“La palabra de la poesía temblará siempre sobre el silencio y sólo la órbita de un ritmo podrá sostenerla”
María Zambrano
Una lucerna romana puede replantear la identidad de un mundo antiguo, que pese a todo, nunca se apagará por mucho que lo pretendan los avariciosos del dinero, dinero y corazón de madera. El peso de la historia real y del barro moldeado en la existencia humana. Todo proceso de vida, de la cultura. No olvidemos que la poesía es la madre de la filosofía, el arte de pensar. Sin la poesía a la luz de una lucerna podría ser vencida, transformada en mentira. Ahí tenemos el tiempo indomable, las vidas sacrificadas han sido y serán infinidad, pero la luz de la lucerna artesanalmente creada puede considerarse la razón del universo. Sin el barro y la poesía La Ilíada, por ejemplo, no existiría
Desde este metal fundido, estos primeros versos ya presentan nostalgia e interrogantes, también mi deformación profesional, me han llevado a mis quince años en Itálica famosa patria chica de los emperadores romanos Trajano y Adriano. Allí he vivido, sin ser historiador y arqueólogo, la sucesión de fragmentos de un tiempo que vivió su ser o no ser de la personalidad y cultura de la sociedad romana en la Bética.
Todo por vivir volviendo al recuerdo apoyado en una visión minuciosa de la nostalgia, razón de vida de ser protagonista de un mundo al que se debe por sus señas de identidad todo el quehacer humano:
“En la palma mano tendida de mi mano iluminas al mundo”
El poeta se sumerge en el pasado que es a la vez presente y asumir con optimismo y desencanto, solo un hijo que hacerle ver el presente por el siempre inesperado panorama opresivo, posible traidor del pasado, el coloquio del libro por los que discurre la riqueza de sus poemas
Meditativos, que lo llevan a abordar el compromiso consigo mismo:
Todo un exigente esfuerzo por que aquello que representamos permanezca, al menos, separado d esta marea oscura del presente, como la cultural de lo perene por sus propios valores
La belleza se convierte en un sentido dolor en el verso consciente de lo que ellos han sido iluminados por ese barro acariciado de manos artesanales, hasta conseguir la justa luminosidad la lucerna de las calendas.
Al final de la temporal batalla, el combatiente sobrevive. El compromiso de la palabra y la lucerna que nunca se apaga, lo salvan de la escombrera que domina el tiempo con el falso minutero de las mentiras y las horas.