Dos campañas electorales y elecciones tan seguidas en el tiempo, y en las que he participado activamente (cumplida mi parte, y una vez el pueblo ha hablado, la pelota está en el tejado de nuestros representantes, de los que espero sepan interpretar lo que la ciudadanía les ha dicho con su voto), me han hecho reflexionar acerca de la Política, así con mayúsculas como me gusta mencionarla, Política de la buena, que no es simple sinónimo de poder, que también. Política, como arte de administrar los asuntos públicos, y como actividad que conlleva dialogo, consenso, acuerdo, debate de ideas e intereses para organizar la ciudad, o mejor dicho la sociedad, nada es una ciudad sin la gente y las relaciones sociales que en ella se gestan.
Y esa noble actividad no solo la ejercen los llamados políticos, también lo hacen otros grupos organizados, diferentes de los partidos políticos, se hace política, por ejemplo, desde las distintas asociaciones a las que pertenecemos persiguiendo fines que involucran a otras muchas personas. También podemos hacer política individualmente cuando tomamos decisiones (incluido el voto o la abstención) y realizamos actos conscientemente para provocar algún efecto. Decidir, sin ir más lejos, donde realizas tus compras diarias, si en el pequeño comercio, en grandes superficies, o a través de internet, ya es un acto político, que influye en nuestra sociedad, pero es verdad que la influencia es mayor desde el grupo que desde lo individual.
Desde lo colectivo podemos convertirnos en un grupo de presión, el llamado lobby, y realizar acciones dirigidas a intervenir en las decisiones políticas. Esto nos puede sonar maquiavélico y alejado de la actuación de los ciudadanos de a pie, los lobbies los asociamos a empresas poderosas y corporaciones, empresarios, bancos y firmas importantes de abogados, sin duda todos ellos son agentes que presionan, pero cualquier otro grupo organizado puede hacerlo sobre todo si lo que propugna es apoyado por mucha gente. Pensaba durante la campaña, cuando se hablaba del llamado voto útil, infravalorando al votante de algunas formaciones políticas al afirmar que su voto no sirve para nada, que esto no es cierto, el voto siempre sirve para intentar hacer visibles otras opciones y sensibilidades distintas a las mayoritarias, que en ocasiones tienen un voto menos comprometido y reflexionado, fruto de simple inercia y costumbre. Sirve para que esos partidos políticos que adquieren representación se den cuenta de los votos que se ha llevado ese otro partido y que podrían ser suyos si asumiesen parte del ideario de esos votantes. Muchos pequeños partidos políticos no pueden quizás aspirar a gobernar, pero si pueden influir en la toma de muchas decisiones, y puede que con eso a muchos políticos baste.
Movimientos ciudadanos como la plataforma anti desahucios, las que defiende las pensiones, la educación o sanidad públicas, o el 15M, aquel movimiento esperanzador que reivindicaba una democracia más transparente, y que se tuviese en cuenta a los de abajo, a la gente corriente, pueden parecer que pasaron sin más, pero eso no es del todo cierto, pues hubo, y hay, grupos políticos que nacieron precisamente de la necesidad de volcar aquellas reivindicaciones en las leyes, los programas políticos de muchas formaciones políticas tradicionales introducen ideas y demandas de estos grupos, algunos cambios se han realizado inspirados por todos esos movimientos ciudadanos, es verdad que aún queda lejos alcanzar la totalidad de lo que se quería, que se han perdido muchos valores por el camino, pero influencia tienen, al menos me parece que se nota bastante a nivel de lenguaje, ahora todos los partidos dicen aquello de que las reformas que quieren implantar son para “mejorar la vida de la gente”, y esta manera de dirigirse al votante de forma más cercana, de intentar hablarle al pueblo llano y no tanto a las élites, es producto de estas luchas sociales. Con claridad podemos también ver reflejadas en muchas leyes demandas que se hicieron desde el movimiento feminista o la lucha LGTBI, que a todas luces han servido para cambiar ópticas y mejorarnos hacia una sociedad más inclusiva.
Hay partidos minoritarios, nacidos de movimientos ciudadanos preocupados por cuestiones específicas, que obtienen un número creciente de votantes, y a los que debieran estar atentos los otros partidos, que obtienen representación cada vez con menor rotundidad. Es obvio por ejemplo el cambio de sensibilidad operado hoy en día en nuestra sociedad en lo que se refiere a nuestra relación con los animales, y el foco puesto en temas de maltrato animal por parte de alguno de estos partidos ”menores”, digo yo habrá tenido algo que ver. Correspondería aquí que los “grandes” partidos supieran captar estos cambios de sensibilidades y acogerlos.
Los buenos políticos no son aquellos que buscando sus propios intereses manipulan al electorado y los dirige hacia ciertas sensibilidades interesadas, sino los que saben recoger inquietudes y requerimientos de la sociedad en la que están inmersos y se nutren de la sensibilidad hacia la que va evolucionando naturalmente esta, y que la empujan a través de legislaciones valientes y potentes a realizar cambios necesarios, porque el advenimiento de las nuevas sensibilidades no siempre es generalizado, y suele operar la resistencia al cambio (ocurre con el tema de la preservación de nuestro medio ambiente, al que sabemos que debemos ir, pero que implica cambios en nuestros hábitos que cuestan llevar a cabo). El buen político ha de trasladar la idea de que la normativa, inicio de cualquier transformación, no es fruto de capricho o ganas de fastidiar, sino que la provoca el análisis de las distintas coyunturas que se presentan, así como de las proyecciones a futuro, teniendo como meta la justicia, la dignidad humana, la paz y el buen vivir general, sabiendo que no solo se legisla y gobierna para hoy, sino que hay que hacerlo de manera que se allane el camino para los que vendrán después.
Se hizo esto con la Ley antitabaco, la de violencia de género, o la del matrimonio igualitario, y el reto principal de nuestros actuales políticos sería legislar para conseguir poner al ser humano en su justo sitio, que no es el centro del universo, sino parte de él, y debe si o si, preservar la naturaleza, respetar a todos los demás seres, animales y plantas, y lo que nos sustenta a todos, agua, tierra y aire.
Al hilo de esto, y volviendo al origen de esta reflexión, las campañas electorales, pediría a nuestros representantes electos que hicieran un cambio en ellas por el bien de la Naturaleza, e intentar hacerlas más sostenibles. Sería muy buena idea que por Ley se prohibiera el envío a casa de propaganda electoral, en especial de los sobres y listas de candidatos, que suele ir en su gran mayoría a la basura, pues de sobra los hay en los Colegios electorales, creo ha llegado la hora de dejar de infantilizar al electorado que va con sus sobres hechos desde casa. Esta medida ahorraría papel, trabajo a nuestros carteros, dinero al Estado que lo financia, y ganaríamos en democracia porque le daríamos las mismas oportunidades a todos los partidos que se presentan a las elecciones, cosa que no ocurre hoy por hoy, también nos haría a los electores más conscientes de lo que votamos. También se podría dar una vuelta de tuerca al resto de actividades de campaña, echarle imaginación y que se modere el gasto en cartelería y folletos, no creo por ejemplo que ninguna cara, sonriente o no, en un cartel, haya modificado intención de voto en nadie.
Por lo pronto yo, a nivel personal, hago propósito de enmienda y no volveré a participar en ninguna campaña electoral con un derroche de papel similar a estas pasadas. Lo dicho, señoras y señores que me representáis, en vuestro tejado, queda la pelota.