Si en lugar de estar acabando esta malhadada legislatura, el Alcalde de Córdoba y, nunca mejor dicho, todo su equipo del gobierno municipal (también conocido como Meapilas F.C.) estuviesen disputando los últimos minutos de un partido de fútbol, los graderíos del Arcángel, abarrotados de cordobeses y cordobesas que desde el segundo tiempo del mandato no dejan de silbar, estarían gritando a coro el “échale huevos, alcalde échale huevos”.
Sin embargo llama la atención las transformaciones y forma de actuar del primer espada municipal. Arquetipo de mal lector de poemas, muy blando con las espuelas, muy duro con las espigas, muy tierno con los poderosos. Tan dispuesto a machacar políticamente a los colectivos que impugnan el Sistema como a realizar la prosquinesis (ritual persa recogido por Herodoto en el que según el rango los súbditos se postraban, arrodillaban o arqueaban frente al rey) cuando topa con la jerarquía católica.
De su doble personalidad destaca el siguiente rasgo: de lunes a sábado encabeza una pandilla que ha hecho del desalojo del Rey Heredia su “cruzada” - solo con oír la palabra se les llena la boca de agua- personal. Son ciegos a las actividades del Centro, por muy positivas que sean y sordos a las declaraciones de las miles de personas que se benefician de ellas.
No las toman en consideración, las desprecian en nombre de una ley de “ propiedad “ mal entendida: "el edificio es mío y prefiero dejarlo que se caiga a pedazos – como estaba antes de la ocupación- a que se le dé un uso solidario que, por comparación, deja en evidencia la injusticia de un proyecto político que aniquila los servicios públicos locales, autonómicos y nacionales". Sólo miran los beneficios que pueda sacar la minoría a la que obedecen de este desmantelamiento, de esta nueva Desamortización.
Mientras se ufanan de “su dureza con las espigas”, el maltrato a los sectores sociales más desfavorecidos, el domingo son suaves y peludos, casi se diría de algodón, con el Obispado. Parece que los abusos eclesiásticos les diera absolutamente igual porque o callan o no rechistan. A la par abren la boca en actitud de comulgar y decir amén al expolio que los tridentinos ultracatólicos están realizando con los bienes de nuestra ciudad al amparo de una ley de origen anticonstitucional, la ley de Inmatriculaciones (franquismo puro) que Aznar pasó por la lavadora de urgencia para darle blanqueado democrático.
Cordobeses y cordobesas de buena fe que creían estar ante una simple cuestión semántica - pese a los excelentes artículos y análisis publicados, algunos altamente recomendables como los tres volúmenes monográficos que al tema ha dedicado la revista Rebel-Arte – cuando, tras poner a su nombre la Mezquita, borraban las huellas en callejero y rótulos de todo lo que sonase a musulmán para dejar como único oficial el de “Catedral”, se sorprenden hoy de la voracidad que el clero gasta. Nosotros no. Conocíamos el paño.
Ahora que empiezan a publicarse otras tropelías como poner a nombre de la Iglesia el triunfo de San Rafael y la plaza aledaña o la plaza de la Fuensanta y el Pocito ¡ desde 1987! y se ha constatado que les da igual si los bienes estaban ya inventariados dentro de las propiedades municipales o eran de dominio público y por lo tanto nadie puede reclamar su propiedad particular, comienzan a echarse las manos a la cabeza. Y eso que aún deben ser opacos muchos otros ejemplos.
Neguemos por tanto la mayor. Una ley como la de las Inmatriculaciones es un clarísimo exponente de lo que fue el fascismo hispano. Surgió para darle una apariencia de legitimidad al ansia de rapiña de los vencedores de la guerra civil. Entre ellos estaba la Iglesia católica a la que se le concedió un estado confesional y el control de las mentalidades a cambio de absolver pecados y tranquilizar conciencias de los ejecutores del golpe. Pero no podemos olvidar que todo el Régimen partía de la ilegitimidad. También sus decisiones jurídicas.
Por ello un Estado en teoría democrático y aconfesional no puede legitimar o dar naturaleza de irremediable a atropellos jurídicos basados en acontecimientos históricos repugnantes. Debe impugnarlos. Viendo la trayectoria del “estadista de los pies sobre la mesa” que un personaje como Aznar los avalase con una ley a medida no les da validez alguna, más bien quita. Tampoco la hace buena que se mantuviese durante el gobierno Zapatero.
¿Y qué decir de nuestro gobierno municipal? ¿Podemos esperar algo de un señor que prometió no volver a presentarse a la reelección si al final de su mandato había en Córdoba más parados que cuando tomó la vara de mando? Hoy tendría muchas miles de razones para no hacerlo, tantas como parados sin esperanza, pero como buen tragaldabas pepero también está dispuesto a comerse esta promesa electoral.
Mirando las actuaciones seguidas por la derecha extrema que desgobierna la ciudad, se saca un pilar central de comportamiento: van a lo suyo. Les importa un bledo la Ciudadanía y mucho el acudir de rodillas señor, ante el sagrario, para recibir instrucciones.
Si ellos van a lo suyo, vayamos nosotros a lo nuestro. Por higiene democrática no deben consentirse privilegios intolerables. Si desde hace unos años estamos cuestionándolo todo, el que nos pretendan reconducir al tiempo del nacionalcatolicismo debemos cuestionarlo aún más.
¿Y el "¡basta ya!" del Ayuntamiento ante las usurpaciones? Ni está ni se le espera
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