Escribía el amigo Rafael Ramírez, en este mismo medio, sobre el actor José Mª Rodero alabando sus dotes para la interpretación. Recuerdo que de él se decía que era tan buen actor que era capaz de interpretar hasta el recibo de la luz. Y este recuerdo del gran actor se me apareció de nuevo viendo un partido de fútbol femenino de estas Olimpiadas de París.
¿Qué tendrá que ver Rodero con el fútbol? A priori nada, pero déjenme explicarme.
El partido lo jugaban nuestras campeonas del mundo con el equipo de la Selección Colombiana y por avatares del fútbol las nuestras empezaron perdiendo a pesar de estar jugando mejor. Ya entrada la segunda parte, el reloj corría que se las pelaba y las nuestras no conseguían empatar, gracias a una cerradísima defensa de las contrarias, método se usa mucho en el fútbol de ahora. Y llegó el momento en el que empezaba el teatro, las colombianas se convirtieron en grandes actrices que se tiraban al suelo ‘lesionadas’ cada dos por tres, sin motivo alguno y con la complacencia de la árbitra que solo decía que ese tiempo luego se descontaría. Eso provocaba el corte de ritmo en el juego de las españolas y le metían nervios innecesarios y poco deportivos.
Y es que una cosa es jugar a encerrarte en tu campo buscando el contrataque (táctica en la que los italianos dicen que son expertos y creadores del Catenaccio), que tan perfectamente usó el R. Madrid contra el City este año en la Champions, y otra cosa es el teatro antideportivo. Porque no deja de ser eso, una táctica que los entrenadores pueden usar dependiendo del partido que quieran plantear o de cómo les vaya en un momento dado. Ciertamente no es un ‘fútbol bonito‘ el que se genera con ese juego, pero puede llegar a ser muy eficaz si el contrario no logra meterte el gol. Así pues, nada que objetar a esa manera de jugar.
No sé si ahora en las escuelas de fútbol base los y las futbolistas jóvenes tienen, además de entrenamientos y charlas técnicas, clases de teatro, porque esto de tirarse simulando un dolor enorme lo ejecutan de mayores a las mil maravillas. Eso sí, en muchos casos luego se levantan como si nada, con lo que me da a mí que nos toman por tontos. Evidentemente que hay casos de verdadero daño, pero cuando faltan cinco minutos más el añadido no puede ser que los supuestos calambres corten el partido, o que un empujoncillo lo teatralice como la agresión del siglo, cuando hoy con las repeticiones y las cámaras lentas se ve toda la verdad, o sea, las mentiras de los y las 'deportistas'. Eso es el antifútbol, algo que no soporto, sean quienes sean quienes lo practiquen, y que los mandamases de ese deporte deberían estudiar la fórmula para acabar con él. El VAR, para bien hace justicia en el fútbol, quizás muy lento, pero eso se arreglará. Pues algo habrá que inventar para ajusticiar el antifútbol teatral.
Continúo con el partido de las chicas, las nuestras consiguieron el empate. Como eran muy superiores técnicamente siguieron buscando la victoria a pesar de que el reloj estaba muy cerca de los noventa minutos. Las colombianas seguían con su burdo teatro buscando la prórroga, y el partido se iba a prolongar quince minutos por las muchísimas pérdidas de tiempo de las colombianas, que en realidad llegó hasta veinte. Pero no, las nuestras consiguieron el segundo gol y ganaron el partido. Esto mismo ha pasado este año en algún que otro partido de liga, y cuando se acaba así empiezo a pensar que, como se decía cuando yo era niño, esto ha sido la ley de Dios. Quizás hoy yo diría que ha sido la ley del fútbol.
Habrá quien esté pensando, pero ¿qué hacer para evitar el antifútbol teatrero? No crean que no se me ocurren alternativas, pero no las voy a decir para que las eminentes mentes pensantes de este deporte no lo tengan tan fácil, que piensen y hagan algo productivo. Sin duda que arreglar esta situación haría un fútbol más ágil y más gustoso de ver, incluso más deportivo. Y es que entre los y las futbolistas debe de haber frustrados saltadores de piscina y frustrados actores... pobres criaturas. Oiga, que si yo quiero ver buenas actuaciones me voy al Teatro, ya imposible ver a Rodero, pero todavía anda por ahí un tal José Sacristán o una tal Aitana Sánchez-Gijón, por ejemplo.
pd- siguen las guerras de Ucrania y de Gaza, no debemos olvidarlas por mucho calor que haga en verano
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