Estamos atravesando un tiempo en nuestras vidas en el que la mayoría no saben cómo sobrellevar. Verdad es, que es algo desconocido para una gran multitud que han tenido todo en su mano desde su nacimiento.
Las personas que han vivido el miedo que conlleva una guerra, la incertidumbre de una postguerra, la esperanza de ver poco a poco resurgir el país con un sistema educativo universal, veraz y obligatorio para todos los niños, con una economía en auge y una clase media fortalecida, ven todo lo que está pasando de forma muy diferente, más responsable, con una mayor resignación, propia de personas forjadas en un mundo en el que han sobrevivido a todo tipo de problemas y disfrutado más tarde de todo lo beneficioso y productivo que se generó.
Pero…..Después de las vacas gordas vinieron las vacas flacas.
El pensar que todo lo merecemos y que podemos conseguirlo pese a quién pese y a base de cualquier cosa, anteponiendo el fin a los medios y el individualismo a la colectividad, nos ha llevado a un alto grado de corrupción, de amoral social, de chabacanismo parlamentario, de violencia generalizada y juvenil, todo ello adobado por la falta de valores y principios de justicia e imparcialidad que los distintos grupos políticos que dirigieron las riendas de nuestro país, desde el inicio de la imberbe democracia existente hasta nuestros días, lo han permitido.
El desaforado idealismo de unos cuantos iluminados, el egocentrismo personalizado, la falta de criterio en una juventud que ha sido desde su más tierna infancia deformada y adoctrinada por un sectarismo de ideología falsaria, revanchista y violenta que pretende hacer de mentiras repetidas la verdad de una realidad inexistente, ha puesto en jaque a una comunidad que ha pasado de ser el timón del país, a un desgraciado remedo de convivencia social.
Pero soy de la opinión que las cosas siempre pasan por algo. Alguien superior maneja los hilos de nuestra existencia, desde el día que vemos la luz por vez primera hasta el último hálito de nuestra vida. Existe un dicho que declara, que para que las cosas se solucionen deben primero tocar fondo.
Pues bien, creo que debemos tomar nota y coger el camino adecuado. Hacer un alto y considerar. Esta pandemia, que podríamos estimarla como una tercera guerra mundial, nos está dando una buena cura de humildad, nos está dando tiempo para que reflexionemos y nos demos cuenta que ni las ideologías, ni el poder, ni el dinero nos libran de una muerte causada por un insignificante, minúsculo y parásito virus capaz de poner al mundo en cuarentena cambiando nuestros hábitos de vida en un segundo.
Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, mayor debe ser su responsabilidad individual y colectiva. El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni a la despreocupación del bien ajeno, sino que, al contrario, les enseña como se debe llevar a cabo. El hombre vale más por lo que hace, que por lo que tiene. Lograr más justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales de todos los ciudadanos vale más que los procesos técnicos, ya que estos por si solos no son nada, dependen siempre de la mano del hombre, de su actuación positiva al servicio de la humanidad.
Disponemos de conocimientos científicos, posibilidades económicas, un pasado histórico que analizado adecuadamente se pueden evitar cometer los mismos errores, un potencial humano envidiable que es recibido con los brazos abiertos en cualquier país del mundo, en donde encuentran posibilidades de trabajo acorde con sus conocimientos y mejor retribuidos, ¿por qué comportarnos de esta manera tan irresponsable?, ¿por qué elegimos representantes políticos inadecuados que en vez de construir destruyen, que pretenden borrar el pasado histórico y reconstruirlo a su manera? Profesionales del márquetin y el postureo. Ávidos de poder y de revancha, rezumando odio sin sentido. No respetan las leyes que no les gustan y hacen otras a medida. Es todo tan ilógico que parece ser que el sentido común se fue por la baranquilla.
El orgullo, la soberbia, la prepotencia, la vanidad deben dejar paso a la humildad, la verdad, la bondad e intentar entre todos enderezar las ramas del árbol español que con tanto ahínco, amor, esfuerzo y esperanza plantaron nuestros padres y abuelos.