Cuando Zapatero llego al poder, parece ser, dijo a su mujer “aquí cualquiera puede llegar a presidente de gobierno” y tenia razón, no hay más que ver como nos dejó.
Cada uno en su casa puede hacer lo que quiera y mangonear a su antojo bienes y patrimonio si los tuviera, porque el acierto o equívoco solo repercutiría en su propia familia, pero cuando se trata de manejar las riendas de todo un país, la cosa es diferente.
Para ser buen político no basta con tener bipedestación y palabra articulada, se necesita algo más: Aprender de los errores del pasado, una moral intachable, ser buen gestor y buen comunicador, inteligencia suficiente para saber rodearse de los mejores en cada tema ministerial y alguna dosis de humildad para no encerrarse en la burbuja omnipotente en la que caen todos.
A lo anteriormente expuesto, añadiría algo más, no solamente tener una licenciatura, sino que hubiesen estado ejerciendo, al menos, cinco años en la empresa privada o pública, ¡ah!, y dominar, es decir, hablarlo y escribirlo correctamente, no solo el español (que para eso somos españoles) sino al menos el idioma inglés, para no hacer el ridículo en el exterior.
Cuando uno accede al terreno laboral, te exigen una serie de requisitos adecuados al cargo a desempeñar, generalmente más de los que luego te van a hacer falta, pero más vale que sobre y no que falte.
Para cobrar la pensión al final de dicho periodo, debes tener cotizado mínimo 35 años a la seguridad social para recibir una miseria, porque si sobrepasas los límites establecidos te la minorizan, es decir que te sangran durante todo el tiempo que se está en activo y si por tus valores o cargos desempeñados te reconocen que te corresponde más, da igual, te minorizan hasta el límite impuesto.
Todo esto, yo diría, parece una aberración, pero si todos fuéramos tratados de la misma forma, habría un conformar al menos más tranquilo. Pero cuando vemos que todo ello se reduce solo a la gente normal, me refiero no política, la cosa se vuelve no solo desesperante, sino en una aberración superlativa.
A la llamada casta política, inclúyanse todos, no se les pide nada de eso, ni siquiera estudios superiores, basta con afiliarse a cualquier partido, ser dócil cual borrego, no destacar demasiado para que no te yugulen antes de tiempo y esperar tu turno, que ya caerá. En cuanto a las pensiones y rentas vitalicias, tampoco necesitan tantos años pagados a la seguridad social, me parece que solo con siete, tienen ya su vida asegurada. No digamos los que pasan de ministerio en ministerio, a direcciones de empresas, de bancos etc. no dejan de cobrar cuando abandonan el cargo, van acumulando y acumulando mientras están en activo y luego cuando dejan la política, siguen cobrando por todo ello.
Leyendo esto, algunos pueden pensar, pues que bien, cuando tenga la edad me apunto a un partido cualquiera y a vivir. Si, pero el que así piense, no olvide que debe carecer de las cualidades que describo en el párrafo tercero de este artículo.
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