Hay personajes públicos que tienen la extraña virtud de levantar una polvareda cada vez que abren la boca. Eso sucede con la Infanta Doña Pilar, la hermana mayor del Rey, cuyas meteduras de pata y sus salidas de tono son memorables, aunque los cortesanos de turno califiquen de “campechanía” su carácter agrio, su torpeza y su clasismo trasnochado.
Ya se sabe que las señoras de la alta sociedad, y la Infanta no es una excepción, siempre han tenido muy agudizado el sentido de clase y por ello no dejan de organizar rastrillos y actividades presuntamente solidarias a favor de los “pobres”, que es como la Infanta y sus amigas las marquesonas califican a todo aquél que no pertenece a su círculo social. Organizando estas actividades filantrópicas, aparte de tranquilar sus conciencias y ponerse hasta arriba de caviar, marisco y otras exquisiteces, pretenden sacar unos eurillos con los que, parafraseando a Susanita, la amiga de Mafalda (el célebre personaje de cómic creado por Quino, el genial dibujante argentino), “… poder comprar harina, sémola, fideos y esas porquerías que comen ellos”.
Ha sido durante la inauguración del mercadillo benéfico que preside, el celebre “rastrillo” del que todos los años por estas fechas hablan hasta la saciedad los programas de la denominada prensa rosa, donde Doña Pilar ha tenido su último minuto de gloria.
Mientras medio país anda bastante escamado por el estado de salud del Rey y especulando sobre la posibilidad, cada vez más cercana, de una abdicación real a favor del Príncipe de Asturias, la Infanta Doña Pilar, pretendiendo quitar hierro al hecho de que el monarca haya suspendido su agenda oficial por tener que someterse a una nueva intervención quirúrgica ha declarado sin inmutarse que la misma "…es una cosa de huesos, mecánica, que no afecta al cerebro".
Como era de esperar, los “Peñafieles” de turno y el habitual coro de cortesanos melifluos han vuelto a hablar de la innata “campechanía borbónica de Doña Pilar” donde los demás no vemos más que incontinencia verbal. Si la Infanta pretendía echarle una mano a su real hermano ha conseguido justamente lo contrario, ponerlo en la picota y hacer que los españoles, ante el evidente deterioro físico de Don Juan Carlos, empiecen a dudar de su capacidad mental para continuar ejerciendo sus funciones como Jefe del Estado en estos difíciles momentos.
Domingo Fernández Tovar
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