¡Hombre, chaval, hacía meses que no nos cruzábamos! ¡Cuantísimo me alegro!… Eh, no te alejes, hombre, que parece que estés huyendo de mí. Ven, acércate, deja que te mire… Te veo bien, sanote y fuertote, ¿cómo estás?… Los libros a cuestas: estudiando, ¿no?… Estupendo… Anda, demos un paseo… Que sí, hombre, que sí, damos un paseo, qué prisa llevas, joder, dónde te van a esperar a ti. Venga deja que te eche el brazo por el hombro… Pues has de saber que deseando estaba de volver a verte, y aprovecho este feliz reencuentro para disculparme contigo por la última vez que hablamos… Que sí, chaval, que es necesario. Claro que es necesario… Te decía que pido tu perdón… no, suplico tu perdón. Sé que te solté a la jeta palabras muy duras. No soy quién, con este careto con el cual asusto al mundo, para llamarte feo, y hacerlo con tal recreación en la exposición de mis argumentaciones… Bueno, calificarte de feo, cierto… Caray con el académico, qué cicatero se nos ha vuelto, desde que porta libros como los mulos pacas de heno… Te decía que deberías de perdonarme, que hice mal… A ver, o sea, eres feo… ¡Espera, leche, no te separes, déjame terminar!… Eres feo, eso no te lo quita nadie, pero, aun siendo feo… en fin… que eso no excusa la descortesía con la que te traté. Me pillaste en un mal día, qué te puedo decir, chaval, no tengo justificación para la exculpación. Ahora, aquello era algo con lo que tarde o temprano alguien iba a abofetearte, también te digo; y yo lo hice desde el cariño que te profeso, entiéndeme… Sí, me caíste fenomenal en el instante en que te vi… Correcto, en que te abordé… Caramba, elevo el grado a quisquillosidad… No, chaval, no, no me compongas mohines. No tenía intención de ofenderte, te juro, ni de dañarte en modo alguno; sólo velaba por ti. Era obligado que supieras la verdad, y lo ideal era pasar el mal trago con alguien que te aprecia antes que con otro… ¿A que te sientes mejor?… Vaya, al principio no, chaval, no te revuelvas, lo comprendo, pero, una vez asumida… ¡Claro que sí! Son experiencias de la vida que te ayudan a madurar; al cabo, te hacen más hombre… No hace falta que amagues siquiera con darme las gracias, no hay de qué, con gusto, ya ves. A tu disposición… Entonces, amigos, ¿no?… (Plas, plas). Así me gusta, a cargar con ello, como haces con esos libros… Qué estudias, por cierto… Bah, no importa, no me lo digas… Sigamos dando un paseo… Está muy requetebién, chaval, eso de estudiar; no hay edad y da lo mismo qué materia: el saber no ocupa lugar, ¿no aseguran eso?… Vale… Sólo… Escucha, no es por desanimarte, ni mucho menos, ya te he dicho el cariño que te tengo… Pero es que te han engañado, te están engañando… Que eso de estudiar no te va a servir de mucho, o que no va a ser una garantía de futuro, profesional, mínimo. Que lo de que estudiar, cuanto más, mejor, te abrirá de par en par las puertas del mercado laboral es mentira. Que te vas a dejar las pestañas, la vista y el alma para terminar en el paro, o trabajando en tu área o no, en España o en el extranjero, y haciéndolo, en cualquier supuesto, en precario, o con un contrato basura, viviendo de miserias, descornado y puteado, y al día, si logras superarlo… Chaval, coño, no profieras palabrotas, que eso no está bonito, y no son gilipolleces… ¡No te zafes de mí, maldita sea!… Me limito a advertirte. Vuelve a mi lado, y no me gallees, que todos los jóvenes os creéis los reyes del mambo y que el mundo es y será vuestro, y os tragáis todas las florituras de prosperidad y riqueza, construidas para regalaros los oídos, para que oigáis lo que queréis oír, cuando no sois más que unos pardillos y unos peleles sin criterio… ¡Me cago en diez, chaval!, ¡cálmate y atiéndeme, cojones!, deja de soliviantarte, o indignarte, o contrariarme, que sé de lo que hablo, tampoco te atrevas a seguirme la corriente, como a los locos… Ah… Ya, ya sé que eres un chaval responsable y aplicado, que cumples las reglas y te dedicas a estudiar… Es exigencia indeleble, no renuncies a los estudios… Nada de darle una patada a los libros, ni de afiliarte a la vagancia. Pretendo mostrarte la verdad que te ocultan, para que estés preparado, llegado el momento. Además, es preferible ser un imbécil culto a un imbécil ignorante, pues la lucidez te permitirá vislumbrar la realidad, aceptarla y actuar en consecuencia… O mejor, con la cultura, con el conocimiento, conseguirás que no te tomen por imbécil… No lo serás… Hala, despréndete de esa pose deprimida, ¡rehazte, chaval!, ¡no ha sido para tanto, hostia!… Y a estudiar y aprender mucho, a satisfacer tu curiosidad siempre… Ea, te dejo aquí, chaval. He de marcharme… Venga, hasta pronto.