El aborto provocado
El tema del aborto es actualmente un asunto de conflicto irracional porque las posturas están muy encontradas y hay apasionamiento, hasta el punto en que no hay un espacio de diálogo porque es un tema sobre el que ya no se desciende a preguntarse “qué es” el aborto, sino que lo único que cabe es manifestar—sin razonamientos—si se está a favor o en contra del aborto, o resumidamente, “aborto sí”, “aborto no”.
Cuando un tema está ya tan sobado, creo que aporta bastante luz acudir a cual fue la primera vez que tuvimos noticia de la existencia de esta práctica y cual fue nuestra reacción interior: ¿Cuál fue la primera vez que la práctica del aborto se presentó ante nuestra inteligencia y cómo reaccionamos?
En mi caso concreto yo era casi un adolescente cuando tuve noticia de que había quien practicaba el aborto. Entonces en España estaba no solo prohibido, sino penalizado. Me pareció sencillamente horroroso que una madre, unos médicos, unos enfermeros, etc. se pudieran embarcar en un hecho tan monstruoso. Sin lugar a dudas me parecieron personas movidas bajo el dictado de Satán, por cuanto siempre he tenido claro que la vida, con independencia de credos religiosos, es sagrada e inviolable, hasta el punto de que ni en los momentos de mayor obcecación de mi vida se me ha pasado jamás por la cabeza, no ya quitar, sino desear la muerte de nadie.
La visión que del aborto pueda tener un adolescente no baqueteado por la vida, es más interesante de lo que a primera vista pueda parecer, porque su inteligencia está virgen, prístina, no viciada ni mediatizada por el devenir de la vida, de modo que ve las cosas como son, sin monsergas que desdibujen sus contornos, sin explicaciones espurias con las que los adultos se engañan y se dejan engañar.
Para una mente joven como la mía cuando tuve noticia del aborto provocado, los elementos de juicio eran pocos, pero suficientes: En el vientre de una mujer embarazada lo que hay es un niño, más o menos desarrollado, pero al fin y al cabo un niño, un ser humano vivo, con continuidad biológica desde que era una sola célula. Lo que hay ahí es un ser humano vivo. Si se destruye ese feto, lo que se está haciendo es destruir la vida de ese ser humano, es decir, se le está asesinando. Se está cometiendo un crimen. Más horroroso cuanto que se trata de un niño indefenso y débil.
Lisa y llanamente esto es lo que percibe una mente joven libre de prejuicios. Luego, si se quiere, se le podrá calentar la cabeza a ese adolescente con otras cuestiones colaterales como los casos de violación, las malformaciones del feto, los problemas psíquicos de la madre, los problemas económicos, etc. Pero todo eso no es el aborto. También se podrá camuflar el aborto acudiendo a técnicas nominalistas, por ejemplo llamándolo “interrupción voluntaria del embarazo” y monsergas similares. El aborto es lo que acabo de exponer y tal como lo entendí por primera vez en mi vida cuando era casi un adolescente. Explicar el aborto, una vez expuesto lo que he escrito en las tres anteriores entregas sobre bioética, cabe en seis o siete líneas, o acaso en una: abortar es asesinar a un niño no nacido en el vientre de su madre.
El debate sobre el aborto se ha llegado a volver tan pasional y tan irracional que tengo la sensación de que quienes apoyan esa práctica tienen en la cabeza algo así como un “aborto virtual”, alejado del mundo de lo carnal, un aborto en el que los niños asesinados no eran seres vivos o como llegó a expresar Bibiana Aido, no eran seres humanos. Sin embargo en los abortorios hay sangre y hay cadáveres humanos, aunque estos últimos se hagan desaparecer en trituradoras y se conviertan en papilla.
Creo que no está de más que demos un brevísimo repaso a los métodos que la maldad humana ha inventado para quitar la vida a los seres humanos más pequeños y débiles. Puede que para alguien resulten novedosos, pero mediante esas prácticas en España se asesinan unos 120.000 seres humanos al año desde hace muchos años, sin que nadie esté haciendo nada eficaz para impedirlo, me refiero desde el Gobierno, siendo como es una cuestión gravísima de interés público, ya que debido al aborto, la población española se ha visto diezmada ya en un millón trescientos mil habitantes.
El método más utilizado actualmente para abortar es el de succión o aspirado, consistente en dilatar el cuello del útero de la mujer e introducir seguidamente en la matriz un tubo que se conecta a un potente aparato succionador con el que se aspira el feto. La aspiración es tan fuerte que el niño se descuartiza vivo y sale en pequeños trozos que van luego a parar a un cubo. Estos restos se utilizan después para fabricar productos cosméticos.
Actualmente se viene practicando también otro método llamado aborto químico con prostaglandinas, sobre todo durante la segunda parte del embarazo, consistente en utilizar unos productos químicos que hacen que el útero se contraiga fuertemente expulsando al bebé. Las contracciones son tan anormalmente intensas que en algunos casos han llegado a decapitar al bebé. También se ha llegado a dar el caso de muerte de la madre por paro cardíaco como efecto de las inyecciones de prostaglandinas.
Otro método frecuente es el aborto por legrado, en el que tras la previa dilatación del cuello del útero se introduce la legra, un utensilio con el que se descuartiza vivo el feto en el interior de la madre. Si el matarife no es muy experto, también la madre sufre las acometidas de la legra. El resultado es que la mujer sangra profusamente. Por la vagina se van sacando los trozos del cadáver, que es preciso recomponer en una mesa, a modo de rompecabezas o puzzle, con el fin de asegurarse de que no quedan partes del cadáver del niño en el interior de la madre, porque ello equivaldría a contraer una grave infección.
La píldora abortiva RU486 se usa en las 9 primeras semanas de embarazo. Tiene como efecto hacer que la mucosa uterina no sea apta para que el embrión implantado pueda sobrevivir, provocando el aborto. También tiene efectos negativos para la madre, provocándole hemorragias intensas durante varios días, shocks cardiovasculares, infartos, embolias y agudas contracciones.
La píldora del día siguiente PDD es un anticonceptivo, pero funciona también como abortivo, ya que impide la implantación del embrión ya concebido. Tiene bastantes efectos secundarios dañinos para la madre, entre otros, la posible esterilidad permanente.
El envenenamiento salino es otro método de abortar, utilizado para fetos de hasta cuatro meses de embarazo. Consiste en introducir una larga aguja por el abdomen de la madre, sacar parte del líquido amniótico e inyectar en su lugar una inyección salina. La muerte del bebé es muy violenta, pues al tragar el veneno, el bebé se mueve y patalea violentamente mientras la solución salina le quema vivo literalmente. Los sufrimientos del bebé en el interior de la madre suelen durar aproximadamente una hora, tras cuya agonía el bebé muere. Un día después suele sobrevenir el parto del niño muerto. Se da a veces el caso de que en ese parto, el bebé está todavía vivo. Entonces se le deja morir o se le remata ya fuera de la madre.
El dispositivo intrauterino DIU es un artilugio que se coloca en el interior del útero y puede ser anticonceptivo al dificultar físicamente a los espermatozoides alcanzar el óvulo, pero principalmente es un abortivo, pues su función principal es evitar la anidación del embrión recién fecundado.
El aborto por inyección consiste en aplicar una inyección de cloruro de potasio en el corazón del feto, provocándole la muerte y el consiguiente parto prematuro del niño muerto.
El aborto por histerotomía se emplea sobre todo en los tres últimos meses del embarazo y consiste en abrir el útero a través de la pared del abdomen y sacar al bebé, dejándolo morir por abandono o matándolo expresamente.
Hay un método del que no conozco la técnica, es el aborto por nacimiento parcial. Sin embargo, lo macabro de este sistema es que se le produce un daño indecible al feto porque se extraen de él, estando vivo, células nerviosas vivas para otros fines.
No sigo exponiendo más métodos macabros. La maldad humana es muy ingeniosa. Quien haya tenido estómago para leer estas lindezas precedentes convendrá conmigo en que el aborto no es algo virtual.
De acuerdo que en el aborto confluyen otras consideraciones. Los problemas que lleve aparejados habrá que resolverlos, pero la vida humana es innegociable. La mujer embarazada cuyo embarazo no hubiera deseado tener, merece toda comprensión y afecto y todos los medios y apoyo verdadero para resolver satisfactoriamente su situación. Pero asesinar al niño nunca es solución. No es que sea la peor solución, sino que ni siquiera es solución.
Los problemas psicológicos derivados del aborto son todavía peores: sentido de culpabilidad, pérdida de autoestima, depresión, deseo de suicidio, ansiedad, insomnio, ira, alteraciones sexuales, pesadillas cuyo protagonista es el bebé eliminado, etc. Se conocen como “síndrome postaborto” y suelen acompañar a la mujer durante el resto de su vida. Si en España llevamos desde 1985 más de un millón trescientos mil abortos, ese puede ser aproximadamente el número de mujeres “rotas” que el aborto ha dejado a su paso en estos años, mujeres que han visto truncado algo tan aparentemente alcanzable como ser medianamente feliz.
Se ha argumentado que poniendo más empeño en la eficacia de las medidas anticonceptivas se evitarán los abortos no deseados. Craso error, porque con el empeño en las medidas anticonceptivas lo que se fomenta es una mentalidad cada vez más antinatalista y más proabortista, que se ve ejecutada en un número mayor de abortos. Un ejemplo cercano de esto lo tenemos en la ley del aborto de nuestro país de 2010, cuyo efecto, en contra de lo que aseguraban sus defensores, no ha sido disminuir el número de abortos, sino todo lo contrario.
No me quiero extender más en este tema porque las cosas más importantes que quería decir ya las he dicho y porque aunque soy consciente de que aunque quedan muchos temas colaterales en el tintero, la extensión que me he propuesto para este artículo no me lo permite. Solo quiero fijar de nuevo mi atención por última vez, antes de acabar, en esas mujeres que ante una encrucijada de la vida como esta, han tomado el peor camino, y a quienes el dolor por el error cometido para el que ya no hay vuelta atrás, les acompañará toda la vida. Mi oración por ellas. Si yo pudiera conseguir que sus hijos muertos volvieran a la vida, sabe Dios que lo haría, pero hay veces en que el mal tiene efectos permanentes. Al menos, bueno será que sepan que Dios está siempre dispuesto a perdonar si encuentra arrepentimiento. El aborto es el tema estrella de la bioética porque es donde el mal puede herir de manera más devastadora a la persona, y por tanto donde es preciso defender una actuación éticamente orientada al bien.
Antonio Moya Somolinos
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