Un año más, me animo a escribir sobre las películas que he podido ver este verano. Así, si el pasado destaqué cinco, en esta ocasión sean seis, para que haya continuidad y para que el año que viene, si Dios quiere, hable sobre siete.
Si el año pasado confesaba de pasada que me aburrió Infinity War, aquí admito que Endgame, su continuación, no solo no lo ha hecho, sino que me ha parecido de las mejores películas de superhéroes de los últimos años, por su buena narración, su final sorprendente e inesperado y, por qué no, por ver a los casi todopoderosos superhéroes abatidos y con un aspecto inusual (en especial, Thor).
Aunque he visto otras, que no merecen comentarse aquí, dejo a un lado las superproducciones actuales, para recomendar algo muy distinto: el documental (en tres capítulos) La guerra en Hollywood dirigido por Laurent Bouzereau, que muestra la participación en la guerra de los directores del cine de Hollywood John Ford, William Wyler, Frank Capra, John Houston y George Stevens (me he quedado atónito al saber que este último, uno de los mejores directores de comedias en los años 30, no pudo volver a hacer ninguna después de descubrir y grabar los campos de concentración nazis). Tras visionar todos los capítulos, quise recordar varias de las películas que en ellos se mencionaban. No quiero hacer de este artículo una retahíla de grandes títulos, pero, si he de elegir uno, solamente un título: Los mejores años de nuestra vida de William Wyler. La inadaptación de los soldados que vuelven a casa, las inseguridades y los miedos, los brillantes diálogos, las estupendas escenas y usos de la cámara, la maestría de Wyler en definitiva… Inolvidable es el momento en el que el capitán Fred Berry va al cementerio de aviones y se mete dentro de uno en un momento de intensión interior.
Sigo con cine clásico, aunque no bélico. Mi hermano había conseguido varias cintas de vídeo (VHS) de títulos clásicos y casi todas las había visto, pero había una titulada Bola de fuego de la que tenía noticia por primera vez. Los protagonistas eran Gary Cooper, en un papel que nunca hubiera imaginado que podría haber interpretado, y una fabulosa Barbara Stanwyck, que me recordó el verso de Luis Alberto de Cuenca: [Tienes] «un alma de película de Hawks», pues, en efecto, la película era de este director. Está maravillosa Barbara Stanwyck, hace una interpretación con tal fuerza y carisma que es difícil de olvidar.
Damos un gran salto hacia el cine actual para mencionar otra actuación que no se va del recuerdo fácilmente: la de la francesa Emmanuel Seigner en La Venus de las pieles de Roman Polanski. Esta película trata de cómo una actriz llega tarde a una audición y de cómo interpreta y fascina al director, interpretado por Mathieu Amalric. También yo quedé fascinado y, probablemente, acabaría como el citado Amalric.
La sexta película que traigo aquí es Uno tras otro (2014, de Hans Petter Moland) que ahora ha tenido una nueva versión del mismo director pero con otros protagonistas que le ha salido menos interesante que la original. Es una película sobre venganza, la de un padre contra unos traficantes de drogas que han matado a su hijo sin motivo. Ciertamente, no está a la altura de las anteriormente mencionadas y el actor que hace de antagonista (un tal Pal Sverre) aporta una actuación horrible; pero, contra todo pronóstico, está bien resuelta y la sucesión de esquelas, cada vez que moría algún personaje, causa una sensación entre curiosa y ocurrente.
En los dos anteriores artículos no mencioné ninguna película española. Aquí voy a traer un título, aunque en verdad se trata de un documental: El asesino de Pedralbes, de Gonzalo Herralde, de 1978. Resulta un tremendo análisis sobre José Luis Cerveto, desde su infancia hasta el momento posterior al juicio que en principio le condenó a dos penas de muerte (ambas fueron conmutadas por condenas de varios años en prisión). Impacta el relato del asesinato por el propio Cerveto, sus obsesiones sexuales y algunas cuestiones sociales que se ponen de manifiesto en el documental. Destaca la mala técnica de la cámara, con tomas desenfocadas o mal encuadradas (parece ser que no pudieron repetirse), aspectos que parecen complementar al repulsivo protagonista.