No son las ideologías las que nos separan sino la calidad humana de quienes las defienden.
Al menos esa ha sido mi experiencia a lo largo de casi 20 años de militar activamente en la vida política y más de diez, después, de haber sido espectador, también activo, del transcurrir político en nuestro país.
Porque, efectivamente, siendo los planteamientos ideológicos de la derecha y la izquierda –por aquello tan gráfico de establecer polos distantes- muy diferentes, al menos en la teoría –bien sabemos que en la práctica coinciden en muchas ocasiones-, somos aquellos que nos convertimos en portadores y defensores públicos de los mismos quienes aportamos el rango de serenidad o crispación en el ejercicio de la política o simplemente del derecho a opinar, haciendo que los mismos se enriquezcan o degraden con nuestra actitud.
Les digo esto porque hace un momento que me entero por Sur de Córdoba de la dimisión de Manolo Carnerero como concejal del Ayuntamiento de Cabra, después de 26 años de permanecer en el cargo –recuerdo que llegamos a la Corporación egabrense en 1987, él como tercer integrante de la candidatura de IU, no sé si por entonces seguía siendo PC, y yo en el cuarto lugar de la del Partido Popular, entonces Alianza Popular- y de realizar una labor política marcada siempre por la defensa de su posición ideológica sin renunciar al respeto hacia quienes, desde otras visiones de la acción política, discrepábamos en determinados planteamientos.
Me cabe la enorme fortuna de mantener un grato recuerdo de mis años de convivencia con Manolo en el Ayuntamiento y de poder darle un abrazo cada vez que, muy de tarde en tarde, coincidimos.
Y es que Manuel Carnerero creo que ha ido dejando una estela de honestidad en su gestión pública, bien haya sido desde la oposición u ostentando cargos de responsabilidad en el equipo de gobierno municipal, como también la ha dejado en su gestión social y personal, siendo tal vez de los pocos políticos que haya logrado hacer amigos en el seno de la vida institucional y fuera de ella.
No me extraña, por ello, el nombramiento que como Ciudadano Honorario le tributó por unanimidad el Pleno del Ayuntamiento en julio del pasado año, a propuesta del PSOE, dejando constancia con ello de la calidad humana de quien durante un cuarto de siglo ha dedicado gran parte de su tiempo a la no siempre grata tarea de gestionar la más importante empresa de Cabra y aquella que cuenta con el mayor número de accionistas.
No sé qué tareas esperan ocupar el tiempo de Manolo, pero seguro que fueran las que fueran se verán mejoradas por el talante y el empeño de quien ha demostrado de cara a la sociedad su capacidad de trabajo y su calidad humana.
Nos separan las ideologías -mejor decir que nos visten aunque permanezcamos al lado- pero no nos distancia, al contrario, el cariño y el respeto mutuo que, en su ausencia, tanto daño ha generado en la confrontación de ideas.
Enhorabuena Manolo por tu trabajo, por tu decisión –porque has sabido tomarla- y por todo aquello que la sociedad, tus amigos y tu familia sabemos que aún vamos a obtener de ti.
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