Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Rosa Rivas & Sabine Hofmann - El gran frío

Corre el año 1956  el frío es intenso en toda España y allá arriba por el Maestrazgo aragonés las personas pueden quedarse heladas si permanecen un tiempo a la intemperie. Esta apasionada y tensa novela negra se desarrolla en un pequeño  municipio que por aquella década de los cincuenta, en plena orden y mando de la dictadura de Franco, era una población  aislada del mundo.  Y hasta tan recóndito rincón en las alturas, el director del semanario de sucesos El Caso, fundado en pleno verano de 1952 siendo lo más leído en prensa en la España de la censura, decide enviar a su fina e intuitiva periodista Ana Marti -que viene trabajando con ágil tacto los termas que aborda-, para cubrir un caso de estigmas de la Pasión que protagoniza  una niña de unos trece años de edad en ese pueblo perdido.

Rosa Rivas – Sabine HofmannLa noticia del estigma ha llegado al director de El Caso por medio de una llamada telefónica que el cura del pueblo le ha hecho con la promesa de darle el suceso en exclusiva si lo trata con hondura y cariño. Esa es la razón del director de que sea Ana Marti por su experiencia y tacto en la profesión responsable pese a tener en su haber venir de familia con pasado republicano en el mundo profesional, dominado ahora por la  derecha del régimen con férrea censura. Y aquí tenemos a una mujer sin prejuicios religiosos, todo lo contrario,  sola ante el peligro situarse en un espacio frío por partida doble. La inclemencia del tiempo y la frialdad de la población en general salvo tres personas, Mauricio un  pobre chico discapacitado, Eugenia, niña de trece años inteligente y no menos vivaz y Aurelia que regenta la pensión, mujer silenciosa de vida sobria y atormentada, donde se hospedará Ana. Frente tendrá la desconfianza y temor de la vecindad que vive la pasión de considerar a Isabelita la de las llagas en manos  y pies su “santita” en propiedad que incluso puede significar el resurgir económico para el pueblo ante la llegada de visitantes, que ya  viene acercándose desde los pueblos vecinos con esperanza de curas milagrosas.

El posible lector de tan sólida y buena novela que sume años  encontrará en esa historia un retrato de aquella España triste y negra de los cincuenta gobernada con frialdad y dureza represiva con la complicidad de una Iglesia  de devoto fervor y siniestro colaboracionismo de prietas filas. Para las nuevas generaciones, esta historia puede resultarle crónica de puro y duro surrealismo rural  cargado morbo, muy diferente de este otro que vivimos de alienación digital alienadora.

Sin embargo, en principio, la intrépida y exploradora periodista Ana es recibida con agrado por el alcalde y el cura, ya que ambos palpitan deseosos de ver aireado ese espectáculo de la sangre que emana de manos y pies de una criatura inocente “poseedora” de tal tesoro divino que le ha “mandado  Dios”, publicado en exclusiva para ellos  en tan leído medio de comunicación de masas en el  semanario El Caso. Y sueñan tanto en los beneficios económicos, pues el alcalde espera abrir un bar junto al altar que se levantará a la “santita” una vez fallecida en una parcela que tiene al lado de la iglesia. Y, por otra parte,  el cura espera de su jerarquía  el reconocimiento y los bienes propios  espirituales por su labor al ser el protagonista de rico verbo envolvente que  viene edificando ese prodigio  capaz de milagros y exaltación divina que, como trascurrir natural también produce benéficos terrenales de poder.                                                       

 Pero no todo es “Paz y gloria”, pues el pueblo cuenta con un ilustrado cacique amo y dueño del poder económico y la caridad aplicada con condiciones y poseedor de una amplia cultura muy del “Siglo de las luces” francés que se opone a esa santificación. Y además el pueblo tiene a un sargento de la Guardia Civil de aquellos de Federico García Lorca que sabe mandar con cautela, energía y sentido del orden establecido. Y en esta vorágine mitigada por crueles nevadas que aíslan más todavía al pueblo, nuestra periodista investiga mientras es vigilada y amenazada por un mayoritario sector de la vecindad. Más no cesa en apartar la tela de araña que aprisiona el presente en el que se producen cierta y extrañas muertes que la habilidad de Ana va enhebrando con otras producidas en el pasado, donde niñas de la misma edad compañeras de la “santita” también han aparecido muertas. Con  lo que  misterios y  peligros físicos van creando una espesa atmósfera y pánico en el ambiente.

Descubrir más pruebas y detalles de las que se vienen descifrando sería un crimen literario que tiraría por tierra toda la riqueza y gravedad de la narración que pueda ofrecer un final lujoso sorpresas. Luego aquí queda esta crónica sobre la novela de El gran frío (Siruela) de rico sabor de novela negra dentro de la línea de anterior narración de gran éxito Don de lenguas. La primera discurriendo en el mundo urbano de Barcelona y altas esferas, también por aquellos años, y esta segunda de brusco cambio ambiental en plena y cerrada geografía rural, con  cacique, cura, alcalde nombrado dedo y sargento de la Benemérita de aquellos entonces.

 

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