No nos estanquemos en el pasado, miremos al futuro
Dice el refrán que “en el país de los ciegos el tuerto es el rey”, no sé si en este estamos todos ciegos, o al menos una mitad, y la otra necesita gafas de aumento.
Tanto las campañas políticas cara a las próximas elecciones como los debates en televisión, pretenden hacernos comulgar con ruedas de molino. La mayoría mienten como bellacos y si alguno dice lo que piensa y no es políticamente correcto, rápidamente salen sus adláteres a explicar lo que quiso decir para no enfadar al personal.
La constitución al igual que las leyes están para cumplirlas y el gobierno de turno hacer que se cumplan en toda su extensión y para todos igual, sin privilegios de ningún tipo, sean de un partido o de otro, de una región o de otra, de una casta o de otra, de una clase social o de otra. Desgraciadamente aquí, donde a todos se les llena la boca de democracia y progreso, vemos continuamente como los gobiernos se dedican a poner cortinas de humo para hacernos ver en nebulosa la contumaz y persistente realidad que sufrimos, aunque algunos más que otros.
Desde los reyes católicos las denominaciones políticas llamadas liberales se fueron llamando según conveniencia de diferentes formas según fuesen las ideas más moderadas o más progresistas. En ambos casos la cuestión era el poder y la lucha de clases pues el término liberal era la capa en la que se enfundaban todos. Unas veces ganaban unos y otras otros pero el denominador común, podemos considerar fue, que el periodo de gobernabilidad era corto. Recientemente hemos tenido una dictadura, que pese a no ser lo mejor para un país, ha sido el mayor tiempo en el que hemos disfrutado de tranquilidad y estabilidad. Eso no se puede negar. Llegado a este punto sería bueno reflexionar sobre ello.
En la guerra civil que padecimos podemos pensar, dejando a un lado las diferencias sociales y económicas, que el pecado capital podía ser la envidia ya que los chivatazos se sucedían entre vecinos y personas conocidas. En la actualidad, con los avances obtenidos social y económicamente podemos añadir dos más, el rencor y el odio. El odio es un sentimiento persistente, la persona que odia vive en el odio y desea destruir, hacer sufrir y controlar a los demás. El rencor es un sentimiento, digamos un poco más leve, que envenena, Dalai Lama dice “Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo”. Es decir, si no puedes apagar el fuego que te consume por el odio, al menos hazlo para poder seguir por tu camino.
La modélica transición española del 75, estudiada como ejemplo en países civilizados, se llevó a cabo gracias al perdón y posterior reconciliación no solo de los dos grandes bandos políticos sino también de los exiliados que por distintos motivos salieron del país. Todos cedieron y se pusieron de acuerdo para que el avance social siguiera avanzando y la estabilidad política se viera fortalecida con la llegada y ambicionada democracia.
Pero hete aquí que no era oro todo lo que relucía. Las turbinas empezaron a lanzar humo principiando con poca intensidad, digo yo que para calcular el efecto más o menos nocivo, pero al poco tiempo dándose cuenta que aunque afectara a los ojos no pasaba nada, la niebla producida iba envolviendo de tal forma que desde la más tierna infancia se fueron acostumbrando a vivir en tal situación de rencor que, simplemente con una ola de calor, el odio se ha establecido y se ha prendido la mecha provocando un incendio de mayor calado y de más difícil componendas. El adoctrinamiento en las escuelas de una historia inventada y envenenada ha conseguido, junto con la exaltación ególatra de personas que llegan al poder sin un acervo adecuado al cargo a desempeñar, que en una comunidad se estén tirando los trastos a la cabeza por falta de convivencia entre ellos y por no saber o querer poner en marcha los elementos de los que dispone el gobierno para hacer que desaparezca la violencia y reine la tan deseada paz.
Pensemos a la hora de votar el próximo domingo a quién damos nuestro voto. Qué persona es la más adecuada para defender todos los territorios por igual, ya sea en educación, en políticas sociales, sanitarias, judiciales …etc. No nos estanquemos en el pasado, miremos al futuro, a las generaciones de nuestros hijos y nietos para que ellos también puedan disfrutar de un largo periodo de estabilidad y progreso.
Nota: El que quiera desenterrar a sus ancestros, como hay muchos porque en los dos bandos cometieron tropelías, que lo hagan a coste de sus bolsillos, no del erario público, ya veremos cuantos son los que se lanzan a tales menesteres.