Cuando el desayuno que tenemos cada día es la corrupción extrema que a modo de lapidación no nos deja levantar cabeza, aparece un buen día Susanita con su ratón chiquitín tan contenta y ¡zas!, se le escapa.
Pero ¿como le ha podido ocurrir semejante descuido?, ella tan sensata, tan prócer en descubrir enredos y proclamar transparencia, ¿como se ha dejado llevar por tamaña demagogia y no se percató que su ratón, en compañía de su familia de roedores salieron un día del subterráneo donde se multiplicaban y comieron además de chocolate, turrón y bolitas de anís otras chucherías como mariscadas, parrilladas argentinas, viajaron como polizones por medio mundo, se aposentaron en fincas, terrenos y palacetes etc.? y su ratoncillo juguetón saltaba de mano en mano, del bolsillo al hombro, de éste al del compañero, y así jugando jugando se pasaron unos cuantos años hasta que la ratonera se rompió por la obesidad de sus ocupantes y se esparcieron como el aceite en una superficie inclinada, pringando todo lo que se tropezaban por el camino.
Cuando cayó en la cuenta de tan grave descuido quiso poner pie en pared y ante los medios de comunicación expresó su deseo de poner orden y transparencia limpiando a cualquier imputado que se encontrara en sus filas fuera quien fuese. ¡Pues que bien! alguien va a limpiar tamaña podredumbre allanando el camino para que actúe la justicia y clareando los subterráneos políticos para que entre la luz clara y diáfana. Pero hete aquí, que en menos de una semana está facilitando oxigeno a los que estuvieron a la cabeza del grupo durante 30 años para ver si pueden salvar su pellejo y no sirvan, para que fabriquen bufandas de piel cara al invierno, de esas que se venden en los mercadillos.
Quizás el ratón se le escapó a Susanita por su vehemencia juvenil o por las malas compañías de las que ha estado rodeada desde su más tierna infancia (políticamente hablando), pero lo cierto es que para una verdadera democracia, un bienestar social y buen hacer político no se pueden tapar ratoneras ni administrar oxígeno a sus ocupantes, sino ayudar a la justicia facilitando su actuación y tener amplitud de miras e inteligencia para llevar a buen término todo aquello que sirva para mejorar la vida de todos los ciudadanos, en este caso los andaluces, que somos los que con el sudor de nuestra frente, pagamos todos los desatinos de nuestros políticos elegidos en las urnas o por dedocracia, para gestionar los fondos públicos destinados a esta comunidad.
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