Un fantasma recorre Cataluña, se trata de la izquierda pura e incontaminada que en el espacio de la cultura con la más dañina incultura cava su propia sepultura.
Nada debe de sorprendernos ante esa actitud “revolucionaria e independentista” de la censura con guillotina a la creación literaria en lengua de Cervantes. Contemplo, sin sorpresa, un hecho más de lo que se considera la “Izquierda impoluta” con fe de carbonero, cavando su propia sepultura a la vez que le hace un favor político a los gobernantes herederos del franquismo ejerciendo de demócratas de toda la vida. Pero la izquierda incontaminada ya se sabe, recordemos lo sucedido hace unos meses en Madrid cuando decidieron quitar de un plumazo los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal.
Insistiré todas las veces que sea necesario recordando que, salvo elogiables excepciones, los políticos oficiales de todos los partidos con nómina asegurada de este país desprecian olímpicamente la Cultura en mayúscula. Y me permito copiar esta frase llena de dolor y tristeza del gran poeta catalán Salvador Spriu. “Al iniciarse la guerra civil, yo me sentía republicano y partidario del concepto de una España federal. Por tanto, no deseaba entonces, ni deseo ahora, el enfrentamiento sino la concordia. Sufrí mucho, espiritualmente, porque sufrí por ambos bandos.” ¿Qué hacer señor historiador local con La pell de brau? Por cierto, La pell de brau, disfrutó de una edición bilingüe (catalán-español) por Ruedo Ibérico en Paris, siendo director de la revista antifranquista José Martínez Guerricabeitia nacido en la provincia de Valencia, enemigo de la dictadura con la cabeza puesta a precio hasta su muerte. Corrían los años sesenta del pasado siglo. Pero en el campo de la cultura los políticos con nómina suelen ser sumisos. En Sevilla, la ciudad que vio nacer en el Palacio de las Dueñas a Antonio Machado se ha tardado cuarenta años de esta democracia inconclusa y corrupta, en colocar a un lado de la fallada del palacio la escultura del poeta cuyos últimos versos fueron para el cielo azul de su tierra.
¿Qué sería de del exquisito poeta catalán Gil de Biedma sin el poeta sevillano Luis Cernuda. Y Cernuda sin Juan Ramón Jiménez. Y Juan Ramón sin Rubén Darío. Y Lezama Lima sin Góngora. Y Alberti sin Lope? De continuar la lista de comparaciones sería interminable, la cultura y muy especialmente la lírica es todo una tesoro heredado al que las sucias manos de los fanáticos ignorantes no deben de tocar, ni su mirada manchar las pinturas de Goya. Cuando los nazis le preguntaron Picasso quién había pintado el Guernica respondió. Ustedes.
"Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría". Mario Vargas Llosa.
Los que amamos la cultura en toda la amplitud de su majestuoso nombre, somos conscientes que para ella en cualquier lengua no tiene fronteras. Desgraciados aquellos pueblos que a través de la historia se encerraron en su solo juguete. Ahí los tenemos hoy. De aquí no confiarnos, que seamos críticos, con los partidos políticos. Cuando entre ellos discuten hasta la madrugada de los días para la formación de una nueva Ejecutiva, la palabra cultura difícilmente se pronuncia, nadie afila sus cuchillos por lograr la Secretaría de cultura. Escuchemos el diario plañir adormecedor de los políticos con sus discursos: Ahora manosean el proyecto de “Cultura turística”. Que los dioses nos cojan confesados.
Toda lectura razonable e inquieta a los poderes establecidos es necesaria, máxime si estos son corruptos. El buen libro enriquece la mente y despierta el espíritu crítico. Si por cultura se entiende en esta tierra el pertinaz escaparate de sus responsables de cara a la galería, sin ninguna duda, nos encontramos en la cúspide del cerro más alto de la miseria intelectual. Si repasamos cifras y datos, el panorama debería ser preocupante para los que pregonan en los cuatros cantillos de los medios advenedizos que España es una gran nación. Será por el paro, la corrupción y bajo nivel político de quienes nos representan y dicen que nos gobiernan con honestidad, celo y transparencia.