“Una persona que lee, y que lee bien, disfruta muchísimo mejor de la vida, aunque también tiene más problema frente al mundo”
Mario Vargas Llosa
Mi casa revestida de libros cubre gran parte de las paredes, salteados, algunos cuadros. Los libros son en la casa la más amena compañía. Una larga mirada desde el gran ventanal muestra la ciudad y sus Torres como cabeceras históricas de un pasado diluido sobre un mar de las leyendas. Lejanos se dibujan los campos con sus cuatro estaciones mientras parece sonar un fondo de Verdi en dulce consonancia.
En estas paredes íntimas, levantadas con el esfuerzo de hombro con hombro, mentes sanas alimentadas de sueños se encuentran ambas vivencias, todo lo humano, las sonrisas, los sueños rotos y las pláticas bien ganadas. No faltan desencantos, pero, pese a todo, caminamos cogidos de la mano y desde la terraza lanzamos saludos a la vida diaria que se va posando en las azoteas del entorno, el paisaje urbano se resiste a ser solo tiempo pasado de una arquitectura para el gozo con música de campanarios y pájaros que vuelan sobre la vieja muralla.
Abajo, ya en el arroyo, en hilera los contenedores de basura donde se suceden hurgando una legión de golpeados marginales. El mundo es así, le guste o no le guste tanto a dios como al diablo. Y los réditos del rezo, ya se sabe, según la renta de cada cual marcan el paso. Todo es desahucio, puro calvario para caminantes sin camino, sin parada y fonda, donde unos hombres a otros hombres se devoran como festín diario.
Nuestros años no se refugian en una torre de marfil sino de ladrillo labrado con palabras y sueños que fueron tallando nuestro cotidiano existir. A veces nos sentimos nostálgicos, recordamos experiencias, pero queremos vivir, sentir bajo la cadencia apoyo armónico, razón del estar azul suave que tu mirada me regala, alimento diario de nuestra andadura.
Pero a veces, tal vez ahora que me siento amenazado, la sangre alterada, vislumbro la barca de Caronte remando sigilosamente hacia la orilla, alrededor de mi posible viaje a la caverna del olvido. Caronte es astuto y cicatero, por unos óvulos es capaz de todo. Intentaré no dejarlo arribar a este margen, no me fío de él. Necesito vivir algo más envuelto en tu azul y mecido por risa que es música, me debo a escribir, libros por releer. Esa es nuestra manera cotidiana de vivir.