La palabra libre necesita medios que la difundan. Así reza el lema que en la contracubierta de Saigón podemos encontrar. ¿Pero hay palabra libre? ¿Es posible que pueda expresarse sin ningún tipo de límite? No se dice en vano que la limitación que uno se impone a sí mismo es la más habitual y la más tajante. Saigón tiene restricciones, las propias de una publicación en papel: límite de páginas, un número concreto de versos por página –y por autor, diría–, fotos de interior en blanco y negro… No obstante, todo unido, con todas las pautas que parecen limitar la palabra, hacen que no sea así y que el conjunto cumpla con el lema.
El número 26 de Saigón se abre con una entrevista al cervantista Antonio Cruz Casado, todo un homenaje a Cervantes en 2016, a cuatrocientos años de su muerte. Pero la sabiduría de Cruz Casado va más allá de nuestro autor más universal: el Romanticismo, Rubén Darío, el siglo XX… Otro motivo que hace más valiosa la entrevista es que dirigió Angélica. Revista de Literatura, una de las revistas sobre Literatura más importantes que se han realizado desde el sur de Córdoba, desde Lucena.
La sección creativa contiene, como es habitual, poesía y microrrelato, destacando el amplio repertorio del primer género. El primer poema no podía llegar de mejor poeta, de Luis Alberto de Cuenca:
Te miré con los ojos entreabiertos,
consciente de tu cuerpo en la penumbra
de mi último sueño, donde había
paraguas convertidos en murciélagos.
Tras él, las imágenes configuran los versos de Rafael Luna, la sinceridad de Jorge Fernández, las metáforas atrevidas de Manuel Delgado, los haikus sutiles de Piedad Baca, las matemáticas en amor de José Miguel García Conde:
Nada es igual menos tu piel inerme en la derrota, menos tu cuerpo que me descompone cuando la tarde olvida las respuestas y el mundo ignora nuestras despedidas.
La sensibilidad de José Manuel Pozo, la sencillez de Eva Moure, el perro que es metáfora y no lo es de Sensi Budia, el aviso de la utilidad inútil de la poesía de José Puerto, el punto existencial de Pedro Enríquez, la brillante relación de la mitología y el cáncer de Beatriz Cerón:
Mal nacido, Cancerbero,
mal mascota de ese fuego,
que mordiste sus entrañas,
sin dejarlo por más tiempo.
Te maldigo ya por siempre,
Cancerbero, Cáncer vero.
El viaje a París de María Jesús Soler, el elocuente verso de Pedro S. Sanz, la sugerencia poética de Jesús Cárdenas y el enérgico verso de Beatriz González.
La narrativa viene de la mano de Francisco Javier Cárdenas y José Moreno Millán, ambos con un estilo claro y con detalles en lo cotidiano; Santiago Moure, en cambio, presenta de manera más reflexiva su microrrelato sobre la memoria; por último, uno de los textos más interesantes de este número es 'Uno más' de Paula García Chacón, una joven de quince años que nos ofrece un intenso y sobresaliente microrrelato (no es aconsejable desvelar la temática o el motivo de 'Uno más' para que la lectura sorprenda y atraiga más). Basta el primer párrafo para comprobarlo:
Llegó a casa con hielo en los huesos y frío en el alma. Duro, cruel y sádico invierno.
Sus mejillas sonrosadas semejaban una puesta de sol en un país tropical que, por supuesto, nunca visitaría. Cerró la puerta con estrépito y se apoyó en ella.
Suspiró. Una noche más a salvo.
La sección de análisis contiene a los dos autores habituales en ella: Julián Valle Rivas, que continúa con su estudio de las distintas constituciones (es el turno de la de 1876), y José Manuel Valle, quien firma una vez más 'Una biblioteca en la Conchinchina' que dedica al libro Tres horas en el Museo del Prado de Eugenio D'Ors. José Manuel Valle no puede callar su amor por Madrid:
Madrid es uno de los mayores regalos que la vida me ha dado. Muchos de mis días más luminosos han acontecido en ella, ya sea en mis prolongados paseos –o caminatas, según se terciara– por sus avenidas, plazas y estaciones, habitadas por gentes de variada estirpe, ya en sus monumentos y museos, conciertos de rock, su feria del libro antiguo en Recoletos –cerca del monumento a mi paisano Juan Valera–, los largos y apacibles paseos por el Retiro, y las diversas compañías que en estos y otros lugares han alegrado mi estancia en la capital de las Españas.
A Madrid siempre se quiere volver.
Nada mejor que el cariño a una ciudad para que el autor nos coja de la mano y nos lleve a visitar el Museo del Prado bajo la guía de D'Ors. Un final del camino, Madrid, que se ha ido anunciando mediante las fotografías de Tomás Illescas. El otro componente gráfico es aportado por la joven artista Carmen Suárez con sus ilustraciones. Pero, como en anteriores números, es la cubierta la invitación atrayente: la luna fulgente sobresale entre unas ramas que evocan el otoño. El autor es Luis Narbona y consigue con esta fotografía su objetivo: estimular la lectura.
Esto, estimular la lectura, es lo más valioso del conjunto de la revista y, además, así es el único modo posible el lema con el que abríamos este artículo. Dicho de otro modo: La palabra necesita de lecturas libres que la difundan.