Muerto el Comandante, ¡surge la luz de Cabrera Infante! En los siglos de edad del ser humano en esta tierra amenazada que suma la palabra escrita, la elegida escritura creadora ha sufrido y sufre continuo castigo, vigilancia y persecución. Y lo más dolido: el asesinato por los poderes establecidos cuando es necesario. Mas siempre, a través de todos estos siglos, la palabra escrita ha superado a los poderes más crueles y obtusos, tanto de la odiosa derecha como de la cerril izquierda.
Un ejemplo, que en la memoria colectiva flota lo que puede encontrar el espíritu del buen lector en la actualidad, cuando cincuenta años después la mejor obra de Cabrera Infante Tres tristes tigres, vuelve a mostrarnos su derecho a la vida literaria en una cuidada edición de Seix Barral, con la que celebrar ese medio siglo de castigo aplicado por el aparato de la Revolución cubana.
El ”¡Patria o muerte!” de la Cuba no libre se encuentra en los zancajos de su historia pidiendo limosna, mientras la exquisita nostalgia literaria de Cabrera Infante, sin cárceles ni pelotones de fusilamiento, nos alumbra y deslumbra con su caudal musical de palabras. Medio siglo ha transcurrido de aquella explosión de esperanza revolucionaria. La portada de Times a cuatro colores con el rostro triunfador de Fidel Castro. Los barbudos por las calles de la Habana. Tiendas de campaña con los revolucionarios de Sierra Maestra instaladas en el corazón de los Estados Unidos de América.
Canto de esperanza traspasa la frontera de los mundos. Los viajes desde ese París que siempre queda a la Isla de la luz envolvente de Lezama Lima cubren los cielos, los cronopios y famas de Julio Cortázar, la alegría de García Márquez de tener un coronel de carne y hueso a quien escribirle. Los aviones de rebajas cargados de fieles. Tanto hidalgo para qué, si trascurrido los años solo nos queda el desencanto y la palabra escrita contra la palabrería de los sermones de todos los palos. Y en el lagar de las bodegas las uvas arrugándose por el zumo serán embotelladas tras reposar en los barriles de roble.
Y el propio autor con los tigres en la baraja de su inquietante y a la vez dulce cantar, nos cuenta la historia de tres mujeres. “Bésame, bésame mucho. Como si fuera la última vez...” Sumo de nostalgia de un tiempo vivido cargado de esperanza, con los años cristal roto de bohemia cubana, de música y amores, boleros entre el abrazo al compás y los deseos, escribe Cabrera Infante “La escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo... Las distintas formas del cubano se funden o creo que se funden en un sólo lenguaje literario... La reconstrucción no fue fácil y algunas páginas se deben oír mejor que se leen, y no sería mala idea leerlas en voz alta.” De nuevo la genial novela se viste de vida propia, nada de voceros gritando sin son para ocultar la miseria que padece un pueblo capaz de resistir apoyado en la idiosincrasia de sus perfiles.
Como señala Juan Cruz con diana elogiable y cariño al autor de una novela que ha logrado con pulso propio de rico contenido sobrepasar ese nivel que la lista de los grandes escritores exigen para tener un sitio en el pedestal literario: “Todo el lenguaje en la novela es un “cubano” real, faltas de ortografía y léxicas se mezclan con la cultura que emana del libro en el que en cada momento y situación de la novela nos da símiles de las situaciones con novelas, y los personajes demuestran dentro de su formación una gran cultura (que el autor amaba)”.