Cuando me enteré que le habían dado el Premio Princesa de Asturias de las Letras a Haruki Murakami, caí en la cuenta de que no había leído nunca a un autor japonés, y me pareció que sería bueno remediar esta falta estrenándome como lectora de la literatura japonesa con él, puesto que seguramente hallaría fácilmente cualquiera de sus obras en mi librería habitual. No fue así, en el momento que acudí, no tenían existencias del autor, pero me dijeron que me traerían el título que quisiera de los que están publicados en España. Cómo no tenía ni idea me dejé aconsejar, y así fue como cayó en mis manos, posteriormente en mi mente, a través de su lectura, TOKIO BLUES- NORWEGIAN WOOD.
La lectura me ha resultado fácil, me cundía, aun cuando, desde las primeras páginas, me acompañó un estado de ánimo entre melancólico, desamparado, rayando a veces a la fatalidad y otras a la recuperación consciente, que me llevó a recordar un título leído ya hace muchos años, LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, del recientemente fallecido Milan Kundera, que curiosamente está ambientada en los mismos años que la novela de Murakami, a finales de los 60, siendo escritos ambos en los 80, mirando desde la distancia de unos 20 años acontecimientos sociales y políticos donde se insertan historias muy personales, que hablan de las relaciones humanas, del amor, el sexo, de las dudas existenciales, con un fondo filosófico evidente que invita a la reflexión. Ya no recuerdo muy bien la novela de Kundera (cuyo editor en España coincide con el de Murakami, Tusquets), pero siempre ha permanecido en mí, el eco de su título tan revelador, poniendo en la misma frase la palabra levedad junto a insoportable, que alude a peso o carga, y de seguro que todos hemos sentido alguna vez esa sensación en nuestro ser. Es ese título la pura descripción que me transmite el discurrir de la historia de TOKIO BLUES-NORWEGIAN WOOD.
Confieso que me acerqué a esta lectura pensando que encontraría una literatura distinta por estar escrita por un japonés, a priori con una cultura muy diferente a la europea, pero me he encontrado con un autor muy influenciado por la cultura occidental, por lo que en su novela hace múltiples referencias a música y literatura de este tipo. El mismo título lleva implícito una de las canciones de los Beatles (Norwegian Wood). Me ha sorprendido cómo los personajes se mueven por el Japón de finales de los 60 cómo se podrían mover en cualquier parte del mundo, o al menos en aquellos sitios más adelantados de entonces, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, porque en España la vida era, en lo que yo alcanzo a recordar o veo en películas de la época, mucho más pintoresca y singular que la que se aprecia en esta novela (no podemos olvidar que aún estábamos bajo la dictadura franquista), ambientada fundamentalmente en Tokio. Hay, por ejemplo, una apertura mental en las conversaciones y acciones a nivel sexual importante. No se notaría que la acción se desarrolla en Japón si no fuese por los nombres de los personajes, la alusión a la comida o alguna escena que te da a entender que dentro de las casas se descalzan. Todo ello me invita a pensar que en realidad no somos muy distintos unos seres humanos de otros, nazcamos o nos desarrollemos en cualquier parte del mundo, aunque también esto pueda revelar el grado en el que la cultura norteamericana ha acabado con las demás culturas y sus rasgos diferenciadores.
Los principales personajes de la historia son gente muy joven, universitarios que se empiezan a enfrentar a situaciones por su cuenta, haciéndolos madurar y entrar en la vida de adultos, sobre todo con experiencias amorosas, de amistad, o con la muerte de personas muy allegadas. Uno de los temas que planean por toda la novela es el de la enfermedad mental, en general hallamos un gran trabajo de tipo psicológico, la novela está narrada en primera persona y hay mucha construcción psicológica, a través de la que el protagonista intenta comprender los diferentes comportamientos humanos de las personas con las que tiene relación, también hay una importante labor de introspección, lo que no impide que exista conexión entre las personas y se desarrollen diálogos interesantes. Quizás por tocar muy de cerca la enfermedad mental, a lo largo de la obra tenemos conocimiento de tres suicidios, los tres de personas muy jóvenes, lo que me inquietó en un principio, pero al descubrir que la media de suicidios en Japón supera con creces la media a nivel mundial, siendo aún mayor el porcentaje entre la gente joven, me cuadró, pues no es de extrañar que, en una novela bastante realista, lejos de la fama de Murakami como autor surrealista o dentro del realismo mágico, aparezca este tema subrayado especialmente.
La verdad es que me he quedado con ganas de más, quiero volver a leer al autor en otros de sus registros, porque escribe magistralmente, te atrapa con sus descripciones sobre las emociones que sienten hombres y mujeres, maneja tanto los diálogos, como los pensamientos íntimos, así que no puedo sino pensar que este año está muy bien otorgado el Premio Princesa de Asturias, y recomiendo a los aficionados a la lectura que se acerquen a él.
Añado algo más, descubrir que en su país tiene fama de escritor pop, alejado de la tradición nipona, me ha hecho querer indagar más en la literatura de ese país, leyendo a algún autor opuesto.
Y así, con estas intenciones, me preparo para la búsqueda de una próxima lectura, de la que ojalá sienta, como con esta, ganas de compartir mis impresiones.