Domingo Fernández Tovar
Baltasar Garzón, el juez a quien nunca le ha temblado el pulso a la hora de tomar decisiones en su lucha contra el terrorismo, la mafia, o la delincuencia organizada, confiesa ahora públicamente tener miedo por su integridad y su seguridad, sobre todo después de que el secretario de Estado en esta materia, en un ejercicio de irresponsabilidad sin precedentes, haya hecho públicos los detalles del operativo encargado de su protección.
Garzón ha sido un juez mediático, pero también ha sido un juez valiente. Internacionalmente está reconocido como un defensor a ultranza de los derechos humanos que, aún a riesgo de su propia vida, nunca ha vacilado en hacerse cargo de aquellos casos incómodos o polémicos que muchos de sus propios compañeros de carrera habían dado de lado previamente para no complicarse la existencia. Son sobradamente conocidas y admiradas las derrotas que, en el ejercicio de sus funciones como magistrado de la Audiencia Nacional, ha infligido a las más diversas organizaciones mafiosas, terroristas, de tráfico de drogas… todo lo cual le ha puesto en el punto de mira de las mismas, razón por la cual el Ministerio del Interior le asignó en su día un servicio de escolta pues, como consecuencia de sus actuaciones, el juez se había convertido en un enemigo declarado del crimen organizado y, por tanto, era más que presumible que aquellos a quienes perseguía no vacilarían lo más mínimo en aprovechar cualquier oportunidad de atentar contra su vida.Por eso cuesta entender que, en una decisión más que discutible, el Ministerio del Interior haya optado por retirarle el coche blindado que tenía asignado y reducir a la mínima expresión el dispositivo de seguridad que se venía encargando de su protección. Está claro que, durante su paso por la judicatura, Garzón se ha granjeado numerosos enemigos, pero también parece obvio que algunas de sus decisiones judiciales han aumentado la nómina de sus enemigos políticos. La supresión de su escolta se pretende justificar ahora como uno más de los recortes que se ciernen últimamente sobre la sociedad española pero, a juzgar por el tenor de algunas declaraciones sobre el tema aparecidas en los medios de comunicación, todo parece indicar que detrás de esta discutible decisión hay algo más que un mero recorte presupuestario.Crucemos los dedos y confiemos en que el ex magistrado de la Audiencia Nacional no siga los pasos de Giovanni Falcone, el juez italiano a quien Garzón siempre ha confesado tener como modelo y que murió en 1992 a consecuencia de un brutal atentado perpetrado por la mafia, que nunca le perdonó que se inmiscuyera en sus turbios asuntos. Con la muerte de Falcone la “Cosa Nostra” se vengó por los años de persecución judicial promovida por el magistrado italiano, que dieron como fruto la detención de numerosos “capos” y su posterior ingreso en prisión.Seguro que estos días el recuerdo del triste y violento final del juez Falcone y el de la que fuera su amiga y compañera en la Audiencia Nacional, la magistrada Carmen Tagle, se agolpan en la mente de Baltasar Garzón.
Domingo Fernández Tovar
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