sin tapujos, cuando crean que el otro lo está haciendo mal y felicitarlo cuando realmente lo esté haciendo bien.
Por eso, y he aquí lo que creo importante de estas líneas que hoy escribo, pensar que es importante conservar la amistad y no sólo en estos días navideños, porque durante todo el año nos gusta sentir el cariño de las personas que realmente nos quieren, y no confiar tanto ni volcarnos en esas otras que dicen superficialmente ser nuestros amigos y que luego no lo son tanto...
A todo el equipo y lectores de surdecordoba.com quiero desearles lo mejor para estas fiestas ya comenzadas y que te tengan un maravilloso año 2016.