Un legado literario sobre la novela negra, que conmueve por la voluntad literaria del autor y su variado y hondo contenido
Toda una construcción de un mito de la literatura policial, que sin ninguna duda se puede considerar con un destacado espacio en las memorias de la novela negra. Esta conciencia literaria por parte del autor, tomó cuerpo y compromiso consigo mismo, cuando en 2014 le diagnosticaron ELA. Frente a ella él tenía el arma de la escritura. “Compuse este libro usando el Tobii, un hardware que permite escribir con la mirada”. Antes de esta conmovedora y ejemplar proeza, el autor nos cuenta que sus “otros libros los escribí a mano o a máquina” y “a partir de 1990 usé una computadora Macintosh. Siempre me interesó saber si los instrumentos técnicos dejaban marca en la escritura”.
Este maestro del género policíaco en lengua de Cervantes, se prometió a sí mismo con “la tradición realista del género policial”. La mayoría de los relatos (once) de esta póstuma obra cumplen con su compromiso. El ejemplo más conmovedor y sentido ya en el primero de ellos. La música, que acompaña lo que significó la mala suerte del marinero yugoslavo Pesic “que fue acusado de haber asesinado a una alternadora en un turbio cafetín del puerto de Quequén y condenado a cinco años de cárcel”. Su defensa la asume un abogado de oficio, que pese a su voluntad no pudo evitar que lo condenaran, entonces, el abogado llama al comisario Croce para intentar salvarlo. No pudo conseguirlo. Y vivió en una celda, teniendo en la pared, frente al camastro, la foto colgada donde tocaba un acordeón piano teniendo al lado la joven de toda su vida que le sonreía. Cuando limpio de pena lo dejaron en libertad, solo pidió su acordeón piano y volver al pueblo para tocarla junto a su adorada criatura.
Estas once historias las representa una lúcida introducción tomada de un texto de Karl Marx y su “idea del crimen”, un corto ensayo de los muchos publicados en su etapa de periodista en revistas y periódicos, lúcido y contemporáneo escrito de aquellos 1857. Piglia lo tomó como modelo para que se entienda su intención literaria sobre la justicia y el delincuente con las comparaciones más justas que pueden representar la delincuencia en la sociedad. “El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios, etcétera. El delincuente produce delitos”. Fijémonos un poco más de cerca de la conexión que existe entre esta última rama de la producción y el conjunto de la sociedad, y ello nos ayudará a sobreponernos a tan mágico creador literario, que desarrolla el especial comisario Croce, que fue uno de los protagonistas de Blanco nocturno. Un tipo que puede parecer extraño, pues no se guía por la lógica usual y social sino por su propia intuición y la pericia literaria singular, lo que resulta un venero para puntualizar que la historia es una paradoja si se queda conforme con la investigación tradicional, lo contrario de si la verdad de la situación social delictiva la que reconoce su verdadero valor con la literatura. En sus planteamientos narrativos se aprecia la influencia de Chesterton y Allan Poe, lúcidas meditaciones sobre contenido y planteamiento narrativo, no ocultas en sus relatos. Cierra esta póstuma obra de Ricardo Piglia de Los casos del comisario Croce, una nota conmovedora fechada el 3 de marzo de 2016 antes de su fallecimiento en Buenos Aires, a los 75 años, el 6 de enero del año siguiente.