Tiene el otoño fama de ser una época del año triste, supongo que el fin del verano y la celebración del día de los difuntos tienen gran parte de culpa. Se acabaron las vacaciones para la mayoría de la gente y volvemos al ciclo rutinario del trabajo y las labores cotidianas que nos mantienen activos cuando el calor fuerte nos abandona y la lluvia y el fresquete nos llevan al cobijo del hogar. Los días de luz se acortan, y más cuando nos cambian la hora, y la noche toma un protagonismo especial.
Muchas son las canciones que hablan del gris otoño, muchos son los poetas que se han visto cautivados por esta estación. Los colores otoñales tienen una belleza que también plasmaron en sus obras muchos artistas paisajistas. Las frutas son distintas; los caquis, los higos, los membrillos, las chirimoyas… y las naranjas empiezan a ser de época. Las nueces, las almendras y, como no, las castañas, crudas a asadas, toman un protagonismo evocador; todo nos lleva a ese cambio global en nuestro día a día.
Es la época de la disminución de ventas en los comercios, tanto físicos como online, de ahí que se inventaran los black Friday y similares con ofertas para paliar el déficit. Se acerca el invierno y con él la Navidad y muchos adelantan la compra de regalos.
En fin, a mí particularmente no es la época del año que más me guste, aunque tampoco la que menos, siempre quedará marcada por la pérdida de mi madre hace un año, y eso de alguna manera hace que cuando se va acercando el aniversario te vengas un poco abajo. Recordarla se hace inevitable al igual que a nuestros seres queridos que nos dejaron para siempre.
No hablaré de Hallooween, me doy por vencido...
Pero si algo está marcando actualmente este triste otoño son las catastróficas consecuencias que una Dana ha dejado en el levante español. No son nuevas las gotas frías características de esta época y de esos lugares, y desconozco si una Dana es similar o no a ellas. La cuestión es que a estas alturas todavía, por no saber no se saben ni las personas que han perdido la vida en esta tragedia. Evidentemente que tampoco los incalculables daños que se han producido, y menos su cuantía económica. Muchas familias han perdido tanto que van a tener que partir de cero, pendientes de si de algún sitio les llegarán ayudas de cualquier tipo, me refiero a cobros de seguros, indemnizaciones, prebendas fiscales, etc.
Y en este panorama desolador no puedo dejar de hablar del nefasto comportamiento de los políticos, y hablo en general porque ninguno ha estado a la altura de las circunstancias. Más preocupados de su imagen y de ellos mismos no han sabido gestionar esta crisis ni desde el gobierno central ni desde el autonómico. La extrema derecha sacando fango del fango; comportamiento demencial y creador de mentiras informativas que divulgan en las redes personas sin dos dedos de frente y que atentan vilmente contra los migrantes sin misericordia. Y no se merecen ni una palabra más, cada día están más separados de la realidad de la gente.
Lo mejor, la solidaridad de muchísimas personas que han estado y están muy por encima de la clase política. Labor que no se ve empañada por otros, una minoría, que han buscado el saqueo de establecimientos y casas abandonadas, sin duda unos delincuentes sin escrúpulos. En toda la tragedia que aún hoy se vive en Valencia y alrededores se ha demostrado que los que dividen, los que mienten, los que roban, los que denigran la condición humana no son mayoría. A la hora de echar una mano no hay colores, ni políticos ni raciales, hay manos que se unen con el fin de ayudar al prójimo. En parte me ha reconfortado ver a tantos jóvenes involucrados en la ayuda. Eso me hace pensar que no todo está perdido, que estas nuevas generaciones no están corrompidas, en su inmensa mayoría, por los extremismos insensatos, y que, aunque nos descoloquen a los mayores, son el futuro.
El otoño de este año será recordado durante mucho tiempo por la tragedia que una Dana llevó al levante español y a otros lugares de nuestro país. A lo mejor es un punto de inflexión en la visión general sobre el cambio climático, y eso sería lo único positivo que podríamos sacar del asunto. Porque lo negativo aún está sin cuantificar en este otoño gris, tirando a negro, que tantas lágrimas ha visto derramar.