Vamos avanzando por el mes de julio, época de verano, una semana con ola de calor incluida, con altas temperaturas, muy altas, al igual que el ambiente político caliente de estos días de debate, de medidas y costes siempre al alza para nuestro bolsillo.
Amaneces, mañaneas, almuerzas, atardeces y vuelves a la noche con bochorno continuo. Poner un pie en la calle es una valentía o una temeridad, en determinadas horas del día porque te aseguras ser rociado por un calor envolvente del solano como sí pasarás por un túnel con secador gigante caliente, o la bofetada de cuerpo completo del horno tras abrir la primera vez su puerta tras cocinar...
Pero la calle sigue funcionando, las obras, los transportes, los mensajeros, personal de todos los servicios públicos y privados siguen trabajando en nuestra tierra del sur, en nuestra Andalucía y en muchos puntos de España, haga el calor que haga. La gente somnolientos, con cansancio o no acuden a sus trabajos, desarrollando muchas jornadas muy duras bajo el sol, de aquí para allá, con horarios que cumplir, con desplazamientos que realizar, con gente a la que atender, existan o no las mejores condiciones climáticas, la calle bulle, los trabajos se realizan, las tareas se van completando cada jornada del calendario.
Y por las tardes-noches salimos a la conquista de la calle, nos reencontramos con los escasos espacios rurales verdes de la subbética, en algunas calles, con las terrazas, en los bares, en los parques. Las vacaciones de unos y de otros, los amigos/as, las idas y venidas de la familia, de la gente que una vez fueron de nuestra pandilla hace ya varias décadas y que ahora cuando ya cumplimos años, peinamos canas o las camuflamos, nos vemos de nuevo... Muchos/as nos reencontramos con los lugares que una o muchas veces dejamos por estudios o trabajo. Y ahora elegimos acércanos a nuestras localidades de juventud, al origen que, aunque no fue donde nacieron tus padres o tú, sí ha sido el lugar donde creciste y por tanto el origen que las circunstancias familiares vitales te vinculan, las elecciones laborales te encaminan y tu hogar se consolida en ese espacio, cerrando un círculo de vida. En esa zona de control, de seguridad y confort que antes o después todos necesitamos, esa estabilidad de ubicar tu hogar con la idea que sea ya la última mudanza, la definitiva.
Cuando nos vamos encontrando los viejos/as amigos/as en esas quedadas veraniegas de terrazas, de bares y campos con piscinas o sin ellas, siempre existe una duda inicial, abrazar, besar o mantener la distancia que el protocolario corona-virus requiere... Pero el ser humano es confiado por naturaleza y su ego emocional precisa de contacto corporal, de cordialidad, de cercanía, de afecto y una vez roto ese primer hielo de la duda comportamental, de código sensato socio-sanitario preventivo se obvia en parte... Te puede el acercarte y compartir espacio, unas horas, unas tapas o una comida, una bebida, un tiempo de añoranzas, la narración de trastadas ya pasadas o contadas, anécdotas más o menos conocidas, opciones certeras o fracasadas y errores que se convirtieron en elecciones de vida, casándote, divorciándote, emparejándote de nuevo o no, con hijos/as o sin ellos... Todo lo vivido te ha llevado a la madurez, al ser que hoy día eres, a la persona hombre o mujer que eres.
El calor fluye entre nosotros en este verano igual y siempre diferente, con saludos de hola y adiós. Sopla desde el interior de la noche de julio con su luna llena de fondo, una ligera brisa, que no podemos llamar viento, siempre seco y caliente. Mientras nuestras copas se levantan en la noche de los reencuentros, donde brindamos una vea más entre risas e ilusión: ¡Por los que somos, por los que estuvieron, por los que estamos, por los que estarán! …