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"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

¿Quién le tiene miedo al lobo…?

No se imaginaría Charles Perrault que por su cuento de Caperucita Roja la imagen del lobo iba a quedar para siempre como la de un animal salvaje y tremendamente nocivo para las personas, porque en realidad la imagen que el autor ofrecía era la representación del ser desconocido encarnado en un lobo para enseñar a los niños que no hicieran como Caperucita y tuvieran cuidado con la gente que no conocen. El cuento original termina cuando el lobo se come a Caperucita, lo del leñador que rescata a la abuela y a la niña del vientre es un añadido de los Hermanos Grimm que le dieron un final feliz a la historia.

¿Quién le tiene miedo al lobo…? Si ya no es feroz. Así rezaba parte del estribillo de una de las canciones de Carlos Puebla y los Tradicionales refiriéndose, cómo no, al imperio yanqui. En la búsqueda de un culpable que siempre se suele usar como recurso fácil para justificar una precariedad, un desacierto o un infortunio, los cubanos de Fidel nunca dudaron en gritar que su lobo de Caperucita estaba en Norteamérica, y que fuera quien fuese el presidente de esa nación no era un cordero de verdad, que eso sólo era un disfraz. Con ese tono burlesco, despreciativo y retador que usaba el cantautor isleño enardecía a quienes lo escuchaban. Para entenderlo mejor quien esto lea debe situarse en aquellos duros años setenta, duros, en este caso, para el acorralado pueblo cubano, por lo que en este caso el recurso era verdadero y, por lo tanto, justificado.

Los que miramos antaño a Cuba con buenos ojos vimos nítidamente al lobo americano que se desplegaba sin piedad por toda América, hincando sus incisivos en la yugular del pueblo llano disfrazado de Pinochet, Videla o Nixon. Disfraces absurdos que provocaban la ira de quienes se negaban al sometimiento indigno, y por eso surgieron luchadores míticos como el Che o Camilo Cienfuegos.

Más o menos contemporánea y en parte contradictoria a aquella canción estaba otra de Rosa León que decía: “Los lobos se han vestido con pieles de cordero, pero siguen mordiendo y se les ve el plumero”. Si siguen mordiendo es que siguen con la ferocidad, ahí está la contradicción. Pero el resto de la letra era, en este otro caso, también un alegato contra los que en nuestra naciente democracia se servían de ella, apostando hipócritamente por la libertad, pero siendo unos claros añorantes del régimen dictatorial de Franco. Lobos que vieron venir los nuevos aires y como no quisieron perder privilegios adoptaron poses falsas que les permitieron seguir en el ajo para no perder el tajo. Ay aquella España de la transición…

Hoy día podríamos preguntarnos si existen lobos a los que tenerle miedo, incluso podríamos analizar si es una especie evolucionada o son los de siempre. También cabría cavilar sobre si les tenemos miedo o no, si muerden y cómo es su ferocidad.

En el periodo larguísimo que llevamos de crisis hemos reconocido a muchos lobos. Algunos ya estaban en nuestro punto de mira, pero otros han salido a la luz de la gente cuando la necesidad se ha hecho patente. Es verdad que su disfraz nos engañaba, pero también es verdad que era cómodo dejarse engañar ya que todo nos iba bien. Pero ya se sabe, pan para hoy y hambre para mañana, y cuando ahora hay escasez de pan para muchos los lobos siguen comiendo caperucitas a mansalva.

Sin lugar a dudas el lobo neoliberal ha sido el que más nos ha engañado, nos atrajo con suntuosas promesas para envolvernos en un espejismo que ahora se nos vuelve incierto. Nos atrapó y nos está devorando como a Caperucita, sin que le hubiéramos visto el plumero de su disfraz. Y para paliar sus dentelladas, se nos ocurrió que lo mejor era poner al cordero Rajoy para que nos gobernara. Poquísimo tardamos en verle su plumero mentiroso y comprender que este lobo es familia directa del neoliberalismo voraz. Su manada es peligrosísima, y a través del lobo Bárcenas nos estamos enterando de lo que se cuece dentro. Bonito cuento del que el final está por escribir.

Otro lobo fiero es el que se vistió de rojo para engañar bajo las siglas de socialista a los andaluces. Es el lobo ERE, que se apoderó de nuestro territorio hace ni se sabe cuánto y que poco a poco ha ido tramando una compleja retícula por valles y montañas bajo el grito, precisamente, de que venía el lobo, cuando el lobo también era él. El poder corrompe y más con el paso del tiempo, eso dicen, este lobo está corrompido porque ahí hay muchos adaptados en la transición, pero que ni son verdaderos demócratas, ni socialistas, sólo advenedizos cortijeros.

¿Hay más lobos? Pues claro que sí, no quiero ser catastrofista, pero basta echar un vistazo y mirar con atención el plumero de la Justicia, de la Sanidad, de la Educación, de la Economía, de la Iglesia… Contento podría estar Félix Rodríguez de la Fuente porque el lobo ibérico ya no está en peligro de extinción. Es más, se ha repoblado tanto que, como hicieron los hermanos Grimm, tendremos que buscar un leñador si queremos que la historia acabe bien.

Comentarios

Enviado por jesús el

Siempre hubo lobos, incluso antes de que existieran los colores políticos; y siempre existirán por desgracia. En realidad, tendríamos que darle la vuelta a la tortilla, y probablemente era en el mundo de los lobos donde ya se contaban entre ellos desde tiempos inmemoriales un cuento en el que la moraleja era "que viene el hombre! ...que viene el hombre!".

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