Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Joseph Roth. Job.

Su sorprendente primer éxito literario, camino de la consagración de gran escritor:

Josep Roth, (Ucrania 1894 - París1939) autor de lengua alemana, contaba treinta y seis años cuando al publicar su novela  Job –en esta edición de Alianza Editorial con la traducción de Adan Desiderio Kovacsics Meszaros- se le reabrieron las puertas  para disfrutar de su primer gran éxito literario, aunque ya contaba con novelas ejemplares como La Tela de Araña, Hotel Savoy y El triunfo de la Belleza. Un reconocimiento que culminaría dos años más tarde con  su  narración más aclamada La marcha de Radetzky. Roth, de padres judíos y nacido en Ucrania occidental, conocida entonces como  Galitzia oriental. Territorio que formaba parte del Imperio austrohúngaro hasta que en 1919 fue incorporado a Polonia, fue protagonista de una vida de largo recorrido durante la huida y el exilio en aquellos difíciles años de revoluciones y no menos desengaños.

Infatigable  observador, captó con humano sentido los avatares propios de un trasterrado, siendo  el manantial de buena fuente en la que beber para narrar con angustia y nostalgia el descubrimiento de la cara oculta de la Europa de principios del siglo XX. Esta fue la base para crear tan entrañable obra de una riqueza literaria ensoñadora de difícil imitación. Con ese domino envuelto en la ficción nostálgica y la convulsión real del transcurso histórico,  consiguió un conjunto de novelas de esmerada y alta calidad. El 1933 se exiliaría a Francia huyendo del nazismo; la nostalgia del desarraigo y la percepción de la barbarie que se avecinaba vertiginosamente le llevaron a un desgarramiento del derrotado sin patria que lo llevó a la caída de un alcoholismo cada vez más angustioso que aceleró su muerte.

De aquí, que los temas centrales de su obra, muestren la amarga experiencia  del hundimiento de Imperio  austrohúngaro y las consecuencias psicológicas promovidas por la diáspora emigratoria de los judíos de la Europa central hacia Occidente. Su novela Job, donde el principal personaje es el judío Mendel Singer “devoto, temeroso de Dios y normal y corriente como cualquier otro”, vive en un miserable pueblo de la antigua Rusia llamado Zuchnow, donde se ganaba el pan de los suyos  precariamente con el oficio de maestro transmisor  del conocimiento de la Biblia a los niños.

Su gran celo religioso representa la figura bíblica de Job, pobre, aunque convencido creyente de que Dios siempre administra justicia y obliga a un equilibrio de orden, a la aceptación de las circunstancias por adversas que estas puedan ser. Pero la vida de Mendel, su esposa y tres hijos, se ve alterada por la llegada de un nuevo hijo tullido. Entonces, el devoto judío pone toda su fe en Dios y una posible milagrosa cura. Pero esta no llega y la vida de la familia es miserable. Así pasan los años, uno de sus hijos marcha a América, la nueva tierra prometida. Corren los años cuando llega la Gran Guerra. Un día llama a su puerta un mensajero, trae noticias del hijo emigrante con el ruego de que toda la familia pueda emigrar al paraíso americano

Entonces surge el problema con el hijo incapacitado que no recibe la gracia de Dios y el buen Job que ha ido perdiendo la fe. Esta situación  lleva al empobrecido Mendel a decidir abandonarlo para de esta forma poder emigrar a América y al fin deja la penuria miserable en la que viven y junto a ella la carga que supone su hijo enfermo sin esperanzas de cura divina o científica. Aquí el valor literario y humano de este magistral escritor, analista de su propio pueblo y la conmoción que sufre el viejo continente, que lo lleva a mostrar la leyenda de Job y sus infortunios, con la que la obra adquiere la grandeza de su fuerza literaria y humana.

 Pero si la nueva tierra prometida le da los bienes materiales, por otro lado es imposible que esta seguridad económica borre el dolor y el recuerdo de un hijo tullido y abandonado, como si fuera otro de los miles y miles desaparecidos en la terrible guerra. A los que se suman los  añorados paisajes de su tierra con toda su hermosura, una nostalgia nunca abandonada que flota constantemente en la memoria, hasta llegar a la conclusión de comprender que América no es el bienestar material para su persona. Y fruto de  ese otro manantial que es la nostalgia en la lejanía, parece brotar algo superior a él mismo que insistentemente va golpeando su conciencia y la añoranza se ensancha hasta que un día decididamente su pensamiento, como un milagro imaginado regresa el viejo Mendel al tiempo vivido.