Cuando en épocas pasadas, 1962, a Lola Flores, el secretario general del movimiento Sr. Solís, se vio en una situación comprometida al imponer el Lazo de Isabel la Católica, por ir haciendo patria por las Américas, que se decía entonces, ya que el generoso escote que lucía impedía ponerlo en el lugar adecuado y tuvo que prendérselo en el hombro, las lenguas de doble filo hacían circular que “ni el lazo había podido caer más bajo ni la faraona subir más alto”.
Domingo, hombre muy trabajador a pesar de su nombre, que invita al descanso, fue un chico estudioso, pasó por la universidad satisfactoriamente, adornando su curriculum con varios másteres, idiomas, amén de un saber estar, buena presencia, amable y cordial, en resumen, el hombre que toda madre quiere por hijo y toda suegra por yerno.
Su juventud, sin problemas económicos, la pasó como todos los de su edad entre estudios y divertimentos propios de su tiempo. Cuando le llegó la hora de irrumpir en el mundo laborar, lo hizo de manera muy satisfactoria pues su curriculum vitae se lo ponía relativamente fácil y la vida le transcurría de modo muy agradable pese al complicado trabajo que a veces se veía obligado a llevar a cabo. Como era previsible pronto empezó a ocupar cargos de responsabilidad dentro de la empresa en la que trabajaba y aquí es cuando empiezan sus problemas, pese a tantas cualidades buenas que poseía, tenía un defecto garrafal, incompatible con el cargo directivo que ostentaba. El jefe superior a él le advirtió que le daba la oportunidad de modificar su conducta o en caso contrario se vería obligado a indicarle donde estaba la puerta de salida. Nuestro buen Domingo, fiel a sus convicciones se negó en rotundo a cambiar de actitud y se marchó. El tiempo iba pasando unas veces en paro y otras en trabajos de menor enjundia a la que estaba preparado. Pero un buen día le llaman de una importante empresa para un cargo de gestor. Fenomenal, de nuevo iba a desempeñar una labor para la que se había estado preparando desde joven y además contaba con una experiencia bastante buena. Todo miel sobre hojuelas, el personal contento y todo funcionando correctamente. Cambian el director y entra otro de corte progresista, según él, y poco tardó en darse cuenta del problema de Domingo, su gran defecto. Otra vez al paro, tan pronto pasaba de ser el entrevistador a ser entrevistado, y lo curioso es que solicitaban personas jóvenes pero con experiencia, en algunos casos con más de 5 años, para él ya la edad iba jugando en su contra. En otra empresa en la que estuvo, por llamar la atención , ni que decir tiene con el debido respeto y consideración del que había mamado en su cuna, en el trabajo a desempeñar a una trabajadora que no cumplía debidamente, ésta le denunció por acoso laboral y fue considerada la denuncia como violencia de género. Otro quebradero de cabeza para el pobre hombre y como en Andalucía, lugar donde se desarrollaban los hechos, el lobby femenino tiene mucha fuerza, otra vez al paro.
Ahora, según una publicación de “plataforma por la igualdad” el juzgado nº 1 valenciano de Violencia de Género ha condenado a un mes de multa a un hombre que tras una discusión con su pareja soltó una ruidosa ventosidad, según consta en la sentencia, lo que según el juez, constituye una ofensa y menosprecio a la denunciante amén de lesionar su dignidad, autoestima y honor.
¡Señores! Antes de discutir con sus parejas piensen bien que comieron anteriormente, si eran manjares flatulentos, déjenlo para otro día.
Ni el absurdo ha podido llegar más alto ni la judicatura más bajo.
¡Ah!, olvidé decir cual es el gran defecto de Domingo, ético en su trabajo, moral en sus formas pero sobre todo honrado. Nunca podrá dedicarse a la política, ¡que le vamos a hacer!
Entre los aquelarres políticos y no políticos, los senadores y diputados de nuevo cuño y otros existentes, la perdiz que de tanto mareo está medio muerta y las pelotas bailando de un tejado a otro….. ¿Qué podemos esperar?
Hasta tal ridículo ha llegado esta descontrolada sociedad que estamos sufriendo.
Y todavía algunos políticos se empeñan en hacernos creer que somos un país serio.