A nuestro comisario, gracias a la Editorial Acantilado, lo encontramos en esta aventura policíaca allá en la América del sueño paradisíaco, con una beca de estudio. Turista distendido bien acompañado y atendido por sus colegas norteamericanos, cuando es testigo de la extraña muerte de una joven.
La investigación del suceso y juicio la dirige un córoner muy ponderado ante el posible culpable, sargento de la base aérea en una pequeña ciudad de Arizona cercana a la frontera mexicana. Y Maigret impasible, observador silencioso, pura deformación profesional, se siente interesado a la manera de algo más que un testigo del caso que se viene juzgando con calma. Pero con una repetitiva insistencia de interrogatorios con los que descubrir las diferencias entre unos y otros testigos y posibles sospechosos de la oscura muerte de esa joven, que, aunque casada, no ha cumplido los dieciocho años de edad.
La pericia del veterano policía francés resulta perspicaz y crítica, por la singularidad de la saga policíaca. Y a medida que se desarrolla el desfile de personajes de la base aérea de la zona para someterse al interrogatorio del córoner, nuestro comisario a diez mil kilómetros de distancia de su amado París, se va sintiendo atrapado. Es paciente observador profesional que juega con las comparaciones entre el papel de los jueces en la justicia de Arizona y París. Y el lector o lectora de la historia, no es para menos, saborean las normas de las dos distancias, entre la americana Way of life tan diferente del sistema de vida en la Francia de Balzac. Y la historia, pese a tan repetitiva rutina de preguntas y respuestas de los plácidos interrogatorios, llevan a nuestro comisario a ser un testigo de alta formación profesional.
No puede participar viéndose obligado a inquietudes internas sobre como se viene desarrollando el proceso. La situación no puede ser más original en esta novela de una estructura narrativa diferente a la línea tradicional de Maigret, es decir de su creador Simenon, al que ese no poder intervenir como profesional con sus apreciaciones al respecto, interiormente lo desesperan, pues: “Era la primera vez que seguía una investigación como un simple particular, sin conocer lo más mínimo del reverso de las cartas, y le molestaba enormemente tener la sensación de que le ocultaban montones de cosas”.
El inmenso mundo creativo de George Simenon y su novela policíaca, siempre de la mano de la calidad literaria como caricia de todas sus historias. En esta historia se sale de lo establecido, lo que le sirve al autor, a través de su personaje, a llevar con lenta parsimonia analizadora la sociedad norteamericana con su abundancia del vivir diario, ese poder económico que puede hacerla envidiable, pero que a nuestro querido Maigret lo lleva a sopesar los dos estados sociales con las variadas leyes que en el fondo los enfrenta como puede ser el poder del dinero, frente al peso de los siglos sobre la cultura de occidental en la sociedad y justicia de criterios. Siendo posible que su lectura pueda llevar a que el sistema de vida norteamericano, dentro de esa libertad bondadosa que se respira en la historia, en la que se bebe cerveza y variadas bebidas alcohólicas es tan abundante, que se puede llegar aceptar la triste existencia de unas vidas aburridas que necesitan imperiosamente el abastecimiento del alcohol para sostener un modo de vida, que provoca la pregunta: “¿Qué es lo que no funcionaba correctamente en aquel país, donde tenían de todo?”.
En resumen, la trama de la novela sorprende por su originalidad y la muestra de un Maigret invitado por sus colegas del norte, que en ese ir y venir de la hospitalidad americana dentro de la profesión de unos y otros servidores del orden y la justicia. La pericia del veterano policía francés resulta perspicaz y crítica, por la singularidad de la saga policíaca ambientada en Arizona, y al que le han puesto en bandeja una trama singular y original.