Enrique García Montoya
Hace unos días un amigo y cliente me comentaba en una charla informal, después de plantearme un grave problema empresarial que tenía, que vivíamos en un País inviable desde el punto de vista económico y social.
El planteamiento de mi amigo, tal y como me lo expuso, era el siguiente: En España los trabajadores dedicados a la economía productiva real son, aproximadamente, catorce millones quinientos mil; el número de pensionistas es de ocho millones setecientos mil; el número de funcionarios supera los cinco millones; y el número de parados, siendo optimistas, es superior a los cuatro millones setecientos mil, lo que significa que los trabajadores dedicados a la economía productiva debían mantener a todos los pensionistas, funcionarios y parados antedichos, es decir, catorce millones quinientos mil debían sostener a dieciocho millones cuatrocientos mil compatriotas, lo que hace completamente inviable la realidad española.
La verdad es que mi amigo y cliente sabía de lo que estaba hablando y así me consta por mi experiencia profesional y por los datos que están al alcance de cualquiera de nosotros. Sin embargo, mi amigo era más radical aún, pues no contento con los datos expuestos de por si demoledores, apretó las cuentas y me dijo que no olvidaba datos complementarios, ya que a lo dicho habría que sumar las subvenciones a las asociaciones existentes a nivel estatal, autonómica, provincial y local, las cantidades suntuarias dedicadas a los sindicatos y asociaciones empresariales, ni la cantidad enorme de euros dedicada a mantener a todos los ayuntamientos (concejales, asesores, etc.), diputaciones provinciales (diputados provinciales, asesores, etc.), comunidades autónomas (diputados, asesores, puestos políticos, etc.), estado central (diputados, senadores, puestos políticos, asesores, etc.), a todo lo que había que añadir los gastos de personal de todas las empresas públicas y de los organismos autónomos varios existentes a lo largo y ancho de España.
La verdad es que después de oír la diatriba de mi amigo, muy bien informado por cierto, y su conclusión de que estábamos en un estado inviable, se hundió mi moral, así que cuando me dijo que quería hacer un ERE en su empresa y cerrar la producción de su fábrica, no supe que decirle. Por primera vez alguien me había expuesto con claridad y sencillez la realidad en la que nos estamos moviendo, sin duda lo que viene y nos espera es un problema de difícil solución. Quizá sea un poco pesimista, pero cuando pienso en la Seguridad Social y en las pensiones se me ponen los pelos de punta.
Enrique García MontoyaAbogado
Añadir nuevo comentario