“Los seres humanos son más parecidos a monstruos chapoteando en las tinieblas que a los luminosos ángeles de las historias antiguas...”
Roberto Arlt (El jorobadito)
Corría el final de la primera década aquella posguerra de luto y derrota, miseria, rezos junto a los insoportables vivas patrióticos sin ton ni son de los triunfadores, enarbolando el estandarte omnipotente de la “Reserva espiritual de Occidente”, cuando el general Gonzalo Queipo de Llano a quien el poco insigne escritor gaditano José María Pemán autor de El divino impaciente y La historia de España contada con sencillez, se olvidó añadir, describir, tan beoda y charlatana existencia en ese bautizo piropeado nombrándolo “La segunda Giralda de Sevilla”. Nada de sorpresa alguna, pues que se puede espera de un mediocre poeta que le dedicó estos versos a tan parlanchín general ensangrentado: “¿Verdad general Queipo de Llano, general speaker, torre del buen humor y de optimismo, segunda Giralda de esta Sevilla de hoy?
También Azaña, desde el otro lado de la historia de España, esa que se oculta y difaman los nostálgicos, buen conocedor de tan ínclito general se refiere a él en sus Memorias en diversas ocasiones debido a las relaciones como Jefe de Gobierno. Fueron años de colaboración y al final traiciones, algo que en la historia de la humanidad suele suceder entre los poderes civiles y los militares sublevados. En uno de estos comentarios afirma Manuel Azaña, que Queipo fue siempre esclavo de su fajín de general. Y esto continúa siendo su perenne seña de identificación. Pues el fajín, que lució la Virgen de la Macarena en su pecho inmaculado en la noche del Viernes Santo cuando sale escoltado por los “Armaos” y sus miles de fervientes devotos vestidos de nazarenos hacia la santa catedral hispalense, es el de Queipo de Llano.
Y La segunda Giralda de Sevilla, como lo denominó el jerezano Pemán, que dicho sea de paso aunque en este siglo XXI todavía pueda levantar polvaredas, mandó con firma envuelto en los calores provocados por el vino de la tierra, orden de fusilar 2300 personas en Lora del Río, años después. En uno de los recorridos triunfales de visitas por la provincia, en la que una de ellas lo llevó a visitar Lora del Río, desarrollo industrial tomando como sobresaliente muestra fruto del desarrollo de la Cruzada, la fábrica La Pimentonera. Y fue visita bajo el fervor de multitudes rodeado de todas las fuerzas vivas del pueblo cuando hizo su paseo triunfal por la fábrica de La Pimentonera.
Las calles enjalbegadas, pechos inflados arropadas por azules camisas imitadoras de un cielo imposible, cantos firmes y altivos de hombres machos como la ibérica tierra exige a los valientes. Alta la mirada, desafiantes gestos, manos alzadas saludando con ímpetu y los dedos casi rozando el huidizo cielo manchado de lutos y tristezas. Los niños de los colegios con banderita, inocentes borreguitos saludando. ¿Qué cantan los poetas andaluces? Que parecen estar solos. Y las mujeres que secaban el pimiento. Y de entre ellas eligen a la más jovencita para que pose ante tan ínclito general de la familia conocida como las Pollitas. Y el general la pone a su lado y coge su mano para la foto. Una foto histórica para la prensa saliendo con un pie de foto explicando: ”El general Queipo de Llano con la Pollita en la mano en La Pimentonera”. Ciencia ficción de un tiempo sangriento y luctuoso, con años de criminalidad protegida y amparada por el rezo y la mentira envuelta en incienso.