Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Ir y venir

Vivir cada mañana con energía e intensidad, cuando clarea el día, antes de que suene el despertador, en esos minutos que le robas al tiempo porque aún no ha sonado la alarma del reloj o del teléfono móvil. Sobre la cama, entre las sábanas, estirazándote, suspirando con fuerza para atrapar el impulso y moverte, mientras vas contemplando tu más íntimo nido personal en solitaria vigía o acompañado por un durmiente ser al que estás vinculado/a. Abandonando la morriña del instante, la pereza del momento vespertino y lanzándote al suelo, entre crujientes movimientos articulares, la conquista de un nuevo día, ya con una madura edad.
 
Empieza el ir y venir, por la casa, aun desarreglados al baño, a la cocina, al salón, mientras la cafetera burbujea, una pasada rápida por la habitación, un cambio de indumentaria, recogiendo esto y aquello, por aquí y por allí, deprisa y corriendo, mirando el tiempo de tu mano, de la pared del salón, midiendo la rapidez con la que debemos salir corriendo hacia el trabajo, asegurándonos de llevarlo todo, de dejarlo todo en su lugar.
 
Callejeas entre coches, semáforos, señales de tráfico que te aceleran, te ralentizan, te mantienen en tu inercia mecánica por calles o avenidas, hasta tomar esas salidas por carreteras y autovías... Nuevas señales, carteles, mensajes radiofónicos que llevan por el dial de tu ruta, te advierten, te acompañan en un recorrido con contratiempos circulatorios o preferentemente sin ellos hasta otro lugar, entre destellos solares, hasta el trabajo. 
 
Jornada laboral, con saludos risueños, sonrisas sinceras, palabras de cortesía, entre otras bienvenidas jaleosas entre ellos/as, mientras para ti reservan los gestos bruscos medio gruñidos, de nuevos adolescentes medio dormidos que su único mal pasajero es ser un joven púber madrugando en junio.
 
Ir y venir entre múltiples tareas, con reuniones, documentos que rellenar o completar, avisos del sistema que repasar, revisando la agenda, anotando lo hecho, reflejando lo pendiente, vas completando la mañana.
 
Vuelta al coche, aparcado en la calle, bajo el sol abrasador de este mes, de este junio que vuela entre fechas cumplidas y otras por hacer. Llegas a casa con el tiempo justo de trajinar en la cocina, calentar, comer, recoger… ¡Primer asalto diario superado, media jornada concluida!
 
Abandonando la apatía tras el medio día, en la hora de cada siesta, quién pueda detenerse unos minutos en casa, de este presuroso verano donde nuestras condiciones climáticas en este sur de Córdoba nos aletargan un poquito, para hacer frente al cuarenta de mayo, con ese té helado entre las manos, en su primera ola de calor en la Subbética cordobesa nuestra.
 
Escoger vivir y no sobrevivir en cada vuelta a la cucharilla del café tras la comida, mientras el aroma brota espabilando nuestras neuronas, nos recarga las pilas para afrontar una bochornosa tarde de álgido calor, un atardecer casi infinito de cielos azulados, con rojizos espectaculares hasta la llegada del anochecer.
 
Y cada tarde-noche con la vuelta definitiva a casa, en este instante de tránsito donde se acaban las obligaciones externas y empieza el ajetreo en nuestras casas, con sus ruidos, sus luces y sombras, sus disputas tontas, sus risas espontáneas, sus bufidos de incomodidad o vaguedad hogareña, entre personajes familiares que se escabullen de sus pequeñas responsabilidades personales, o lo intentan.
 
De nuevo cesa ese ir y venir un día más, la secuencia de elegir y escoger, con prisa, con calma, con racionalidad y sin ella entre las cosas más nimias de nuestro hogar, las más rudimentarias y rutinarias de nuestra vida, donde poder escoger que hacer, que dejar por deshacer, que va antes, a la vez y después, porque mañana seguramente habrá otro día para ir y venir…