José A. Caballero
Pues no sabría que contestar, porque por un lado…, la gallina era la de los huevos de oro ¿No?, pero por otro…, el préstamo era tan atrayente, tan adictivo, tan…, ¿Cómo diría yo? Tan del reverso tenebroso, tan del lado oscuro de la fuerza…, que era imposible ensordecer a sus atrayentes y embriagadores susurros, prometiendo un maravilloso futuro, prometiendo el Edén, el Paraíso. Éramos capaces de evocarlo. Te permitía evadirte e imaginarlo, saliendo de la fría y oscura realidad. Saliendo de este Matrix que nos rodea y envuelve, en el que nos han insertado y en el que ocupamos un sitio que sentimos no nos corresponde. ¿Acaso no tengo derecho al mejor de mis futuros? ¡A la mejor de las combinaciones de mis acciones y decisiones que provea ese futuro mejor!
Pues difícil respuesta la de hoy. El préstamo en si mismo, en su definición, el disfrutar hoy de algo a cuenta de los beneficios futuros. ¡Qué magnífica y mágica relación! PRESENTE-FUTURO. En español no existe tiempo verbal alguno que aúne el presente y el futuro, tienen difícil mezcla. Curioso que en la lengua de Shakespeare sí existe, este es el presente continuo. Si es que todo lo anglosajón no genera nada más que problemas como ha pasado con los derivados, o sin ir más lejos, Gibraltar.
¿Y qué hay más cierto y previsible que el futuro? ¡Nada!. Todo está perfectamente previsto y diseñado. El futuro es la concreción de la planificación. En nuestra forma actual de vida el futuro representa “lo seguro”, “lo cierto”. Al hablar del futuro hoy, damos por conseguido lo vaticinado, o lo que en los mercados se llama “descontar” (por ejemplo, ha bajado la bolsa porque se descuentan las pérdidas que se prevé obtenga tal o cual empresa). Quien guarda encuentra. Ese es el futuro, así se nos vende. Somos los arquitectos del futuro. Nos pertenece.
¡Cómo si el que guardase después tuviese la certeza de encontrar! Que se lo digan a los de las preferentes o al agricultor que cuida la cosecha hasta que llega el granizo, y en cinco minutos PLUF, desaparece, cuando más con cosas que ni tan siquiera controlamos. Pues sí, hay que estar realmente seguro del futuro, de lo que nos depara, como para jugárnoslo todo a una sola carta, la más alta, la que me hará conseguir la gallina. Creo que hemos desentrañado el misterio. El préstamo fue anterior al sueño del dorado.
Al final nuestro comportamiento está diseñado por la agonía, el ansia y la envidia. Estos tres adjetivos nos motivan silenciosamente, son los motores que mueven el mundo. Lo primero que aprendemos al socializarnos es el “antes para un chino que para un vecino”. La base de nuestra socialización es precisamente eso, radica en la armoniosa conjugación de esos tres malévolos adjetivos.
¿Quién no ha sufrido esos tres poderosos sentimientos? No nos conformamos con una vivienda, necesitamos otra en la playa y, ¿por qué no?, otra para invertir. Además ¡Qué aburrido es eso de tener que ahorrar para poder adquirirla! No es fashion, la quiero y la “necesito” ya y ahora. Y ¿por qué ha de tener mi vecino una vivienda mejor que la mía?. Son los tres Reyes Magos de Occidente: La Agonía, El Ansia y La Envidia, pero solo uno está considerado como pecado capital. Quizás se presentaron a un casting y solo uno ganó. Yo creo que los tres, capitaneados por La Envidia, crearon los otros seis ¿Acaso no están íntimamente relacionados?
Pues según lo anterior, ahora ya no me queda tan claro si fue antes el préstamo o la gallina. Vamos a ver, si la gallina es la que me proporcionará mis deseos, es de por si el fin último, entonces sería el préstamo el inicio del problema. Pero sin embargo no deja de ser antagónico, es ese mismo sueño dorado el que me incita y estimula a robarle a “mi futuro” en favor de “mi hoy”, a pedir prestado. De esta forma la gallina se convertiría en el origen.
Nuestro acervo cultural es sabio. No se puede conjugar el presente y el futuro de manera conjunta, hay que hacerlo mediante circunloquios, perdiendo la naturalidad, al igual que la estadística falla al conjugar el pasado con el futuro.
Sigo sin saber qué fue antes, si el préstamo o la gallina. ¿Qué piensas tú?
José A. Caballero
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