Las elecciones sin adhesiones con fe de carbonero salvo las que se manifiestan en favor del segundo Sorpasso de Julio Anguita (el primero fue con Aznar hombro con hombro), nos aburren menos de lo esperado gracias al espectáculo de la Eurocopa, apaga fuego nacional que anuncia buenos resultados para los patriotas del pan y circo y la cultura del supermercado junto a los viajes de ocio a plazos. Añadamos a ello la avalancha turística ofreciendo buenos beneficios para los empresarios y algunas migajas de pan duro sobrante del festín. para los trabajadores del gremio con sueldos de miseria y contratos a mitad de precio.
A pesar de tanta merienda de incompetentes imitadores, contra esto y aquello, para quienes encuentran en la buena literatura un medio que tranquiliza y modera el palpitar de la vida, arma defensiva para no ser atrapado por la mediocridad y el bostezo que resulta ser la buena literatura. Les recomiendo, pues, esta novela de intriga, humor con el que reír con franqueza y críticos golpes dirigidos con acierto, que nos conducen a pensar críticamente sobre el estercolero nacional empecinado en insistir vendernos como un gran triunfo patrio la situación económica y el derecho a malversar cifras de altura. Nada de trincar un móvil o una bicicleta. Pues, pueden caer ocho años de truyo.
Eduardo Mendoza y su novela El secreto de la modelo extraviada es una historia que se agradece, más y más, a medida que uno se adentra en su lectura. Despeja y aparta de la mente esta España oficial que bosteza y miente, los “socialdemócrata” al cuartito de hora y la desmemoria de quienes se consideran nietos del verdadero Pablo Iglesias Posse, fundador de UGT y PSOE.
Esta quinta novela de Eduardo Mendoza Tiene como protagonista estrella de la trama el detective majareta, que vuelve a operar en Barcelona, en dos planos temporales: uno preolímpico, otro actual. Todo porque le viene a la mente un caso sucedido en los años ochenta, que al ser una constante en su memoria, le muestra un empecinado empeño en volver al asunto e intentar resolverlo. Esto sucede unos veinte años más tarde. Historia de misterio y acción que transcurre enredada en una tela de araña por la que desfilan las más extrañas paradojas, estilo y forma, amenidad narrativa que de nuevo ofrece al lector la reputación literaria de Eduardo Mendoza en el espacio, bien dominado, de la novela negra que mantiene el interés del lector fruto al arte de saber contar sin caer en el recurso fácil en este género de moda, en el que tanto gato por liebre nos vienen colando. Pero, es listo ese detective majareta, harapiento y sudoroso capaz de enfrentarse a todo enigma por muy oscuro y enrevesado que se presente, aunque esa entrega incansable no produzca buenas recompensas en general. El autor mismo reconoce no ser un clásico dentro del género. Por ejemplo, prefiere el humor de la picaresca: “Los novelistas nórdicos de género negro son sangrientos; yo soy chocarrero”. Tiene personajes que son puramente unos gamberros, así como suficiente sal gruesa que recorre la narración como corriente divertida y a la vez muy crítica con la sociedad catalana actual vista con desencanto y pocas esperanzas de mejora. Copiemos un ejemplo “soy el alcalde de Barcelona y estoy haciendo campaña electoral. Ya saben: reírme como un cretino con las verduleras, inaugurar un derribo o hacer ver que me como una paella asquerosa”.
En El secreto de la modelo extraviada, el protagonista se gana la vida como repartidor de un restaurante chino cuando, de pronto, recuerda un caso de los años ochenta que involucraba la muerte de una modelo llamada Olga Baxter; un guardia civil transexual junto a una lista de personajes que nada aburren y mucho desnudan sobre los oscuros tejemanejes de los poderosos trileros al descubiertos en una inteligente vuelta de tuerca del género policiaco, para desvelar no solo un misterio, sino la evolución de una ciudad en manos de gobierno codicioso. Transparente muestra del compromiso como escritor de Eduardo Mendoza, fiel a unos criterios y postura ética frente a la calamidad política que soportamos.